“Estamos en una etapa un poco caótica y llena de incertidumbres”, así describió Alejandro Wagner, Director Ejecutivo de la Asociación Latinoamericana del Acero (ALACERO), la reciente COP 28 que se llevó a cabo en Dubai entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre.
Luego de participar en el evento, el titular de ALACERO señaló a Ser Industria que en esta oportunidad notó que hay avances, pero que falta coordinación para marcar un rumbo. “No está claro si estamos yendo científicamente en el camino correcto, ni siquiera estamos de acuerdo en cómo medir. Es un poco preocupante porque algunas mediciones, no totalmente convalidadas globalmente, indican que no se está yendo al ritmo que se debería ir”.
Como buena noticia, Wagner remarcó que en los documentos que se emitieron en el encuentro en Dubai se incluyeron las palabras “justa” y “equitativa” . “No puede ser el mismo nivel de exigencia en término “objetivos 2050” a una región desarrollada que una en vías de desarrollo. Porque con que Latinoamérica se descarbonice pasado mañana y no lo hagan China o Estados Unidos, no se llega al objetivo global”.
Otro punto relevante fue referido al financiamiento para economías en desarrollo. Se hicieron varias declaraciones. Por ejemplo, Emiratos Árabes emitió un comunicado de financiamiento para “dejar atrás” los combustibles fósiles. Esto fue tomado con escepticismo por el titular de ALACERO. “Los famosos billions que se habían anunciado en la COP 25 tampoco fueron utilizados. Supuestamente eran miles de millones de dólares que iban a ir de países desarrollados a países en desarrollo, no se concretó”. Las principales empresas petroleras, se comprometieron a bajar un 75% de emisiones en materia de combustibles fósiles. Otros de los grandes ejes abarcan objetivos como triplicar las energías renovables a nivel mundial y duplicar la eficiencia energética.
El desafío global de la financiación
En la búsqueda de soluciones para enfrentar el cambio climático, el financiamiento emerge como una de las piezas fundamentales del rompecabezas. La transición hacia energías renovables, la duplicación de la eficiencia energética y la reducción significativa del uso de combustibles fósiles son objetivos ambiciosos, pero ¿cómo financiar estos cambios, especialmente en un mundo donde la disparidad de recursos entre países es evidente?
El financiamiento, ya sea a través de bonos verdes o de asociaciones público-privadas, se erige como una de las cuatro patas que sostienen la mesa de la transición energética. Sin embargo, su papel va más allá de simplemente proveer recursos. Es la llave que desbloquea los objetivos ambiciosos de triplicar la capacidad renovable y duplicar la eficiencia energética.
“Cómo hacer para que países donde la abundancia de capital es fenomenal, pero no tienen tantas emisiones, puedan colaborar con países que tienen pocos recursos y muchas emisiones y bajos recursos”, planteó Wagner al referirse sobre este tema que se trató en la jornada.
En este contexto, explicó que la COP adquiere una relevancia crucial. “La ONU, la OMC son organismos globales que podrían ser los encargados de definir qué nación debería cooperar con otra, pero en los últimos 10 años se demostró que están por debajo en poder de acción en comparación con los países”.
Además señaló que “no es una cuestión filantrópica. Los países que emiten mucho y tienen mucha pobreza como India, China o Brasil tienen un problema casi ético. Los recursos a la hora de asignarlos tienen que elegir entre una persona que no puede comer y va a morir de hambre o un centímetro cúbico de energía eólica para generar que el planeta no se caiga. Tremendo dilema de la humanidad”.
La injerencia de la geopolítica
En el complejo escenario de la transición energética, la geopolítica emerge como un actor determinante, influenciada por dos fuerzas impulsoras: la opinión pública, centrada en la descarbonización y el cuidado del medio ambiente, y la posesión de la energía, un recurso que podría cambiar de manos en las próximas décadas.
Sin lugar a dudas, la pandemia aceleró la transición, pero la invasión de Rusia a Ucrania y la consiguiente crisis energética en Europa, especialmente en Alemania, modificaron las prioridades y ralentizaron la transición energética, al menos temporalmente. Wagner consideró que el trilema energético, compuesto por la accesibilidad (affordability), la seguridad (security) y la sostenibilidad (sustainability), surge como un factor clave en las decisiones de cada nación. La guerra y sus repercusiones llevaron a Europa a reconsiderar sus prioridades. Pasando de hablar de sostenibilidad a dar prioridad a la accesibilidad y la seguridad energética.
“Cada país va a priorizar affordability, security o sustainability en la medida de sus realidades. Por eso, si no hay un poder central que reparta las cartas y las haga lo más equitativamente posible, seguirá siendo un caos”, afirmó el directivo.
En este contexto, Argentina, con una significativa población en situación de pobreza, se debate entre la necesidad de crecimiento económico y la seguridad energética proporcionada por sus reservas de gas en Vaca Muerta. La abundancia de gas natural, menos contaminante que el carbón, se convierte en una fuente de riqueza que puede impulsar la industria, la manufactura y reducir la pobreza.
“En Argentina tenes un 50% de pobres, es un país que necesita crecer económicamente. Vaca Muerta te da seguridad energética y tal vez affordability. Se le puede dar a la población y a la industria energía barata que es fuente de riqueza literal e impulsa toda la industria y la sociedad en general. Después podes exportar gas licuado a países como India o China cuya matriz energética es 80% carbón. Así generás divisas para el país y bajás la pobreza”, consideró.
La ruta verde del acero
El sector del acero está trazando su camino hacia la sostenibilidad y aunque la travesía no carece de desafíos, se vislumbra un horizonte prometedor hasta el año 2030. En medio de tecnologías emergentes y cambios en las prioridades, el sector se embarca en una transformación que va más allá de la mera necesidad.
La combinación de renovables, eficiencia energética, aumento en el uso de chatarra, captura de carbono e hidrógeno verde se presenta como el camino a recorrer. La eficiencia energética y las fuentes renovables están más disponibles que nunca. El hidrógeno verde se posiciona como una pieza clave, especialmente en la sustitución de fundentes en altos hornos.
El escenario latinoamericano presenta ciertas ventajas, partiendo de una base de emisiones un 15% por debajo de la media mundial y con abundancia de recursos naturales.
En el horizonte hasta 2030, la curva de progreso parece clara y positiva. En Latinoamérica esta liderada por grandes empresas que operan en un 50% con altos hornos y en un 50% con arco eléctrico. No obstante, el desafío más significativo se plantea en el largo plazo, alrededor del año 2050, cuando los altos hornos alcancen el final de su vida útil.
“Ahí es cuando la curva tiene que ser exponencial y donde hay que inyectar todo el dinero. Tal vez los Altos Hornos que no llegaron a su vida útil tienen que ser reemplazados. En el mundo la matriz se compone por 75% alto horno y 25% arco eléctrico. El horno de arco eléctrico tiene una emisión de carbono de menos de 1% de CO2 por tonelada de acero producida. Mientras que el alto horno tiene arriba de 2%”, sostuvo Wagner.
La transición hacia el arco eléctrico, con su baja huella de carbono, es esencial para cumplir con los objetivos de cero emisiones netas. Sin embargo, la inversión necesaria para esta transformación se estima en unos 200 mil millones, una cifra que supera el valor total de todas las empresas del sector. Aquí radica el dilema: descarbonizar requiere una inversión masiva que no está al alcance de las propias empresas. Esto da paso a la necesidad de capital externo.
Los altos hornos tienen una vida útil entre 30 y 40 años. Muchos fueron construidos en los últimos 15 y 10 años, por lo que aún tienen una vida útil de 15 y 20 años. “Lo que se necesita es que los altos hornos cambien del carbón por el gas natural y después hidrógeno verde”.
Medición de la huella de carbono
Establecer una metodología común para medir la huella de carbono en la industria del acero es uno de los propósitos para el 2024. ALACERO junto a World Steel, sumado a empresas y otras organizaciones, trabajan para alcanzar la convergencia hacia un estándar global. Esto es esencial para evaluar y comparar de manera justa las emisiones de carbono del sector.
En este sentido, la Unión Europea ha implementado el Mecanismo de Ajuste de Carbono en Frontera (CBAM), un impuesto que busca obligar a las empresas a medir y pagar por sus emisiones de carbono. Este enfoque, aunque en fase de prueba, subraya la importancia de una medición estandarizada y obligatoria.
Wagner adelantó que luego de varios estudios, se definieron 10 métodos de los cuales se seleccionaron cinco. Ahora se espera que de esos confluyan en uno que será utilizado en la industria.
Colaboración estratégica
En el pasado, hablar de la industria del cemento en el contexto de la industria siderúrgica podría haberse percibido como una desconexión evidente. Sin embargo, en la actualidad, la visión lineal y simplificada de competir entre sí se ha vuelto obsoleta.
La construcción, que representa el 50% del consumo de acero, ha llevado a una colaboración más estrecha y compleja entre ambas industrias. En el marco de la COP 28, se firmó la declaración para la colaboración de la descarbonización de la industria pesada en América Latina y el Caribe. “Los problemas complejos necesitan soluciones más complejas e inteligentes. Por eso, la industria del cemento lejos de ser enemiga es una aliada porque tiene muchas similitudes en sus problemáticas”, señaló el ejecutivo de ALACERO.
A su vez, desmitificó la idea de que reducir el consumo de cemento es necesario para impulsar la producción de acero. La realidad es que existe un déficit habitacional del 30-40% en América Latina, lo que implica una creciente necesidad de construcción que requiere tanto acero como cemento. La idea de tecnologías mixtas y concretas se presenta como una solución técnica que desafía los mitos preexistentes. Desde la perspectiva de la descarbonización, ambas industrias comparten problemáticas y oportunidades similares. La colaboración puede extenderse a consumir subproductos como la escoria del alto horno para la producción de ciertos productos de la industria del cemento.
Además, la declaración conjunta entre la industria del acero y del cemento, respaldada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), abre un camino de posibilidades en términos de investigación y desarrollo (I+D) y la implementación de soluciones técnicas.
Este esfuerzo conjunto, también respaldado por organizaciones de renovables y energía como la OLADE y la hidrógeno de Colombia, demuestra que la colaboración es la clave para abordar desafíos complejos.
La mesa de trabajo que integra acero y cemento se presenta como un pilar fundamental en la transición. A su vez, el BID está buscando expandir la colaboración a otras áreas, incluyendo químicos y aluminio.
“Este matrimonio de sectores esencialmente diferentes, pero con problemas y objetivos compartidos, subraya la importancia de la colaboración en lugar de la competencia”, indicó Wagner.
Ante ese enfoque se evidencia que no hay espacio para rivalidades en la búsqueda de soluciones sostenibles y eficientes. Este enfoque conjunto no solo responde a las necesidades técnicas, sino que también encuentra respaldo financiero y técnico necesario para su ejecución.
El camino de la industrialización
Durante la COP, Wagner manifestó que se atraviesa un proceso de reindustrialización. El director ejecutivo de ALACER recordó un estudio que realizaron hace algunos años, comparando cuatro países de América Latina y Asia. En este análisis, cuatro drivers principales -logística, recursos humanos, financiamiento y carga impositiva– surgieron como indicadores fundamentales.
La conclusión, contó el directivo de ALACERO, apuntaba a un patrón de desindustrialización en América Latina y una tendencia opuesta en Asia, destacando a México como la excepción en la región. Brasil, Colombia y Argentina experimentaron caídas significativas. Esta realidad, lejos de ser simplemente estadística, tiene implicancias profundas en términos de salarios y educación.
México, en particular, se encuentra en un momento propicio para capitalizar este resurgimiento industrial. Factores como el conflicto entre Estados Unidos y China y la pandemia han llevado a muchas empresas a reconsiderar la ubicación de su producción, dando lugar al “reshoring”.
En este contexto, Wagner espera que Argentina, Brasil, Colombia y Chile replanteen políticas industriales para aprovechar este motor de ascenso social. “Al medir los salarios y la educación, aspectos claves para bajar la pobreza y la inequidad, la industria por excelencia es el sector que más lo impulsó le da eso eso. La industria tiene los salarios mejor pagos y el personal más entrenado. Por lo tanto, si hay más industria, másempleados mejor remunerados y más educados. La solución para los países en desarrollo es la industrialización. No es la única, se complementa con sectores basados en conocimiento, pero con eso no te alcanza, por eso hay que impulsar la industria”, concluyó.