“El mundo podría estar avanzando poco a poco hacia una recesión mundial en 2023 y una serie de crisis financieras en los mercados emergentes y las economías en desarrollo que les podrían causar daños duraderos”, alertó un estudio integral realizado por el Banco Mundial (BM).
El documento cita, entre otros indicadores, la caída de los índices de confianza de los consumidores y la desaceleración abrupta que registran Estados Unidos, China y la Eurozona, las tres principales economías del mundo.
Dicha crisis global se vería impulsada por las subas de tasas de interés que están aplicando bancos centrales de todo el mundo, incluida la Reserva Federal estadounidense (FED) y el Banco Central Europeo (BCE), en un ritmo y sincronización inéditos en los últimos 50 años con el objetivo de frenar la inflación.
Paradójicamente, dichas subas de tasas, señala el BM, podrían ser insuficientes “para reducir la inflación mundial a los niveles registrados antes de la pandemia”.
Si bien el estudio realizado por el organismo con sede en Wasington, revé que las tasas monetarias se incrementen hasta un promedio de 4% entre este año y el 2023, un aumento de más de 2 puntos porcentuales sobre el promedio de 2021; se estima que la inflación mundial, sin incluir el componente energético, se mantenga en alrededor del 5% anual en 2023.
Dicha cifra es casi el doble que la que el mundo registraba en los cinco años previos a la pandemia de coronavirus. Salvo que disminuyan las disrupciones en el suministro de insumos y energía y las presiones del mercado laboral, para el BM será necesario que los bancos centrales aumenten sus tasas en dos puntos porcentuales adicionales.
Esta suba en las tasas, si bien podría calmar la inflación, tendrá como contrapartida que el crecimiento del Producto Bruto Mundial se reduciría al 0,5% en 2023 con una contracción del 0,4% del PBI per cápita, lo cual para el BM cumple con la definición técnica de una recesión global.
“El crecimiento mundial se está desacelerando de manera abrupta, y es probable que se produzca una mayor desaceleración a medida que más países entren en recesión” advirtió Daniel Malpass, presidente del organismo, en un comunicado.
El funcionario expresó su preocupación de que “estas tendencias persistan”, debido a las consecuencias “devastadoras” que tendrían “en los mercados emergentes y las economías en desarrollo”. En ese marco, propuso que los formuladores de políticas, para bajar la inflación, se concentren en el “aumento de producción” en lugar de la “reducción del consumo”.
Al respecto, el informe del BM recuerda que enfriar la economía no necesariamente implica una caída de la inflación y cita periodos como la década del setenta o los comienzos de los ochenta donde la inflación se mantuvo elevada con un crecimiento económico débil.
“Las políticas deberían apuntar a generar inversiones adicionales y mejorar la productividad y la asignación de capital, que son fundamentales para el crecimiento y la reducción de la pobreza”, precisó Malpass.
Al respecto y dado el contexto, Ayhan Kose, vicepresidente interino de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del BM, recomendó a los países emergentes “estar preparados para gestionar los posibles efectos secundarios del endurecimiento simultáneo de las políticas a nivel mundial”.