Hace tres años, la pandemia cambió la vida de la arquitecta Eugenia Roig. El aislamiento y las extremas medidas sanitarias, modificaron absolutamente su actividad laboral, cuando su padre le pidió que se hiciera cargo de la empresa Amiplast.
“Me dijo que era por 15 días, pero las sucesivas prórrogas de la cuarentena, hicieron que debiera involucrarme definitivamente en la compañía”, le contó a Ser Industria Radio. Actualmente es Directora Ejecutiva de la empresa líder en el reciclado de plásticos como polietileno y polipropileno de origen industrial, comercial, post consumo y agrícola.
Asimismo, refirió que “lo que muchos consideran basura, para nosotros es materia prima” e indicó que trabajan a partir de las bolsitas de basura, envases de lavandina, champú, crema de enjuague. “Tratamos plásticos duros como livianos, pero no los utilizados como envases de gaseosas, ya que esos utilizan una tecnología y son reconocidos como plástico PET”.
Luego de recordar que la empresa fue fundada por su padre y dos amigos, hace aproximadamente 20 años, destacó que “nos enorgullece ser una empresa de triple impacto: económico, social y ambiental”.
¿Cómo ha evolucionado la compañía?
A lo largo de los años hemos experimentado un crecimiento significativo y actualmente somos dos socios muy jóvenes, aunque mi padre Oscar D. Roig, de 78 años y su socio Ronald Marguliz, de 92, son quienes nos guían y lideran. Me emociona hablar de ellos porque fueron verdaderos visionarios del reciclado, algo fundamental para el medio ambiente. Creo que, durante la pandemia, comenzamos a crear conciencia y en la pos pandemia, todos nos hemos convertido en recicladores.
Esta toma de conciencia, ¿debe trabajarse mucho más a nivel social?
Para nosotros el reciclado es de suma importancia, especialmente a nivel industrial. Mi objetivo principal es crear conciencia, tanto a nivel empresarial como en el concepto de Responsabilidad Social Empresaria. Actualmente también se habla mucho de Economía Circular y de eso tenemos conciencia hace mucho tiempo. Desde su creación, Amiplast es sinónimo de amistad y plástico, la idea es extender este concepto.
¿Cómo resumís la tarea que realizan?
Primero, quiero decir que Amiplast no es un basurero de plástico, es una empresa hermosa. Todos se sorprenden al conocer la planta. Nosotros clasificamos, trituramos, lavamos y procesamos el plástico. Nuestro producto final son los pellets, pequeñas bolitas de plástico que se utilizan como materia prima en otras fábricas para crear diferentes productos, entre otros, bolsas, baldes de albañil y tanques de agua. A través de la transformación de los residuos, les damos una nueva vida útil y un nuevo propósito.
¿De qué manera recolectan la materia prima?
Le compramos a cooperativas, al posindustrial, al agro… Nos hacemos cargo de la puerta para adentro, no del transporte, nos traen toneladas de plástico enfardado. Tienen que estar limpios, secos, a pesar de que los lavamos, después los molemos y hacemos pellets.
¿Solamente compran grandes cantidades?
Sí. Las bolsitas hogareñas, sólo en campañas específicas. Esto se debe a que, en el post consumo, donde hemos invertido considerablemente en tecnología, a veces los plásticos no llegan en la cantidad deseada. Hay que comprender que lo que para algunos puede ser considerado basura, para nosotros es materia prima.
Es bueno considerarlo, por el daño que hace ese tipo de basura…
Hace poco tiempo asistimos a una exposición agrícola para hablar sobre las materias primas que podríamos utilizar en el sector. Un agricultor me mostró sus dos bolsas de ‘Big Bang’ con un pequeño letrero que decía: ‘Ayudamos a mejorar el ambiente con Amiplast’. También me mostró sus residuos plásticos, que eran para mulching y silo bolsa, había mantaagro. Dos minutos antes de que me llamaran, noté que el agricultor me miraba un poco triste, así que me acerqué nuevamente a sus bolsas. Para mi sorpresa, encontré yerba y bananas en ellas. Todos debemos ser conscientes de lo que hacemos con nuestros residuos.
¿Cuántas personas trabajan en Amiplast?
Somos aproximadamente 80 personas. entre directos e indirectos y es importante destacar que en la parte productiva de la empresa, el 30% del plantel está compuesto por mujeres.
¿Los jóvenes son más conscientes de esta problemática?
Sí, muy conscientes. Algunos incluso hacen compost. Los cincuentones, queremos ayudar al mundo, a las ballenas, a las focas… Sin embargo, cuando salgo a la calle, veo bolsitas colgando de los árboles… Hay que reducir, recuperar, reutilizar los plásticos y hacer un uso responsable también de otros residuos, como el vidrio, el cartón…
Cuesta lograrlo, porque ya casi no se insiste con la separación en bolsas de distintos colores…
A nosotros nos llaman para coordinar la recolección de plásticos en los hogares. La gente me contacta para informarme cuándo pueden entregar sus botellitas de lavandina. Estamos para concientizar, ya que no encontramos políticas de estado sólidas al respecto. Trabajamos desde otra perspectiva, impulsando nuestra campaña ‘Un mundo sin basura’. Nuestro enfoque principal es que los residuos plásticos lleguen a la fábrica. Por eso, ofrecemos instrucciones sobre cómo limpiarlos y quitarles las etiquetas. Además, visitamos escuelas y cooperativas donde la gente puede dejarlos. Tenemos convenios con la Universidad Nacional de La Plata y otras instituciones relacionadas a la Economía Circular.
¿Qué otras actividades despliegan para generar esa conciencia?
Por ejemplo, organizamos visitas a la fábrica y cobramos una entrada que consiste en un residuo plástico. Puede ser una botellita de lavandina, champú, crema de enjuague. Asumimos que quienes nos visitan ya saben a qué vienen. Generalmente, nos entregan más de un producto.
¿En qué consiste “Un mundo sin basura”?
Este proyecto surgió de forma inesperada. A raíz de mi alejamiento de la construcción, empresarios amigos comenzaron a preguntarme por qué no les comprando materiales y entonces les expliqué sobre la actividad de nuestra recicladora. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que tenían una gran cantidad de residuos plásticos en sus empresas. En colaboración con los empresarios de la construcción, empezamos a pedirles que los trajeran a nuestra fábrica. De esta manera, logramos dos cosas: evitar que llamen a los contenedores para enterrar sus residuos y garantizar que, cuando se abran esos entierros, haya marcas de sus empresas en los plásticos. Si bien algunos traen solo unos pocos kilos, la idea principal es concientizar y aprovechar de manera responsable la disposición de esos residuos.
¿Cómo pueden sumarse las empresas interesadas?
Nos contactan automáticamente a través de las redes de Amiplast, que es amigo del plástico. Incluso veterinarias en City Bell se han unido a nosotros, recolectando los recipientes de plástico que se rompen. Nuestra idea es generar conciencia junto a los empresarios. El problema no es eliminar por completo el plástico, ya que tiene beneficios en términos de energía y transporte. Es importante que el plástico exista. También hemos proporcionado bolsas de Amiplast a las escuelas como parte de nuestra campaña, para que los estudiantes puedan recolectar sus residuos plásticos. Es necesario recuperar una gran cantidad. Vemos en las noticias que se forman islas de plástico y debemos recordar que esto ha llevado años. Es impactante, pero somos nosotros, las personas, quienes tenemos un papel crucial en este problema, no el plástico en sí mismo.
¿Qué volumen manejan mensualmente?
Los chicos han calculado que para el 2022, habremos reciclado plásticos con un peso aproximado al de 80 obeliscos. Contamos con una capacidad de 1000 toneladas por mes, lo que equivale a 12.000 anuales. Además, constantemente estamos implementando nuevas tecnologías. Para este año, tenemos previsto incrementar nuestra capacidad en un 30% con el objetivo de recuperar aún más plásticos. Estamos comprometidos en realizar inversiones continuas.
¿Hay una campaña contra el plástico?
Nosotros recibimos la visita de numerosos ambientalistas y aunque algunos llegan con la intención de cerrarnos la fábrica, se marchan comprendiendo la importancia de entender y visualizar el verdadero problema.
¿La actividad que desarrollan tiene algún régimen impositivo que la estimule?
No. Todas las campañas de concientización que llevamos a cabo son el resultado de una profunda reflexión y autocrítica. Debemos ser conscientes de que somos nosotros, los seres humanos, los responsables de nuestros propios actos, asumir nuestra responsabilidad y dejar de culpar al objeto en sí.
Te imaginamos todo el tiempo mirando si hay residuos plásticos en la calle…
Generalmente me entra como una especie de obsesión. Cuando camino por la calle, no puedo evitar levantar las bolsitas de basura que encuentro en mi camino. No sé qué contienen, pero simplemente no puedo dejarlas ahí. Es curioso, pero las generaciones más jóvenes, especialmente aquellos de 30 años para abajo, parecen tener una mayor conciencia sobre estos temas. En cambio. los mayores debemos trabajar en concientizarnos más. Los jóvenes vienen a la fábrica y se comprometen enormemente, trayendo más de una botella de lavandina para reciclar.