Lo afirmó Eugenia Ctibor, presidenta de la Cámara Industrial de la Cerámica Roja (CICER), en diálogo con Ser Industria Radio. Sostuvo además que en el peor momento de la pandemia del Covid- 19, “el ladrillo, por su característica y su nobleza en cuanto a la posibilidad de autoconstrucción, permitió el primer movimiento de las economías regionales”.
Tras recordar que ya en noviembre el sector estaba “funcionando con los protocolos sanitarios, pero tratando de lograr una máxima eficiencia”, la directora de Cerámica Ctibor lamentó que contando con un producto de alta calidad y la fábrica sólo a 20 kilómetros del Puerto La Plata “cuando pudimos exportar debimos hacerlo por vía terrestre”.
Ctibor es una marca ligada a la historia de la capital bonaerense desde sus primeros años y Eugenia, licenciada en Psicología, es cuarta generación de la empresa familiar creada por su bisabuelo, llegado desde Checoslovaquia, hace 115 años. Aseguró que “el sector está preparado para trabajar fuerte y resolver el déficit habitacional”.
¿Cómo te involucraste en la actividad?
Como en toda empresa familiar, me vinculé desde otro lugar, con otra perspectiva y otra pertenencia. Cuando era chica, mientras mi padre iba a controlar la producción, llevaba a jugar a mi hermana y a mí. Así nos relacionamos con la fábrica y la gente que trabajaba. Después, con toda libertad, desarrollé mi vocación profesional de psicóloga y en el camino laboral me incorporé a la empresa. Primero aportando, desde mi formación de Recursos Humanos, todas las herramientas que tienen que ver con la capacitación, selección de personal y desde ese lugar involucrándome y circulando por todos los rincones de la planta. Eso me permitió tener un panorama más amplio y ocupar la dirección de la empresa, desde donde se delinea la estrategia del negocio.
Sos la primera presidenta de la CICER, en 60 años de su creación. ¿Cómo te vinculaste a ese ámbito?
Me incorporé a la Cámara para participar de las negociaciones paritarias. Para mí era un tema muy importante y comencé a intervenir activamente. Cada vez que tengo la posibilidad, agradezco a todos los socios la oportunidad que me dieron de acceder a la presidencia. Han sido muy generosos y entiendo que esto también da cuenta de un cambio en la sociedad, donde se van produciendo ciertas transformaciones en cuanto a los roles. Este es un camino de construcción entre los hombres y las mujeres. Cuesta traer mujeres a la industria. Estoy participando de una Red de Mujeres Industriales Argentinas, creada desde la UIPBA – UIA, que se va a lanzar este mes. La idea es incorporar, visibilizar o hacer posible que más mujeres participen porque hay espacio para el trabajo en conjunto y mucho por construir.
¿Cómo enfrentó el sector el año de la pandemia?
Fue un hecho histórico. Nunca se habían detenido todos los hornos de fabricación de ladrillos durante 60 días. Para un industrial, para quienes vibramos al ritmo de las máquinas, fue gravísimo. Estábamos muy preocupados por sostener las fuentes de trabajo, pero había que cuidar también la salud de la gente. Desde la presidencia de la Cámara fue muy interesante el trabajo que se hizo en conexión y alianza con otras instituciones. Me incorporé al Comité de Crisis que formó la UIPBA y desde ese lugar, entre todos, fuimos entendiendo la situación, los DNU que iban saliendo día a día, creando los protocolos necesarios para defender la producción. Así llegamos a entender que la industria no contagia, que podíamos garantizar el cuidado de la gente y poner en marcha las máquinas. Después que encendimos las plantas, estamos todos trabajando, garantizando la producción y la salud.
¿Desde noviembre el sector trabaja con la máxima capacidad instalada?
Mi empresa tiene 115 años o sea que ha pasado un montón de crisis, pero ninguna como ésta. La característica principal fue el aislamiento, estar todos en nuestras casas y desde ahí el parate de no poder producir. Entendió el gobierno, porque tuvimos reuniones en ese momento con los ministros de Vivienda y de Producción, que el ladrillo por su característica y su nobleza en cuanto a la posibilidad de autoconstrucción, permitía el primer movimiento de las economías regionales. Entonces autorizaron primero el movimiento de los stocks que tenían los corralones y la gente podía, de a poco, ir haciendo refacciones, porque de golpe nuestras casas pasaron a ser un lugar muy importante en la vida de todos. Cuando habilitan la producción en las plantas, rápidamente teníamos que poner en marcha las máquinas cumpliendo con los protocolos. Teníamos que cubrir y abastecer lo que ya habían consumido los corralones y el mercado. Veníamos atrás así que hubo mucha intensidad y ya en noviembre estábamos funcionando con los protocolos y tratando de lograr todos máxima eficiencia.
La Plata siempre tuvo un perfil administrativo y ahora debate construir otro más industrial y productivo. ¿Qué hace falta para esa transformación?
En el entramado productivo, el 80% de las PyMEs de Argentina son industriales y familiares, están muy comprometidas con el país y la producción. Es un entramado que mueve las economías regionales, da movimiento, genera trabajo… Mi apuesta siempre va a ser para la industria, pero no es fácil ser industrial. Hay que hacer grandes inversiones, necesitamos máquinas para transformar una materia prima en un producto. Entonces tiene que haber condiciones para que la gente pueda meterse en este sector, en relación a las inversiones que deben hacerse. Si tenés una industria y no la estás actualizando en tecnología constantemente, estás en grandes dificultades. Me parece que tiene que haber una política para ayudar a que el industrial se pueda desarrollar con planes de inversión. También somos grandes consumidores de energía, tiene que haber un plan de país con respecto a eso. Sería muy interesante que La Plata desarrolle más industrias, porque tiene grandes posibilidades, está en un lugar estratégico con respecto a las vías de circulación, rutas, puertos.
¿A la recuperación del mercado interno la puede seguir alguna apertura del comercio exterior?
Intentamos varias veces exportar y lo tuvimos que hacer vía terrestre. No pudimos hacerlo con el puerto, que tenemos a 20 kilómetros de la planta, porque no llegan las barcazas para transportar el producto a Uruguay o a Brasil. Recurrir a la vía terrestre, generó dificultades con los costos. A medida que fueron subiendo, impidieron continuar el proyecto. Es una pena que no se den esas condiciones, porque está todo para que se pueda hacer. Pero no se termina de desarrollar el puerto y no llegan las barcazas para generar el comercio exterior. Existen conversaciones, ha estado por ahí en la Unión Industrial del Gran La Plata, pero todavía no hemos tenido resultados.
En un país con alto déficit habitacional este sector debería fomentarse…
Cada ladrillo que sale de una planta industrial genera un sinnúmero de trabajo. Realmente, Argentina necesita que se ponga en marcha el modelo productivo y la construcción, porque es inimaginable la cantidad de empleo que genera. El nuestro es un sector importante, empresas con mucha inversión, con tecnología totalmente actualizada. Es un sector cuya capacidad productiva ha crecido dos o tres veces, todos han duplicado o triplicado su producción en pos de apostar a cubrir ese déficit habitacional, que es una deuda que tenemos entre todos. Como industriales estamos comprometidos a que en algún momento se pueda saldar, se necesitan políticas que lleven adelante todo esto.
Es una deuda grave y de larga data que los sucesivos gobiernos prometieron resolver y no lo hicieron…
No se termina de resolver. Creo que la pandemia puso nuevamente este problema sobre la mesa. Nosotros estamos preparados para poder abastecer, se necesitan políticas que permitan que esto termine de solucionarse.
De los ladrillos fundacionales a los termoeficientes
Con emotiva precisión, Eugenia relata que su bisabuelo llegó a la ciudad de La Plata en 1905.
Era ingeniero constructor y ganó una licitación para construir las cloacas y pluviales de la ciudad. Entonces se encontró con el problema de que no había tubos redondos para hacer la obra. Decidió comprar una fábrica de ladrillos que ya estaba instalada en las afueras de la Capital naciente, con la autorización del gobierno de la provincia de Buenos Aires para proveer ladrillos a la construcción de La Plata.
Ese hecho marcó el origen de la empresa…
Si, ahí comienza nuestra historia. Como buen ingeniero, el bisabuelo trajo tecnología y desarrolló un emprendimiento fabril. A la gente le ofrecía trabajo y vivienda. De esa manera fue generando la localidad de Ringuelet, en los alrededores de la fábrica de ladrillos. Desde allí se abasteció a todos los edificios públicos de La Plata, la Catedral… Como era la Argentina del ferrocarril, se pudieron trasladar ladrillos a Puerto Madero, al edificio de la Usina del Arte, al edificio Kavanagh. Llegaron a Santa Cruz, hasta el Cabo del Faro Blanco. Es una historia intensa e interesante.
¿Ahora la conduce tu padre?
Después de mi bisabuelo, el fundador, luego estuvo mi abuelo y hace ya 40 años mi padre es el presidente. En 1995 se tomó la decisión de cerrar la fábrica ubicada en el Camino Centenario, pero preservando arquitectónica y patrimonialmente el horno Hoffman que es justamente el que permitió la revolución industrial en el sector ladrillero y producir en cantidad. Es un horno patentado en Alemania y ya en el año 1889 estaba en La Plata. Es maravilloso, hay que transportarse a esa época. Fue algo histórico, muy importante y lo quisimos preservar. En 1998 reiniciamos nuestra actividad en el Parque Industrial de La Plata con tecnología de última generación. Allí estamos produciendo y fabricando con dos plantas industriales.
¿Qué características tienen los nuevos productos?
Estamos atendiendo los nuevos paradigmas de una construcción más sustentable que nos permite un ahorro de energía para cuidar nuestro planeta, ahorrar en nuestras casas. Actualmente en Argentina no hay ninguna planta industrializada de ladrillo macizo, son todas de hueco. En Europa quizá sí se pueda encontrar fábricas industrializadas de ladrillo macizo. Nuestra mirada está puesta en los nuevos productos, ladrillos termoeficientes, que permiten un ahorro de energía en la construcción y que responden a las nuevas normativas. Desde la Cámara se está haciendo un trabajo muy interesante en las normas IRAM para adecuar no solamente los productos sino las normas, acompañando estos cambios de paradigma. Me parece que si uno quiere seguir siendo protagonista tenemos que entender hacia dónde va el mundo y como industriales, dar soluciones.
¿Hay mucha innovación?
Hemos creado nuevos productos. La construcción es cultural. Soy fanática del ladrillo porque tiene la nobleza de reunir las condiciones de habitabilidad que el hombre necesita. Es aislante térmico, aislante acústico, no tóxico, resistente al fuego, perdurable en el tiempo. Construir una casa con ladrillos genera todo eso, porque si se te incendian las paredes no se van a caer, porque va a durar más de 100 años, porque tiene esta cuestión de la aislación. Los nuevos diseños apuntan a que la aislación sea cada vez mejor. Buscamos mejorar estas condiciones, con diseños diferentes.
¿Qué queda de aquel ladrillo fundacional que está grabado en la memoria de mucha gente?
Queda la nostalgia que se puede revivir en el Museo del Ladrillo… Yo tengo en mi casa. Es parte de una historia de 115 años. Hoy lo importante es acompañar las necesidades del mercado de los cambios que se van produciendo en el mundo y de las necesidades en cuanto a una construcción sustentable.