El Gobierno del Estado de Australia del Oeste oficializó la medida más extrema de la que se tenga registro contra la vida de los tiburones al instalar más de 70 boyas con un cebo clavado a un arpón para atraerlos y permitir así a los pescadores sacrificar a los que midan más de tres metros de largo.
La medida no tiene precedentes en el mundo y ha desatado una agria polémica en el país, ya que autoriza a disparar contra tiburones tigre, tiburones blancos y tiburones toro. Estos dos últimos están clasificados como especies vulnerables en Australia, solo un escalón por encima de las especies en peligro de extinción. En los últimos meses, manifestaciones de hasta 6.000 personas han tomado las playas de Perth, la capital de la región, en protesta por el programa.
Los australianos han convertido el océano en una parte esencial de su identidad. A la arraigada cultura surfista se suman actividades como la natación oceánica, el remo y el submarinismo. Quienes se adentran con frecuencia en el mar ven sus peligros como algo natural y aceptan el riesgo con estoicismo, pero las autoridades buscan formas de reducir los incidentes. Es que el número de ataques de escualos se ha duplicado en los últimos 20 años, con una media de 6,5 agresiones anuales durante la década de los noventa y hasta 15 entre 2000 y 2010. Un 30% fueron letales.
Aunque la comunidad científica afirma que los ataques han aumentado porque cada vez más personas hacen uso de las playas, el Gobierno federal del país consideró que frenar esa escalada es una cuestión de “seguridad nacional” y autorizó la medida. “Gracias a este plan, seremos más rápidos y más proactivos a la hora de atrapar y eliminar tiburones tras un ataque. Los bañistas tendrán más seguridad cuando acudan al agua”, afirmó, al anunciar la medida, el primer ministro de Australia del Oeste, Colin Barnett, enarbolando la cifra de siete agresiones mortales en los últimos tres años en la región.
El programa empezó a ejecutarse en enero y se mantendrá hasta finales de abril, pero Barnett ya ha pedido extenderlo a los próximos tres años. La región destinará además 20 millones de dólares (13,5 millones de euros) hasta el año 2016 para investigar el comportamiento de estos depredadores y detectar su presencia en las playas. Desde que se instalaron las primeras boyas, 110 tiburones han quedado atrapados. De estos, 14 murieron al momento, 31 fueron abatidos por los pescadores que patrullan la zona y el resto fueron liberados.