En el año 2006, tres amigos decidieron desafiar el status quo de la industria del plástico en Argentina. Rolph Jojanes, Ronald Marguliz y Óscar Roig, se unieron para fundar Amiplast, una empresa nacida de la convicción de que el reciclaje podía ser la respuesta a la creciente problemática de los residuos plásticos. A ellos se sumó desde el inicio María Cristina Novelli, profesora de letras y esposa de Óscar, quien dejó su marca en el proyecto desde su concepción.
“El nombre Amiplast no es casualidad. Viene de ‘amigos del plástico’, porque esa amistad impulsó a tres hombres, ya no tan jóvenes, a soñar con darle al plástico una nueva oportunidad evitando que sea parte del problema ambiental”, comentó Novelli en Ser Industria Radio, al recordar con orgullo los primeros años de la empresa.
Junto a su hija, la arquitecta Eugenia Roig, actualmente Directora Ejecutiva de la empresa, Cristina repasó los desafíos y logros de esta gran iniciativa que, desde Ensenada, provincia de Buenos Aires, se posiciona como una referencia nacional en la preservación del medio ambiente.
La historia de Amiplast comenzó en un contexto poco favorable. A principios del siglo XXI, los conceptos de triple impacto, economía circular y reciclaje, eran desconocidos para el público general y aún más para el sector empresarial argentino. Sin embargo, la experiencia de Óscar Roig en la industria petroquímica le dio una visión clara de lo que podía lograrse.
“Nos instalamos en una vieja planta que había sido de Ipako. Reconstruir sus instalaciones fue nuestra primera obra de reciclaje. Mientras algunos socios preferían instalarse en Pilar, nosotros apostamos por este lugar por su cercanía con La Plata y su potencial para crecer. En 2007, arrancamos con apenas tres máquinas, importadas de Brasil, Alemania y Austria, pero con una gran determinación”, recordó Cristina y aclaró que ella es rosarina y su marido chaqueño.
Desde el principio, el enfoque no solo fue económico, sino profundamente humano. “Este proyecto es una apuesta a largo plazo. Sabemos que quizá no veremos los resultados completos, pero hemos invertido en algo más grande que nosotros mismos”, afirmó.
En Argentina la industria emplea de forma directa e indirecta aproximadamente a 12.000 personas. Si se suma a los recuperadores urbanos, con respecto al plástico solamente, serían unas 60.000 más. La actividad del sector ha tenido una baja debido a la recesión económica del país, pero todavía no hay cierres de empresas. Pese a este contexto, nunca pensaron en vender y siguen invirtiendo en máquinas y tecnología para aumentar la capacidad de producción que este año se amplió en un 30%.
El motor de la transformación
Como la mayoría de las empresas, Amiplast enfrentó momentos difíciles, especialmente durante la pandemia de COVID-19. Eugenia se unió formalmente al proyecto en ese periodo y ambas recuerdan cómo afrontaron esa crisis, que alteró la vida del planeta.
“Hubo un cumpleaños familiar donde les dije a mis tres hijos que ese era el último año de Amiplast. Pero llegó marzo y estábamos ahí, trabajando como bestias“, recordó Cristina. Algo similar le sucedió a Eugenia, quien en reiteradas oportunidades, antes de sumarse a la empresa, había planteado la idea de vender las instalaciones. “Mi padre me recordó que 80 familias dependían de nosotros. Cuando me sume en la pandemia, en dos semanas entendí que lo que a tenía razón”, relató Eugenia.
Esa resiliencia es parte del ADN de la empresa. Según Cristina, la clave ha sido la incorporación de nuevas generaciones y nuevas ideas. “Eugenia trajo una mirada profesional distinta, una frescura que nos permitió reinventarnos. Nos nutrimos de la energía de los jóvenes y eso nos mantiene en pie”, afirmó.
Innovación y tecnología
Desde sus inicios, Amiplast ha apostado por la tecnología para mejorar su capacidad productiva. Sin embargo, la verdadera innovación radica en su enfoque en la calidad y la educación. Desde su fundación, la empresa cuenta con un laboratorio encargado de garantizar la homogeneidad y la seguridad de sus productos reciclados.
“En la industria del reciclaje, cada lote es diferente. El laboratorio es esencial para asegurarnos de que el material que producimos cumpla con los estándares. Sin esta capacidad, no podríamos ofrecer la calidad que exigen nuestros clientes”, explica Eugenia.
Este compromiso y el cumplimiento de todos los protocolos y acciones requeridas por B Lab, entidad sin fines de lucro de Estados Unidos, hicieron que Amiplast fuera reconocida como una Empresa B certificada, destacándose por su impacto social, ambiental y económico. Además, han implementado programas de capacitación gratuitos para empresas, con el fin de enseñarles a clasificar sus residuos en origen, una práctica que beneficia tanto a la industria como al medio ambiente.
A pesar de este y otros logros, tanto Eugenia como Cristina reconocen que la falta de regulación es uno de los mayores desafíos para el crecimiento del reciclaje en Argentina. “Hoy, las empresas están más adelantadas que el Estado en temas de sostenibilidad. Pero necesitamos regulaciones que obliguen a usar materiales reciclados, como caños o bolsas de residuos”, precisó Cristina.
Eugenia añadió que “las empresas deben entender que separar residuos no es solo una cuestión ambiental, sino que también es económica. Lo que antes era basura, hoy es un recurso. Las empresas pagaban para que sus residuos plásticos fueran enterrados en el CEAMSE. Hoy, esos mismos residuos pueden venderse como recursos valiosos, incluso algunas compañías lo venden a precios superiores a nuestro producto terminado. Pero sin educación y sin un marco regulatorio claro, este cambio será más lento de lo que requiere la salud del planeta”.
Ante este contexto, se vuelve vital contar con una normativa para la Responsabilidad Extendida del Productor (REP). Aunque en el pasado hubo algunos proyectos de ley en el Congreso de la Nación para este tema, en la actualidad ninguno tiene estado parlamentario
Cristina y Eugenia están convencidas de que la clave del éxito de Amiplast es su capacidad para combinar innovación, resiliencia y un profundo compromiso con la comunidad. “Hemos aprendido a levantarnos después de cada caída. La creatividad, la apertura y la pasión por lo que hacemos son parte fundamental de nuestra empresa”, concluyó Cristina, con la certeza de que Amiplast aún tiene mucho por ofrecer al mundo del reciclaje y la sostenibilidad en Argentina.