En un clima de tensión política que no se veía desde hace dos décadas y con unas elecciones legislatiavas —las segundas en cinco meses— a la vuelta de la esquina, Turquía sufrió este sábado el ataque terrorista más letal de su historia: al menos 86 personas murieron y dos centenares resultaron heridas en un atentado presuntamente perpetrado por dos suicidas contra un acto de protesta que se iba a celebrar dos horas después junto a la estación de tren de Ankara.
El mitin había sido organizado por la oposición izquierdista para pedir la paz y el cese de los combates entre las fuerzas de seguridad turcas y el grupo armado kurdo PKK, así como para criticar el creciente autoritarismo del Gobierno dirigido por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista).
El mitin, bajo el lema “Por la Paz, el Trabajo y la Democracia”, había sido convocado a mediodía en el centro de Ankara, la capital turca, por la Confederación de Sindicatos de Obreros Revolucionarios de Turquía (DISK), una de las tres grandes centrales del país, así como por asociaciones profesionales, cámaras de arquitectos y colegios médicos de signo progresista.
Diversas formaciones políticas de izquierda habían dado su apoyo a esta protesta, entre ellos el Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP), prokurdo y el tercero con mayor representación parlamentaria desde junio, y varios diputados de la principal formación opositora, el Partido Republicano del Pueblo (CHP, socialdemócrata), participaban en ella. Pero dos horas antes, el lugar del mitin, el cruce de carreteras frente a la estación de tren de Ankara, se convirtió en un matadero.
El propio primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, indicó que hay “fuertes indicios” que apuntan a la hipótesis de un acto cometido por “dos suicidas”. Y citó cuatro grupos sospechosos: el Estado Islámico (EI), la guerrilla kurda PKK y las organizaciones izquierdistas DHKP-C y MLKP. Una fuente del Gobierno turco señaló que, si bien las investigaciones continúan, hay “obvias posibilidades” de que se trate del grupo yihadista dado el parecido con otros ataques en los últimos meses: el del pasado 5 de junio —dos días antes de las elecciones— contra un mitin del HDP en la localidad kurda de Diyarbakir, que dejó cuatro fallecidos, y el del 20 de julio contra un acto izquierdista en Suruç, que provocó 33 muertes.“A las diez de la mañana escuchamos muy cerca una tremenda explosión. Nos tiramos al suelo y quizás por eso no nos alcanzaron los trozos de metal y metralla de la segunda explosión, que ocurrió pocos segundos después”, relató un testigo que pide mantener el anonimato. “Luego hubo mucho pánico, la gente gritaba, lloraba… Yo vi 35 cuerpos tendidos y era imposible caminar sin tropezar con un trozo de carne humana, lo que probablemente indica que fue un atentado suicida”.
Sobre este hecho llamó la atención el líder del HDP, Selahattin Demirtas, que calificó el atentado de “bárbaro”. “Nos enfrentamos a un Estado asesino que se ha convertido en mafia”. Dirigentes de su partido (que aumenta la cifra de muertos a 97) acusaron a “palacio” —es decir, el presidente Recep Tayyip Erdogan— de estar involucrado. Muchos kurdos y turcos de izquierdas acusan al Ejecutivo y a Erdogan de connivencia con el EI y otros yihadistas que guerrean en Siria, para derrocar a Bachar el Asad. Uno de los asistentes llamó la atención sobre la ausencia de policías vigilando el mitin de Ankara, algo extremadamente raro en Turquía.
Por la tarde, miles de personas tomaron las calles en multitud de ciudades turcas para protestar contra el atentado y contra la política del Gobierno en el tema kurdo. En algunos barrios de Estambul, se produjeron enfrentamientos entre manifestantes y policías.
El primer ministro Davutoglu, que declaró tres días de luto nacional, trató de lanzar un mensaje de unidad alegando que el ataque “no es contra un solo grupo de ciudadanos, sino contra todo el pueblo” de Turquía y contra “la democracia”, ante la cercanía de las elecciones del 1 de noviembre. Unos comicios que fueron adelantados por la imposibilidad de formar gobierno tras el paso por las urnas de junio, que decretaron el fin de la mayoría absoluta de los islamistas del AKP tras 13 años en el poder. Desde entonces, la inestabilidad política y la tensión en el país no han hecho sino aumentar, con constantes ataques a las sedes de partidos políticos kurdos e izquierdistas y a medios de comunicación de la oposición, además de un recrudecimiento de la violencia en el este kurdo.
Fuente: elpais.com