La insuficiente inversión en infraestructura cercena las posibilidades de desarrollo económico y progreso social. La experiencia de otros países, y la de la propia Argentina, señalan que es posible duplicar la tasa de inversión en infraestructura en base a una inteligente articulación entre el sector público y el privado. Esta es la primera conclusión que surge del estudio titulado Inversión en infraestructura en la mitad de la década de los 90, elaborado por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa).
El informe señala que la inversión en infraestructura tiene una importancia central en el desarrollo económico y social e incide decisivamente en las posibilidades de expandir la producción. Entre los rubros a destacar, Idesa menciona a los trenes de carga, hidrovías, puertos, energía, y telecomunicaciones. En este sentido, un reciente estudio de la CEPAL alertó sobre la insuficiente inversión en infraestructura que prevalece en América latina, planteando que se debería destinar, aproximadamente, 6,2% del PBI para satisfacer los requerimientos de un crecimiento con sostenibilidad e inclusión.
Según Idesa, varios factores explican la sub inversión en infraestructura. Generalmente, los proyectos de infraestructura requieren esquemas de financiamiento sofisticados porque involucran grandes volúmenes de recursos, con plazos extendidos y mucha capacidad de gestión por tratarse de obras complejas que demandan planificación y administración. No menos importante es que exigen alta calidad política porque los beneficios no siempre son visibles ni redituables en el corto plazo.
Con relación a la Argentina, la Cepal señala que, entre los años 1980 y 1989, el país invirtió 2,9% del PBI en infraestructura. Entre los años 1990 y 1999, la inversión en infraestructura subió al 5,7% del PBI; y entre los 2004 y el 2012 la inversión en infraestructura volvió a ser de 2,9% del PBI.
Estos datos muestran que la Argentina no escapa a la situación regional de una marcada insuficiencia de inversión en infraestructura. En la década de los 80, la crisis de la deuda externa tuvo una influencia importante. La situación se modificó en la década de los 90 cuando la tasa de inversión se duplicó. Superada la crisis del año 2002, la inversión en infraestructura se recuperó, aunque de manera muy modesta.
Dato llamativo
“Resulta muy llamativo que, en un contexto de histórica bonanza internacional, que le permitió a la Argentina recibir más de u$s 500.000 millones en concepto de exportaciones, y con tasa de interés internacionales inéditamente bajas, la inversión en infraestructura, entre los años 2004 y 2012, haya sido similar a la década del 80 y apenas la mitad a la de la década del 90”, resalta el estudio.
Las diferencias en los niveles de inversión se explican por el sector privado. La fuerte expansión de la década de los ´90 se produjo porque se pasó de una situación en la que el Estado tenía el monopolio absoluto a otra donde el factor dinamizador fue la inversión privada. El ejemplo de las telecomunicaciones es muy ilustrativo. A partir de mediados de la década pasada el sector publico vuelve a tener un rol más protagónico (pasó del 0,7% al 2,1% del PBI) pero no llegó a compensar el desplome de la inversión privada (que pasó de 5% a 0,8% del PBI).
Esta regresión está asociada a que en la mentalidad oficial el sector privado no debe invertir en infraestructura. La realidad es que la exclusión del sector privado, a lo largo de estos años, no fue sustituida con inversión pública. Pero además en el sector público no sólo operaron limitaciones de gestión sino también el hecho de que resulta mucho más simple y atractivo el gasto público corriente que la inversión en infraestructura. Hacer una autopista, dragar un puerto, enterrar una red de desagüe requieren estudios técnicos, licitaciones transparentes, mecanismos de control de calidad, ejecución de obra y los resultados no son inmediatos. En cambio, los programas asistenciales, como el Argentina Trabaja o el Progresar, requieren escasos esfuerzos de instrumentación y los beneficios electorales se capitalizan de manera directa e inmediata.
“No hay posibilidades de desarrollo si no se duplica la inversión en infraestructura. Esto requiere, por un lado, salir de la atávica controversia ideológica público versus privado”, resaltaron desde Idesa.