El campo argentino posee un alto estándar tecnológico y mucha competitividad en todos los niveles; y esto se debe a la agricultura de precisión (AP), una herramienta que permite marcar la trazabilidad de los productos primarios. Exigencia que comienza a tomar fuerza día a día y será a futuro una barrera para el ingreso en mercados donde por ahora es sólo aplicado a los alimentos procesados.
Software, GPS, sistemas de equipamiento, todas soluciones integrales que forman parte de la AP, que le permite al agricultor bajar sus costos y aumentar no sólo su productividad sino también su eficiencia.
Y es precisamente esta eficiencia lo que marca la trazabilidad de la materia prima, dado que a partir de ella se pueden registrar datos georreferenciados de todas las actividades que se realizan en la producción como la siembra, pulverización y cosecha, entre otras. Esa información obtenida después se corrobora directamente con los antecedentes del producto y se confecciona un historial que contiene datos en las distintas etapas del proceso productivo. Éste incluye fechas y horas, ubicación geográfica, volumen de aplicación (herbicidas, plaguicidas, fertilizantes, semilla, enmiendas, etc.), personal que manipula el producto en cada etapa y la variedad,etc. Su importancia fue destacado en un trabajo elaborado por la Red del Proyecto Agricultura de Precisión y Máquinas Precisas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
El saber sobre el origen del producto que sale del campo está concebido como un estilo de trabajo, que requiere el compromiso de los integrantes del sistema para poner a disposición información confiable que permita cumplir con el objetivo de convertirse en una solución útil para la toma de decisiones. Este tipo de herramientas en poco tiempo van a ser las que nos permitan o no competir en mercados agroalimentarios exigentes, como el europeo.
El año pasado el Parlamento del Viejo Continente, decidió la aplicación de condicionantes ambientales a sus productores locales. Estos tienen que ver con la rotación de cultivos, la siembra de pasturas y la presentación de certificados que indiquen la huella de carbono, y, si bien habrá un lapso para su aplicación, se estima que los mismos productores europeos pedirán las mismas condiciones para las materias primas importadas. “La presión se hará como una medida para no perder competitividad frente a otros países”, señaló el director de BIM (Business Issue Management), Gustavo Idígoras, y también ex agregado agrícola ante la UE. Es ahí donde Argentina pone un paso adelante y se muestra a la vanguardia en el cuidado del medio ambiente.
Para entender la magnitud del crecimiento de la adopción de la AP hay que verla a partir del parámetro internacional que no es más que la cantidad de monitores de rendimiento disponibles en el país y la representatividad del uso en el área cosechada, y donde Argentina ostenta el segundo puesto global después de Estados Unidos. En 1998 había 200 monitores de rendimiento con GPS; en el 2005, 1.500 monitores; en el 2010, 7.450 monitores, y en el 2012, 8.915 monitores. En el último año se aumentó un 6% la cantidad de monitores en funcionamiento en el campo argentino.
En definitiva, el futuro de la agricultura es la precisión de los procesos y eso requiere programación y control. Tecnología que desarrolla Argentina y que suma y mucho a la hora de bregar por la seguridad del consumidor.
Un tema cada vez más crítico, y que viene incrementado día a día las exigencias de los productos agrícolas, de modo que tengan altos niveles de calidad y sean producidos en condiciones ecológicamente responsables.
Estas exigencias no sólo han sido requeridas por los consumidores finales sino, además, por distribuidores de mercaderías, supermercados, entre otros. Frente a esta realidad, las empresas agroindustriales deben garantizar la trazabilidad de sus productos; es decir, tener registro y control de los procesos, desde la procedencia de las materias primas con las que se elaboran sus productos hasta el producto final en la góndola. De este modo, aumenta la seguridad sanitaria y disminuyen los costos por pérdidas.
Competitividad externa
La devaluación del peso argentino en enero de 2014 posibilitó recuperar competitividad de las maquinarias agrícolas bajando entre un 10% y un 12% los precios en dólares de la oferta argentina y a su vez recuperar oxígeno en los negocios en el exterior, así lo destacó un informe del Proyecto Nacional Agroindustria y Agregado de Valor del INTA.
Este informe destacó que globalmente también existe inflación en dólares y en ese contexto una reducción del 10% de los valores ayudó a la competitividad del sector en varios países, como ser: Alemania, Australia, Bélgica, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Filipinas, Francia, Honduras, Italia, Kazajistán, México, Moldavia, Mozambique, Nigeria, Paraguay, Rusia, Sudáfrica, Ucrania, Uruguay y Venezuela. La mejora permite no sólo un mayor ingreso de divisas sino, y principalmente, mantener y seguir generar trabajo genuino con renta distributiva.
Robotizados
Las máquinas del futuro estarán dotadas con un 100% de inteligencia electrónica y en su mayoría tendrán información para resolver problemas en tiempo real que ni el operario más capacitado podrá resolver.
Hoy, en la industria, un centro de mecanizado es asistido por robot y eso también será posible realizarlo en el campo argentino con máquinas agrícolas al 2020.