El Niño por sí solo no explica las crecidas extraordinarias del Paraná

22 diciembre, 2015

Analizando más de un siglo de datos, investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y el Conicet descifran a los cómplices del fenómeno meteorológico conocido como “El Niño” y destacan que son necesarias varias condiciones para generar los eventos más extremos de este río.

Llega el verano y se espera una intensa fase del fenómeno El Niño y para quienes conviven con el río Paraná ya es conocida su asociación con un aumento de altura y caudal. Sin embargo, al analizar más de un siglo de datos, investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y el Conicet concluyeron que por sí solo no alcanza para explicar la ocurrencia de las crecidas más extraordinarias.

Gracias a la aplicación de métodos matemáticos complejos lograron aislar y cuantificar la responsabilidad de diferentes fenómenos climáticos en las variaciones de altura del Paraná. “Lo que se observa son los cambios de caudal y éstos son el resultado de múltiples factores, todos actuando al mismo tiempo”, explicó Andrés Antico, docente e investigador de la FICH y el Conicet.

Los resultados mostraron que El Niño tiene cómplices y que las crecidas más extraordinarias ocurren cuando se alinean una variedad de eventos, como ocurrió en 1983.

No solo El Niño

A la hora de señalar responsables del aumento de la altura del río, uno de los implicados es bastante conocido: El Niño, que es el nombre que recibe el fenómeno de aumento de temperatura de la zona ecuatorial del océano Pacífico. Una compleja red de causas y consecuencias dan lugar a un ciclo con un período típico de dos a siete años; éste es el tiempo promedio que transcurre entre un episodio y el otro. “Las grandes crecidas históricas del Paraná tienden a coincidir con fenómenos El Niño, pero esa no puede ser toda la explicación”, señaló.

El análisis de los datos identificó otras cinco oscilaciones, por lo que en total son seis las que construyen el caudal del río. Si se las clasifica de acuerdo a su frecuencia, según el tiempo que les toma completar un ciclo, algunas son rápidas y otras toman varios años y hasta décadas. Existe una oscilación que se repite cada pocos meses, otra es anual. Luego aparecen las interanuales entre las que se encuentra la responsable de El Niño y La Niña; le siguen una con una frecuencia de nueve años, otra de 18 y, finalmente, la más lenta que completa su ciclo cada 31 a 85 años. Esta última corresponde a un proceso muy lento de aumento y descenso de la temperatura que involucra toda la cuenca del océano Pacífico.

Los lentos

Si bien cada factor contribuye a que el río Paraná presente a cada momento una altura dada, el trabajo de los investigadores de la UNL logró cuantificar por primera vez el grado de participación que tuvo cada una de estas oscilaciones en las crecidas más extraordinarias. Analizaron los datos correspondientes a episodios ocurridos en 1905, 1983, 1992 y 1998, y concluyeron que la coincidencia del fenómeno El Niño con “picos” de los ciclos más lentos es más determinante que la ocurrencia de El Niño por sí sola. En efecto, la oscilación que cumple un ciclo cada tres a ocho décadas se encontraba en su pico tanto a principio de siglo XX como en sus últimas décadas, cuando ocurrieron las crecidas más extremas.

También se tuvo en consideración la influencia del calentamiento global y el cambio en el uso del suelo, “Pudimos ver que la fluctuación lenta tuvo más influencia que el calentamiento global”, subrayó.

Según explicó Antico, si se observa solamente lo que ocurrió entre las décadas de 1980 y 1990 se ve un escenario de fenómenos extremos y frecuentes, lo que algunos plantearon como evidencia de efecto del calentamiento global. “Pero llegó el siglo XXI, eso mermó y puede asociarse a la fase negativa en la que se encuentra la oscilación más lenta”, contó.

Más lento implica más fácil de predecir por lo que asociar la posibilidad de emergencia de fenómenos extremos con una oscilación lenta permitiría, potencialmente, predecir el riesgo de que ocurran o no crecidas extraordinarias. “Hay que continuar analizando esa posibilidad, pero las perspectivas son prometedoras”, aclaró.

Estos resultados son producto de un trabajo interdisciplinar llevado adelante por Andrés Antico junto con María Eugenia Torres de la Universidad Nacional de Entre Ríos, la UNL y el CONICET, y Henry Díaz de la Universidad de Colorado y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.

La peor crecida

Qué sucedería si los picos de las diferentes oscilaciones coincidieran no es algo que haya que imaginar, ya ocurrió en 1983. Esa fue la peor crecida del río Paraná de la que se tengan registros, el caudal fue tres veces mayor al promedio, ocasionó inundaciones por las que debieron evacuarse 200.000 personas y pérdidas por más de un mil millones de dólares. En aquel momento ocurrió un fenómeno El Niño pero no fue particularmente intenso y, a pesar de eso, la crecida marcó un record histórico. “Lo de 1983 fue excepcional. Picos muy pronunciados de distintas oscilaciones ocurrieron al mismo tiempo y se sumaron para formar la mayor crecida del siglo XX”, señaló Antico.

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