Algunos dicen que esta pandemia marcará un antes y un después en el mundo. No estoy tan seguro. El susto era la ocasión, por ejemplo, para que los países aunaran esfuerzos en la investigación y obtuvieran una vacuna poniendo a trabajar articuladamente a sus investigadores. No ocurre eso. Vemos que los países más poderosos sólo están corriendo a todo vapor para ver quién la consigue primero. No cambiaron nada, ni siquiera movidos por la desesperación. Entonces, ¿es previsible que cambien después?
Cuando hice mi doctorado estudié un autor poco conocido que se planteaba cuál es la relación entre el conocimiento y la vida práctica. Su conclusión es que las ideas y las convicciones solas no cambian nada, si no las acompaña un determinado “ejercicio” para llevarlas a la vida. Por eso, por ejemplo, puede haber gente que piense como de izquierda pero luego actúe como de derecha.
Entonces, uno podrá reflexionar mucho, pensar que tiene que orientar su vida de otra forma, sentir que debe ser más solidario. Pero por más que lea y haga muchas reflexiones, su vida no saldrá diferente de todo esto si ya mismo no comienza a ejercitar otra manera de vivir. No seré menos ansioso cuando termine la cuarentena si no logro bajar un cambio ahora. No saldré menos solidario si no comienzo ya mismo a ejercitar nuevas formas y actitudes de solidaridad.
Nos hemos escandalizado viendo, en países del primer mundo, cómo morían ancianos asfixiados por falta de respiradores. Todo a causa de un desmantelamiento de los sistemas de salud que fueron utilizados como variables de ajuste económico. ¿Eso significa que después de la pandemia habrá un mundo más humano, que la economía tendrá otro rostro, que todo se orientará mejor al bien común? No necesariamente. Es más, es posible que si sólo hemos estado conteniendo nuestros deseos de comprar y de consumir, saldremos desesperados a recuperar lo que no pudimos hacer durante la cuarentena. Cero aprendizaje, cero sabiduría.
Sin embargo, hemos visto que en las últimas semanas, también en nuestra región, hubo muchos acercamientos, mucha capacidad de diálogo, mucho interés por aportar para resolver juntos los problemas. Parece que por un momento las luchas políticas e ideológicas se hubieran calmado para pensar en el bien de todos. La creación de los comités barriales, para poder resolver mejor los problemas de las periferias, es un signo positivo. Hay mucha gente haciendo el bien. También hay gente de la industria y de la producción que siente ganas de salir a producir y a innovar para generar a la región una nueva dinámica económica que redunde en bien de todos. Esos son signos positivos. Tratemos de ser mejores ahora, y entonces sí de esta situación saldremos mejores.
*Por Víctor Manuel Fernández, Arzobispo de La Plata.