Andrea Grobocopatel es una de las mujeres más importantes del ámbito gerencial argentino. Nació en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires e integró el directorio de Los Grobo S.A., empresa dedicada a la agroindustria y alimentación, iniciada por su padre, Adolfo.
Casada con Walter Torchio y madre de cuatro hijos, se graduó como licenciada en Economía y despliega una intensa labor al frente de la Fundación FLOR y la copresidencia del W20, desde donde impulsa el empoderamiento económico de la Mujer en los países del G20. Además, es docente y autora del libro “Pasión por hacer. Historia de Vida, familia y empresa”. En el contexto del Día Internacional de la Mujer dialogó en exclusiva con SerIndustria.com.ar
Pregunta: ¿Cuándo tomaste la decisión de convertirte en empresaria?
Respuesta: No es algo que me haya propuesto. Mi familia llegó a la Argentina, allá por 1912 y se dedicó a emprender. Nunca me cuestioné que no fuese a trabajar dentro de la empresa familiar, pero tampoco fue una carga: mi vocación empresaria podría decirse que me fue casi innata. Hace poco vendí mis acciones de Los Grobo y dejé mis cargos, pero me llevé muchísimos aprendizajes, que estoy aplicando en un nuevo emprendimiento junto a mi marido y mis hijos. Hice lo que mejor sabía y lo que nos fue inculcado: invertir, trabajar y legar a las generaciones venideras.
P:¿Es difícil para una mujer sentarse a la mesa de los grandes negocios?
R: Estamos abriendo caminos, pero en forma lenta. Hasta hace algunos años no había ninguna CEO y si hablamos de cantidad de mujeres en boards de dirección, en Argentina estamos en un 7,1%, bastante lejos del 25% que hay en países de Europa. En América Latina, el promedio es del 8%. Estamos ligeramente mejor que en América Latina y Europa en puestos de dirección financiera (CFO) y dirección de gestión (CSO), con un 24%. En cuanto a la participación en puestos de dirección de operaciones (COO), tenemos un 8,3%, cercano al promedio de las dos regiones mencionadas. Por eso desde la Fundación Liderazgo y Organizaciones Responsables (FLOR), trabajamos con mujeres en puestos gerenciales, transmitiendo herramientas para que puedan dar ese salto en sus carreras o romper el llamado “techo de cristal”. Promovemos además la fraternidad con sus pares que se encuentren situaciones similares.
P: ¿Hay resistencia para aceptar el liderazgo femenino?
R: Sí, tanto en hombres como en mujeres. Las personas tienden a considerar negativas ciertas características femeninas en el ámbito laboral, cuando en un hombre no sólo no tienen esta connotación sino que hasta son positivas y deseables. Incluso los ascensos a las mujeres se otorgan por mérito, o sea por lo realizado en el pasado, cuando a los hombres se les suele otorgar por su potencial. Lo mismo sucede en otros espacios, como la política. El hecho de que muchas mujeres tengan miedo de hablar, opinar, pedir y enfrentar, no es innato. No sólo se nos exige más, también se nos juzga con más dureza. Socialmente hay mayor confianza hacia la mujer que hacia el hombre, algo que es muy valioso.
P: Más allá de los puestos gerenciales, ¿cómo ves el tema de género en el ámbito laboral?
R: Muchas veces se piensa que el problema de la participación femenina, sobre todo en sectores o equipos tradicionalmente masculinos, se soluciona seleccionando “alguna” mujer ya sea como parte o jefa del mismo. A este fenómeno se lo denomina el síndrome de la “pitufina”. Sin embargo, el problema no se acaba sólo con seleccionar intencionadamente mujeres, desde ya calificadas, por el impacto positivo que podría traer. Si las decisiones se toman en espacios donde las mujeres no pueden participar y se mantienen los mismos códigos de no contemplar a éstas como colaboradoras directas, sólo se genera incomodidad y exclusión. En síntesis, no sólo la alta gerencia debe ser diversa; el patrón debe replicarse en todos los niveles, en las formas de trabajo y tomas de decisión, los cuáles deben ser más inclusivos y colaborativos. Debe haber un cambio cultural, de la concepción del rol de la mujer en general y en lo laboral en particular. Para ello es indispensable que haya un compromiso del top management y se transmita al resto de la organización.
P: ¿Se necesitan leyes en este sentido?
R: Las leyes ayudan. Por ejemplo, alguna normativa de CV ciego, como la que existe en otros países, sería sumamente útil para las mujeres y todo trabajador susceptible de ser discriminado en un proceso de selección. Legislación sobre la extensión de las licencias obligatorias de maternidad y paternidad, también ayudarían muchísimo, no sólo a reconocer el derecho que tienen tanto mujeres como hombres a estar presentes en la crianza de sus hijos, sino también a equipararlos entre sí. Eliminaríamos virtualmente una de las fuentes de discriminación a la mujer. Sin embargo, las leyes son letra muerta sin el cambio en las mentes. De nada sirve una ley de cupos en las empresas si en los hechos sus pares y superiores hombres la marginan. Las leyes son insuficientes si no hay un cambio completo y genuino.
P: ¿Cómo nació FLOR?
R: La creamos el 21 de septiembre de 2012 para institucionalizar el deseo de compartir los aprendizajes y tratar de mejorar la sociedad a través del empoderamiento de la mujer, ayudar a las personas con discapacidad a alcanzar un camino de libertad, independencia e inclusión y promover la igualdad de oportunidades sin discriminación. Establecimos los siguientes objetivos: promover buenas prácticas de gobierno organizacional, condición sine qua non para la sustentabilidad; colaborar en el desarrollo de líderes responsables, empresariales y sociales, que sean capaces y asuman la tarea de motorizar una sociedad más justa; impulsar acciones que permitan apalancar el desarrollo económico y social de nuestras comunidades, particularmente en el interior del país y estimular liderazgos que valores la diversidad, haciendo especial hincapié en la inserción de la mujer en posiciones de conducción en todos los órdenes. Entre los documentos inspiradores se encuentran los Objetivos de Desarrollo Sostenible elaborado por Naciones Unidas. Los mismos, sostiene la ONU, “son un llamado universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad”. La Fundación se ha comprometido a fomentar una sociedad diversa e inclusiva. Particularmente hoy se hace foco en desarrollar y empoderar a las mujeres a llegar a posiciones de decisión así como también a emprendedoras a través de programas específicos.
P: ¿Qué tareas despliegan?
R: Primero lanzamos el programa Mujeres en Decisión (MED) cuyo objetivo es formarlas y prepararlas para ocupar posiciones de Alta Dirección en todo tipo de organizaciones, que incorporen conocimientos y herramientas claves para desempeñarse de manera profesional como Directoras de una empresa, incorporando la perspectiva de género a la hora de tomar decisiones. Además, que revisen sus proyectos personales y remuevan modelos mentales que las autolimitan. Llevamos nueve ediciones y 138 egresadas en Argentina y 24 del programa que se dicta en Miami. Por otro lado, está Cosa de Mujeres que propone generar un encuentro para potenciar las características emprendedoras, revisar y fortalecer la autoestima y creer que es posible lograr lo que cada una se propone. Está destinado a todas aquellas que quieran potenciar sus ganas de emprender proyectos propios o siendo parte de organizaciones y empresas.
P: ¿También trabajan con los sectores que tienen más dificultad para insertarse laboralmente?
R: La vocación es amplia. Creemos en la riqueza que aporta la diversidad. A través del Premio FLOR damos un reconocimiento tanto a empresas como a ONGs comprometidas en estas cuestiones. En 2016 la mención fue para Discar, Fundación que trabaja por la inclusión de las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo, en todos los ámbitos de la sociedad En 2017 premiamos a Diagonal, asociación civil abocada a reinsertar laboralmente a personas de más de 45 años. El trabajo de tercer sector, brindando herramientas y participando activamente por la consecución de sus objetivos, así como también el de empresas comprometidas por estas causas, es lo que permitirá a la sociedad mejorar de forma integral.
P: Hace años escuchamos que en Argentina está todo por hacerse y sin embargo hay gente que no consigue empleo. ¿Cómo podría resolverse esta paradoja?
R: Es verdad que ambas cosas se dan al mismo tiempo y resulta frustrante. Pienso que la perseverancia es una virtud de la que tenemos que armarnos todos si queremos prosperar. Desde ya que el Estado debe buscar la forma de incentivar al empresariado a invertir y expandirse, pero también ayudar a aquellos con dificultades de inserción, ya sea con legislación o apoyo específico.
P: ¿Ves una evolución en la sociedad respecto a la mirada hacia la mujer empresaria?
R: La sociedad efectivamente ha evolucionado. Cada año hay más empresarias y emprendedoras. Si bien ya no es tan extraño que estén al mando de empresas, el prejuicio sigue siendo grande y muchas deben hacer un esfuerzo doble: el propio de cualquier persona que quiere llevar adelante su empresa y el adicional por el solo hecho de haber nacido mujer y tener que demostrarle al resto que es tan capaz como un hombre. Por eso es tan importante que como mínimo, nos apoyemos entre nosotras, porque si no lo hacemos, ¿quién lo hará?
P: ¿Cómo imaginás la relación entre mujeres y empresas en la próxima década?
R: Las estadísticas internacionales respecto a la mujer, el trabajo y la brecha de género no son muy prometedoras: según el Foro Económico Mundial, requiere más de 100 años para cerrarse. En las empresas, las perspectivas son incluso peores: el foro calcula que la igualdad llegará en 217 años. Hay un proceso en marcha, pero es bastante lento, con avances y retrocesos. Siempre comento que no quiero irme de este mundo sin lograr que la realidad cambie. Por eso trabajo desde todo ámbito que puedo para acelerar el ritmo. Es una de las razones de ser del W20 a nivel global. Trabajamos muy duro para que los países miembros del G20 tengan una perspectiva de género en las medidas que vayan a adoptar. El hecho de que Argentina presida el trabajo este año, abre una oportunidad para que sumemos la perspectiva de un país como el nuestro, que tiene ciertos problemas distintos en comparación a algunos de los más desarrollados, pero que son comunes con muchos otros, como la mujer rural. En definitiva los países con más cuentas por saldar en materia de género, son los que más aportarían al cierre de la brecha de género global: con sólo pequeños cambios, mejorarían exponencialmente muchísimas mujeres.