Arroz con palito

Quizá las centrales nucleares para nuestro Silicon Valley patagónico tengan otro financista interesado.| Por Carlos Fara.

31 enero, 2025

Suele suceder que cuando alguien se muestra muy confiado (agrandado), es más propenso a cometer errores. O como se dice futbolísticamente, hacer una de más. En el clima post asunción de Trump y mimado por la derecha global, el Presidente fue a Davos y se compró un problema innecesario: le dio a un heterogéneo mapa de actores sociales y políticos una excusa para que se instale un debate y puedan marchar en pleno calor veraniego.

El debate en sí mismo y la mayor o menor cantidad de gente que se movilice este sábado no es el punto, políticamente hablando. Pero despertó de su letargo a una amplia oposición política, social y cultural, mientras que la mayoría miraba el pronóstico del tiempo para ver si se escapaba unos días de veraneo. Le sacó la modorra a un montón de miedos que andan pululando por ahí, anestesiados por la recuperación económica.

Milei es de doblar apuestas para darle de comer a su minoría nítida. Cuando recoge el barrilete es porque siente que hay algo que no funcionó como se esperaba, que le dio la oportunidad de consolidar algún relato a una masa amorfa de grupos que coinciden con el presidente en que hay que dar una batalla cultural… en contra de él. Si lo sabe manejar bien, el tema no pasará a mayores. Solo será un ardor de verano y la propia sociedad pasará página. Equivocarse en enero es como errar un penal en los entrenamientos. Errar en octubre electoral es otra cosa.

Pongámoslo en contexto. El gobierno festeja el apoyo que recibe en la sociedad y cierta razón tiene. Pero todo tiene sus aristas. Desde que el león asumió el gobierno se publicaron 13 informes del Índice de Confianza en el Gobierno de la Universidad Di Tella. En 4 veces dicho indicador creció y en 9 bajó. Cuando se miran en detalle los aspectos que componen ese índice hay dos datos interesantes. A favor del gobierno es que la evaluación general de la gestión creció en enero, ubicándola cerca del 50 % de aprobación. En contra es que el atributo peor evaluado la mayor parte del tiempo desde que asumió es la preocupación por el interés general (¿falta de sensibilidad?).

Este clima general positivo que se nota en el mundillo político, el cual desemboca en “políticamente está bien” y “va a ganar la elección de este año”, es lo que ha acelerado el libro de pases o al menos de alianzas. El gobierno desempolvó el manual de ajedrez y va comiendo de a una ficha, sobre todo del PRO. Eso fue lo que obligó a los primos Macri a jugarse con el adelantamiento de la elección local, quizá a mayo si no hay primarias. El ex Emir de Cumelén está cada vez más cerca de convertirse en “el hombre que está solo y espera”. Es evidente que se le hace cada día más difícil contener a los más cercanos. Ni hablemos de los más lejanos.

De los tres gobernadores amarillos, solo controla a Jorge, pese a los cortocircuitos que existen entre ambos y de los cuales no había antecedentes. Frigerio da por hecho una alianza provincial con LLA y Nacho Torres no puede avanzar en el mismo sentido porque a) al inicio del mandato se hizo el macho mexicano contra el gobierno y b) tiene una piedra en el zapato local con algún capital propio, que es libertario César Treffinger, quien opera para que no haya entente y el gobernador sufra una derrota en octubre. El PRO ya no es lo que era: hoy es una suma de tribus internas de difícil conducción, un equipo con los 11 agarrados del travesaño para evitar una derrota en la casa matriz. Este es un dato estructural de la política argentina: el primer partido de diseño, concebido para el ambiente del siglo XXI, corre riesgo de desarticularse rápidamente y volver a ser un “fenómeno barrial”. Milei invirtió mucho menos tiempo y dinero para llegar al poder nacional y no tiene pretensiones de armar una estructura a la vieja usanza. También corre el riesgo de acabarse más rápido.

Precisamente en esa casa matriz, donde el PRO reina hace 17 años, acaba de hacer una jugada curiosa, la reina de corazones. Cristina, que nació en PBA y vota en Santa Cruz, certificó su domicilio en CABA, donde pasa la mayor parte de su tiempo. No es un cambio de domicilio, pero puede ser el prólogo de una candidatura porteña. ¿Para qué? Varias cosas. Primero, le molesta mucho que algunos coroneles con mando de tropa hagan negocios políticos propios sin que ella encuadre en distritos relevantes. Uno que se volvió dialoguista con Jorge Macri es Juan Manuel Olmos, con el objeto de ayudarlo a quitar las PASO y adelantar la renovación de legisladores porteños. Con esto, el peronismo de la capital se volvería una especie de cordobesismo, despegando del cristinismo. La jefa le indicó al mencionado Olmos que, si hacía su propio juego, ella podría ser candidata a senadora nacional por la CABA y aquí viene a colación el mencionado trámite. Segundo, ¿ser senadora para perder? ¿Con riesgo de salir tercera y quedarse afuera? Eso nunca se sabe, pero si ella vuelve al senado, controlará a un bloque propio seguramente disminuido, pero con suficiente poder de veto. Y tercero, seguirá siendo la jefa de la principal oposición. Conducir en tiempos libertarios no es sencillo.

Mientras todo eso sucede, lo más importante del planeta pasa a miles de kilómetros y no tiene que ver con una estrategia política específicamente. El mismo día que asumiera el huracán Trump, los muchachos de DeepSeek le mostraron al mundo que lo habían hecho mejor y más barato y trascartón, otros chinos, los de Alíbaba, subieron la apuesta. Cómo se llama la obra: “Metete los chips en el c…”. Si la “nación del centro” se pone mano a mano con los americanos en la carrera de la IA, Trump tendrá cosas más importantes de qué ocuparse en la geopolítica mundial y sus aplaudidores tecnológico podrían hacer otros cálculos. Atención Javo: quizá las centrales nucleares para nuestro Silicon Valley patagónico tengan otro financista interesado. Total, los muchachos no exigen nada y solo piden que no se los moleste…

Evangelina Salazar ya lo supo hace casi 60 años: había que comer arroz con “palito”.

Por Carlos Fara, consultor político.

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