El primer año de Javier Milei en el gobierno cierra con números positivos en la balanza comercial. Según los últimos datos registrados en el Intercambio Comercial Argentino (ICA), elaborado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), el país lleva 12 meses consecutivos con superávit. Este resultado ha sido impulsado por un aumento en las exportaciones, favorecido por una mejora en la cosecha tras la sequía del año anterior y una caída en las importaciones, asociada a la recesión y a la contracción de la actividad económica.
Ante este panorama, los desafíos persisten. La ex directora del Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Ana Basco, señaló a serindustria.com.ar que la diversificación de las exportaciones sigue siendo una asignatura pendiente. Al respecto, consideró que se hace necesario avanzar hacia una mayor valorización de los productos exportados, incorporando más bienes intensivos en conocimiento.
Además, la economista y politóloga señaló que el rol del Estado será clave en la implementación de políticas públicas que fomenten esa transición, que promuevan la competitividad y busquen nuevos mercados para que la industria argentina se inserte de manera más dinámica en el los mercados internacionales.
En este sentido, la especialista en comercio e integración manifestó que sólo con la estabilización macroeconómica no alcanza. Será crucial un enfoque estratégico y sostenible para asegurar un crecimiento más equitativo e inclusivo.
¿Qué balance hacés en materia de comercio exterior en el primer año de Milei?
El balance, en términos generales, es positivo. Vemos una balanza comercial que termina siendo superavitaria, producto principalmente de un incremento de las exportaciones como consecuencia de la mejora de la cosecha tras la sequía del año anterior y también de una caída de las importaciones debido a la recesión y a la disminución de aproximadamente un 3-3,5% del PBI. En términos numéricos, se estima que Argentina podría cerrar el año con un balance comercial de aproximadamente US$ 24.000 millones, según lo pronosticado por la CEPAL. Comparado con años anteriores, esto refleja un año muy bueno, probablemente el mejor desde 2009. A nivel regional, también se observa un buen desempeño. Argentina se posiciona entre los países más exportadores, junto a Guyana y Venezuela. En cuanto a la balanza comercial superavitaria, el país se encuentra junto a Brasil, Chile y Perú, y, al igual que Uruguay, ha tenido un destacado desempeño exportador, principalmente debido al aumento en el volumen de las exportaciones agropecuarias. Si hablamos de servicios, la situación es algo distinta, con un resultado deficitario. Esto se debe a que, aunque las exportaciones aumentaron, no lo hicieron de manera significativa y las importaciones cayeron, pero tampoco en gran medida, especialmente en comparación con el sector de bienes. Argentina debe avanzar hacia un proceso de mayor diversificación de las exportaciones, apostando por un mayor valor agregado y bienes intensivos en conocimiento. Este es, a mi parecer, el punto central. En un contexto global complejo, marcado por tensiones geopolíticas y geoeconómicas y con la posibilidad de un aumento del proteccionismo como consecuencia de la presidencia de Donald Trump, surgen ciertas incógnitas sobre cómo continuará el desempeño económico de Argentina.
¿Se avanza hacia exportaciones con mayor valor agregado o se profundiza la primarización?
Ese es un desafío enorme. Si pensamos en el RIGI y en algunas medidas que se están tomando, podríamos pensar que nos dirigimos hacia una continua reprimarización de la economía. Sin embargo, en la medida en que podamos agregar valor también en el sector minero, por ejemplo, esto puede ir cambiando. Es un proceso de mediano y largo plazo, no se dará de un año para otro. Pero deberíamos empezar a implementar políticas públicas que generen incentivos para invertir en sectores como el agro, la industria, la minero o la energía, pero con mayor valor agregado. También hay que señalar que Brasil es el principal destino de nuestras exportaciones y de nuestras importaciones. En los últimos días, ha devaluado su moneda, lo que genera algunas incógnitas sobre lo que puede suceder. Ya habíamos observado que la balanza comercial con Brasil, que en los primeros seis meses del año había sido superavitaria, comenzó a volverse más deficitaria en los últimos meses, debido a la apreciación cambiaria de nuestro país. Ahora vemos que, además de esta apreciación, se suma la devaluación en Brasil. Esto claramente nos hará más caros a la hora de exportar, mientras que las importaciones desde Brasil se volverán más baratas. La combinación de una posible disminución de exportaciones a Brasil y un incremento de importaciones desde allí puede profundizar una balanza comercial deficitaria. Ya lo estamos viendo en sectores como el turismo, donde el impacto es evidente y otros sectores más vulnerables podrían verse igualmente afectados, especialmente aquellos con bienes que son más fáciles de comercializar en el corto plazo o de sustituir, como el sector textil o el agroindustrial.
¿El Gobierno debe devaluar?
Es complejo, porque hay muchas variables que deben tenerse en cuenta. Una devaluación afecta la inflación y otras variables, por lo que no es una decisión fácil. Sin embargo, si Brasil continúa con estas devaluaciones y su moneda sigue depreciándose, Argentina tendrá que tomar alguna medida. Como mencioné, Brasil es el principal destino de nuestras exportaciones y esto es fundamental para garantizar la estabilidad macroeconómica.
¿Una macroeconomía estable no es suficiente para el desarrollo del comercio exterior?
Claramente, no. Una macroeconomía estable permite, como está ocurriendo ahora, un incremento de las exportaciones, pero necesitamos avanzar hacia un proceso de diversificación exportadora, con productos de mayor valor agregado y más intensivos en conocimiento. Además, es crucial trabajar en el acceso a nuevos mercados.
En este sentido, ¿cuál debería ser el rol del Estado?
El Estado es clave. Debe implementar políticas públicas que incentiven a los exportadores, priorizando, en primer lugar, la generación de bienes y servicios de mayor valor agregado. Esto incluye bienes que integren servicios en su interior, como sucede con los agroindustriales, el sector minero, el agro, el energético y el industrial. Estas políticas deben estar acompañadas por incentivos que fomenten la inversión en el sector privado. Actualmente, se habla mucho sobre políticas industriales y de desarrollo productivo y Argentina debería avanzar en esa dirección. Cuando hablamos de políticas de desarrollo productivo, no nos referimos a grandes inversiones del Estado en numerosos sectores, sino a focalizar y elegir cuáles serán los winners, los sectores que consideramos estratégicos para generar un mayor impacto en términos de crecimiento. Una vez identificados, se deben establecer incentivos, como subsidios, reducciones impositivas u otras políticas que no necesariamente impliquen un aumento significativo del gasto público o una reducción de los ingresos fiscales. Por otro lado, cuando hablamos de acceso a mercados, el sector público desempeña un papel fundamental en la negociación de acuerdos comerciales que permitan la entrada a nuevos mercados. Los acuerdos comerciales son esenciales y para lograrlos se necesita un sector público proactivo, que esté atento a las diferentes oportunidades y mercados disponibles a nivel mundial.
¿El sector privado está dispuestos a definir las actividades ganadoras y perdedoras?
Esa es la gran y difícil tarea de gobernar. Tener claro cuáles serán los ganadores y los perdedores no es algo sencillo. Sin embargo, el sector privado debe estar preparado para afrontar esta realidad. Hay sectores que inevitablemente saldrán beneficiados, como ya está ocurriendo actualmente, incluso sin la implementación de muchas políticas estatales en este sentido. Ya se observan ganadores y perdedores. Es algo que siempre sucede en cualquier gobierno y en cualquier política de Estado. Lo importante es reconocerlo y actuar en consecuencia para gestionar estas dinámicas de manera estratégica y equilibrada.
¿Los sectores que tienen más posibilidades son los primarios o las industrias puedan internacionalizarse?
Si queremos continuar siendo un país en vías de desarrollo, con los vaivenes de inestabilidad macroeconómica que hemos experimentado en los últimos años y una dependencia casi exclusiva del sector agropecuario, podemos seguir por este camino. Sin embargo, estamos expuestos a múltiples variables, entre ellas cuestiones climáticas que escapan a nuestro control. Ahora bien, si queremos pensar en el desarrollo de Argentina a mediano y largo plazo, el desafío no es sencillo. Debemos aspirar a una etapa en la que podamos mantener la estabilidad macroeconómica, pero al mismo tiempo desarrollarnos, crecer de manera más acelerada, con equidad e inclusión. Cuando hablamos de desarrollo económico, no nos referimos únicamente al crecimiento económico, estamos hablando de un crecimiento que sea inclusivo, equitativo y sobre todo, sustentable. Para lograrlo, necesitamos un Estado con un rol proactivo, que tenga clara una visión estratégica y un horizonte definido. Es fundamental identificar dónde están los sectores ganadores y perdedores, tanto en el mediano como en el largo plazo y generar los incentivos necesarios para fomentar este proceso de desarrollo integral.
¿Se transita ese camino?
Este gobierno se ha propuesto y ha logrado alcanzar una estabilidad macroeconómica. Sin embargo, el desafío es determinar cuán sostenible puede ser esta estabilidad, ya que ese es el punto de partida para comenzar a hablar de otro tipo de políticas. Actualmente, el gobierno no está aplicando políticas de desarrollo productivo, políticas industriales ni incentivos específicos para determinados sectores, salvo por iniciativas como el RIGI, aunque con un enfoque diferente al que estoy planteando. Es clave observar qué sucederá el año próximo, especialmente considerando un contexto global que, sin duda, tendrá un impacto significativo en nuestra economía.
En este contexto de apertura comercial, ¿un industrial debería volverse importador?
El año que viene, lamentablemente, será un período en el que continuaremos importando. No creo que se haga mucho ajuste en términos del tipo de cambio y probablemente seguirán abriéndose las importaciones. Si yo fuera industrial y considerando los vaivenes que ha tenido la economía argentina en los últimos años, trataría de no hacer un cambio total hacia un modelo importador, sino más bien buscar un enfoque mixto, continuar con cierta producción local y a la vez, importar lo que sea necesario. Esto dependerá del tipo de bienes, pero podría incluir la importación de bienes intermedios o insumos. Además, analizar la posibilidad de vender productos importados, según el modelo de negocios y el tipo de empresa con el que trabajemos. Me parece que adoptar una postura tan drástica, como cambiar completamente hacia un modelo 100% importador, no es una decisión demasiado acertada en términos generales. Claro que depende mucho del sector y de la empresa, pero es importante recordar que esta situación puede cambiar rápidamente, como ya hemos visto en ocasiones anteriores. Por eso, es clave mantenerse atento a los posibles cambios.
¿La desregulación del comercio exterior, principalmente en cuestión de trámites, es positiva?
Sí, en términos de trámites, eso es algo positivo. Sin embargo, creo que cuando se abren las importaciones, se debe hacer con cautela, hay que considerar los sectores que se verán afectados. ¿Cómo se realiza esta apertura? En general, cuando un comercio está bastante protegido, como es el caso de Argentina, las aperturas deben ser graduales. En términos generales, en cualquier aspecto de la macroeconomía, cuando hablamos, por ejemplo, de reducción del gasto público, lo mismo aplica. Me parece que un enfoque gradual y paulatino, siempre y cuando esté bien gestionado, puede generar mejores resultados a mediano y largo plazo. Además, este enfoque reduce los impactos drásticos y negativos en algunos sectores, que luego pueden ser muy difíciles de recomponer.
¿Los déficits en infraestructura logística son un obstáculo para ser más competitivos en el comercio exterior?
Es una de las cuestiones clave, más allá de los aspectos impositivos, del tipo de cambio y las regulaciones existentes. La logística juega un papel fundamental cuando hablamos de exportaciones de bienes en nuestro país. Es uno de los países con mayores deficiencias en infraestructura en América Latina y Argentina presenta importantes carencias. Por lo tanto, el rol del Estado es central, aunque actualmente no estamos observando una acción clara en este ámbito. Tener una visión estratégica y enfocada en mejorar la infraestructura logística es esencial para avanzar en la competitividad de nuestras exportaciones.
¿Cómo ves los avances en el acuerdo de la Unión Europea-MERCOSUR?
La firma del acuerdo es un buen paso para continuar dialogando con Europa y avanzar en nuestra integración con ese gran mercado. Sin embargo, considero que aún falta mucho para que realmente se implemente, por lo que no debemos apresurarnos a celebrar una victoria. Es importante mantenerse atentos, una vez más, a quiénes serán los ganadores y los perdedores en este proceso. Cuando hablo de perdedores, no me refiero a que esos sectores necesariamente queden destruidos. Esa no debería ser la visión si buscamos un país más inclusivo y equitativo. Es fundamental preguntarnos qué haremos con esos sectores afectados. ¿Los ayudaremos a transformarse? ¿De qué manera lo haremos? La idea es abordar este desafío con una perspectiva constructiva. En el caso del acuerdo Unión Europea-MERCOSUR, debemos identificar los sectores que podrían verse más afectados y definir cómo el Estado y el gobierno responderán ante esta situación.
¿Qué impacto podría tener un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos?
Un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos resulta extremadamente difícil, especialmente bajo el liderazgo de Trump, quien promueve el proteccionismo en lugar del libre comercio, lo que representa la antítesis de este tipo de acuerdos. Además, implicaría romper con el MERCOSUR. Más allá de estas dificultades, Argentina debería enfocarse en una estrategia de concesiones bilaterales con Estados Unidos. Esto implica identificar las ganancias rápidas que podrían lograrse en algunos sectores específicos y negociar desde esa perspectiva, ofreciendo ciertos cambios o concesiones. Siempre que se negocia con una potencia como Estados Unidos, el riesgo de pérdidas es elevado. Sin embargo, es posible obtener beneficios concretos en sectores puntuales si la estrategia es adecuada. Dado el contexto actual y la buena relación entre Trump y Milei, si esta relación se consolida, Argentina debería orientar sus esfuerzos hacia este tipo de acuerdos o concesiones bilaterales.