Con la llegada del nuevo milenio y mientras atravesaba su adolescencia, Marcela Rauzi, emprendió con sus padres un nuevo desafío: crear una empresa, en el contexto de una Argentina que transitaba el dramático fin de la convertibilidad para hundirse en la última de sus grandes crisis.
La presidenta de ADIMRA Joven, Ingeniera Industrial y master en Administración Tecnológica y Estratégica, recordó los inicios de la compañía familiar. También analizó la evolución del rol de la mujer en el sector y el aporte de las políticas de género.
Marcela es, además, directora Operativa de Recomar Rauzi, PyME radicada en el Parque Industrial Plátanos, Berazategui, que produce máquinas para el prefabricado de hormigón y caños de hormigón. Actualmente genera 40 empleos directos e indirectos.
¿Tu familia estuvo de acuerdo con tu incorporación a la empresa?
Sí. Mi madre también trabaja para la empresa. En la metalúrgica hay muchas mujeres en administración y contabilidad, pero pocas dedicadas a la producción. Eso está cambiando. Trabajar en la PyME familiar es bueno, porque está presente la confianza. En toda sociedad hay rispideces, porque uno pone capital y otro trabajo. Cuando se trata de un negocio familiar, si es entre hermanos o padre e hijo, ese primer eslabón suele funcionar bien. Se complica al entrar parientes más lejanos o de otras generaciones. En nuestro caso somos primera generación y funciona todo bien. Tengo solamente una hermana que vive en el exterior y si en el futuro tuviera hijos, estaría muy bueno que se hicieran cargo de la continuidad. En algunos momentos trabajaron primos o tíos y era complicado manejar los salarios, reconocer las capacidades, es alto el riesgo de ser injustos. Hicimos un protocolo de empresa familiar. En él se establece que, aquel que quiera ser parte del directorio, debe tener un estudio universitario y que, si un Rauzi no termina el secundario, puede estar en producción y hacer el mismo camino que alguien externo a la familia.
Empezaste antes del 2001…
Entré joven, tengo 40 años. Abrimos la empresa con mi papá a fines del 99, principios del 2000. Me emancipé porque en esa época había que tener 21 para ser mayor de edad. Entonces era raro ver a una chica en una posición de liderazgo en una metalúrgica. Hoy es un poco más normal. Una de las cosas que estuvo bueno en mi casa, es que mis padres siempre fueron muy abiertos. Desde allí empecé a notar que está bien ser mujer y ocupar puestos donde no es normal. Es algo que tiene que enseñarse desde casa, a compartir las actividades del hogar y asumir otras responsabilidades en igualdad.
¿Cómo fueron tus inicios en la empresa?
Éramos cuatro. Mi papá, una contadora, un soldador y yo, haciendo todo. Lo que estuvo bueno fue que mi padre ya venía comercializando productos que importaba y en la época del presidente Menem hubo un quiebre muy grande porque empezó a abrirse la importación. Entonces él modificó su trabajo y empezamos a fabricar cosas localmente. Siempre contaba cómo fue su aprendizaje, porque hay que pasar por todos lados para saber y poder decir “con esto vamos a ir por acá”. La verdad es que me hizo hacer y aprender todo: los bancos, la parte administrativa, dónde poner los ojos… Hay una frase que es muy conocida, que define cómo las empresas quiebran por lo financiero y no por lo económico. Si tenés una sangría de un manguito que no estás viendo, quizás sea peor que hacer una mala venta, una mala compra de productos. Es una verdadera suerte trabajar con mi papá.
Es claramente tu referencia…
Siempre me dice “equivocate estando yo para que cuando no esté lo hayas aprendido”. Eso me parece fundamental tanto en esta delegación, como para idea de empresa. Tratamos de fomentar mucho el concepto de que nada se tiene que ir funcionando mal. Si algo salió mal por error nuestro, lo vemos y lo solucionamos acá. Evitamos que salga y le genere un problema al cliente. Empecé con este trabajo hasta más o menos el 2005 y luego, hasta el 2017, estuve mucho en la parte de ventas, porque vender tu máquina, es lo mejor que puede haber. En 2017 comencé a tener un poco más de injerencia en producción, a ver algunas cosas, modificaciones y demás y hasta la pandemia, donde todos conocimos el home office. Ahora estoy coordinando la producción, porque tenemos un buen departamento de ventas. Quizás sea lo que me faltaba para recorrer por completo la empresa. Igualmente, siempre trato de generar nuevas habilidades en la gente que trabaja con nosotros, la idea es que no sea necesario estar para que las cosas funcionen bien.
¿Ves avances en políticas de género en el marco laboral?
Algo indudable es que vemos cada vez más mujeres. En los últimos años hay muchas relacionadas a la ingeniería y eso está buenísimo. También veo gente que estudió otras carreras y empieza a dedicarse a lo industrial. Por ejemplo, nuestra contadora es especialista en metalúrgica. Sabe un montón de compras, pero también de tipo de bulones y otros insumos. Una vez hablaba sobre la importancia de las multinacionales y las grandes empresas. Pero la PyME es el corazón del país, donde uno consigue trabajo cerca de su casa, no tiene que moverse tanto. Es empleo genuino, donde está el dueño de la empresa, conoce el apellido de los trabajadores y sabe los problemas que tienen. Me parece que se empieza a valorar a la PyME y la mujer también adquiere más relevancia en la producción. Se detectan otros valores y habilidades que no teníamos tan claras.
¿Cuáles son?
Por ejemplo, en el sector de mecanizado, las mujeres somos muy detallistas; tenemos la capacidad de ser multitasking, estamos en una reunión, pero al mismo tiempo pensamos en el colegio de los chicos, lo que vamos a cocinar. Esa flexibilidad es una habilidad que califica en la PyME. Hoy vemos a un montón de mujeres en carreras como mecanizado, soldadura, control de calidad, porque se abrió un panorama. Otro tema es que la mujer destina mucho del salario para bancar a su familia y si se puede desarrollar, también lo hace su familia. Si consigue trabajo, con eso financia el estudio de su hijo y también lo lleva a una actividad extracurricular de contención, sea un deporte, idioma y trabaja más tranquila. Veo eso también por mi actividad como voluntaria dentro de la gremial industrial en ADIMRA, que después de 117 años tiene una secretaría general mujer.
¿Cuáles son las estrategias que se planean para romper el “Techo de Cristal”?
Cada día hay más mujeres en la industria metalúrgica. En ADIMRA Joven hacemos reuniones, capacitaciones. Lanzamos una Escuela de Liderazgo Industrial dedicada a generar nuevos dirigentes, porque si uno quiere ser bueno en su trabajo, dispone de un montón de oferta académica, posgrados, maestrías, diplomaturas… Para ser buen dirigente ¿cómo hace? La Escuela va fomentado esto, para saber, además, cómo representar bien a la institución. Somos unos 50 industriales jóvenes debajo de los 45 años, hay un montón de chicas. Por ejemplo, Candados SEKUR, es una empresa conducida por una mujer. A veces las mujeres no encuentran su espacio así que tratamos de fomentar esto. Es como armar un camino en un bosque. Vas tirando arbolitos para hacerlo. Nuestro rol es un poco ese, el de ir allanando el camino para que a la mujer que viene atrás en el rol de dirigente o liderando una metalúrgica, tenga un recorrido un poco más fácil.
¿En el caso de la brecha salarial crees que es necesaria una nueva legislación?
En nuestro caso, está claro que los hombres y mujeres, sean técnicos o profesionales, deben cobrar igual, estamos convencidos que debe ser así. Es bueno que esté el apoyo del estado. Por ejemplo, el programa TE SUMO, consistía en que, si contratabas a un hombre joven sin trabajo, descontaban el 50% de las cargas sociales y se trataba de una mujer el descuento llegaba al 95%. El ministerio de Desarrollo Productivo dio créditos para empresas y si eran lideradas por mujeres o había una mujer en el directorio, aplicaba dos puntos menos de tasa. Lo veo bien para que arranque la rueda e ingresen mujeres en la parte de dirección, que es lo que buscamos en ADIMRA. Desde nuestra militancia personal, queremos que se deje de hablar de la brecha de género. Ojalá logremos, de acá a cinco o diez años, que ya no exista. Porque el puesto que necesitas cubrir en un trabajo no depende de que seas mujer, hombre, trans o gay, no importa el género.
¿Cuál es el principal escollo que enfrentan las mujeres en el mercado laboral?
A nosotros nos pasó en la empresa. Mi papa tiene 72 años. Trabajaba en su emprendimiento, que tuvo que cerrar en el 95, con un contador y un licenciado en comercio exterior, todos hombres. Cuando empezamos esta empresa, contratamos a nuestra primera contadora. Me acuerdo que viví el cambio de su mentalidad, porque planteaba que pasaría si quedaba embarazada, cómo iba a seguir trabajando…En ese tiempo era impensado el home office. Creo que gran parte del problema de la inserción de la mujer pasa por pensar que la mujer con hijos va a faltar, porque tiene que llevarlos al colegio y otros prejuicios. Los líderes de las empresas deben abandonar esa idea. Soy vicepresidente de ADIMRA desde marzo del año pasado. No estoy en la comisión de Política Social, pero sí en la profesional, donde hay una abogada representante de Griferías FV. Cuando hubo que negociar una paritaria, en la pandemia y tenían que ir tres representantes de la gremial empresaria, me acuerdo que desde la UOM pidieron que no vayan mujeres. A todos nos llamó la atención. La orden fue “hoy lo aceptamos, la próxima no”. Pero me parece que no podemos aceptarlo. Lo mismo cuando vemos avisos de búsqueda de trabajo para un hombre de tanta edad y demás o como en el sindicato de camioneros. No vemos mujeres que manejan camiones y ahora tienen dirección hidráulica, pueden manejarlos mujeres. Es la principal brecha a resolver.
¿Cómo visualizás el futuro de las mujeres en los puestos de dirección?
Lo visualizo bien, cada vez más mujeres vamos a tener puestos de liderazgo. Estoy dentro del gabinete del Consejo Asesor del ministerio de Producción, en Cuestión de Género, que maneja Paula Basaldúa. Cada vez somos más quienes lideramos empresas o estamos como segunda generación. Ni hablar cuando es una empresa familiar. Tradicionalmente, en la industria, si alguien tenía dos hijos y una hija, los varones manejaban la producción y la mujer la parte administrativa. Eso cambió y lo tenemos que normalizar. Esperemos que de acá a cinco años sea normal que una mujer esté en producción. Dentro de ADIMRA está SPI Astilleros, de Mar de Plata, que tiene ingenieras navales. En Argentina, aroximadamente se reciben 10 ingenieros navales por año y dos son mujeres. Es increíble verlas al lado de una hélice de 10 metros de alto. La tendencia es que cada vez haya más porque además se empiezan a asociar. Una que sabe de nanotecnología y otra de informática, hacen una empresa que va a generar microchips. El liderazgo de las empresas va a andar bien, estaría bueno que en la producción de las empresas empiece a ver más espacio para las mujeres.
¿Qué consejo le darías a una mujer que quiere emprender en el ámbito empresarial?
Hay una frase de Rosa de Luxemburgo: “las mujeres tenemos que ser socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”. Humanamente somos distintos, fisiológicamente, en todo, pero socialmente tenemos que ser iguales. El camino es duro y difícil, pero tenemos que unirnos y nuclearnos con mujeres que nos sintamos identificadas para generar cambios. En ADIMRA tengo a mujeres como referentes. Isabel Martínez, en la industria autopartista, un sector súper machista; Rosana Cordero, también es de esa actividad; Cecilia Tineo, de FV y Nora Reznick. Son admirables y veo cómo se manejan. Es esencial rodearse de pares que te ayuden en la inserción. Tengo el caso particular de mi mamá, un gran ejemplo que siempre me dijo “lo que puedas soñar, lo puedes hacer”. Entonces, no hay límites y si alguien quiere ponerlos debemos ver la forma de saltarlos. Cuando Kamala Harris asumió como vicepresidenta de Estados Unidos, una de las cosas que contó fue que su mamá le dijo “sos la primera, no tenés que ser la última”. Es divino ese ejemplo, pero muy lejano. En el sector industrial y en el metalúrgico tenemos muchísimas mujeres cercanas que pueden contar sus experiencias. Aconsejo que se rodeen de líderes cercanas, hay un montón que pueden ayudarlas a abrir caminos y cambiar la cabeza. Me gusta mucho el concepto de red porque es como unir puntos, un sostén que también impulsa. Nuestro objetivo es una sociedad más equitativa en la parte metalúrgica. Voy buscando esas referentes que me indiquen cuál es ese norte.