Sobre el cierre de la semana el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) publicó los números que documentan en planillas lo que vemos todos los días en la calle, desde hace años, cada vez más.
Los argentinos desocupados suman 2.200.000, el 11% de la población económicamente activa; la cifra de subocupados asciende a 3.100.000. Se indica además que 780 mil personas dejaron de buscar trabajo, quizás decepcionados ante tanta búsqueda infructuosa o porque el mercado laboral registrado no les hace lugar.
Si bien las cifras reflejan el cierre del 2020, poco ha logrado remontarse en el primer trimestre del presente año.
Cuánto más repasamos los fríos resultados, más simple es entender lo que venimos padeciendo en esta parte del planeta. Del total de las personas empleadas, 3.400.000 son cuentapropistas y 8.200.000 asalariadas; 5.500.000 tienen descuentos jubilatorios y 2.700.000 no cotizan en la seguridad social. Una potente alarma sobre el panorama previsional futuro.
Pero hay algo más preocupante aún: de los 8.200.000 asalariados, 3 millones son trabajadores estatales. Es decir que la actividad productiva del sector privado, ocupa sólo a 5.200.000 argentinos.
El mundo del trabajo es cada vez más dinámico, por los avances tecnológicos, la nueva configuración industrial, la crisis del Covid- 19… Frecuentemente se escucha una respuesta casi automática, frente a la incertidumbre o el desaliento de quienes fueron despedidos o buscan su primer empleo. Hasta suena como un esperanzador consuelo: hay que “reinventarse”.
¿Cómo se reinventa quien está anímicamente quebrado? ¿Quién pasa hambre o no puede alimentar a sus hijos? ¿O aquél que no tiene una vivienda digna, no puede pagar los servicios o sus créditos? ¿Quién se siente disminuido por no poder sustentarse con su trabajo?
La idea de “reinventarse” es válida, simplificadora e indudablemente pragmática. Muchos lo intentan. Los vemos pasar a la marginalidad laboral con las herramientas que les permiten emprender, frente a la adversidad.
Pero, el concepto de “reinvención”, no debe limitarse a los individuos sin extenderse al Estado paquidérmico, de grandes gastos y escasa efectividad, que diariamente alimentamos.
El de repetidas propuestas fracasadas que multiplican la pobreza, minimizan el consumo, achican la economía, acrecientan la desigualdad, devalúan el país. Y aplicarse también a otras instituciones no gubernamentales. Hay que reinventar la sociedad y la Nación.
Ya es tiempo de archivar los lineamientos y las medidas que hacen que el sistema financiero siga explotando a las personas, exprimiendo el producto de sus esfuerzos. De dejar atrás la interminable creación de impuestos; las patoteras actitudes de quienes bloquean empresas y sólo generan la pérdida de fuentes de trabajo. Sepultar las improductivas y permanentes confrontaciones que espantan a las inversiones que imperiosamente necesitamos.
En medio de la crisis que nos cruza… ¿Quién puede encontrar algo positivo en la actitud de esmerilar la figura presidencial? Sobre todo, cuando la acción surge desde la propia coalición gobernante.
Transitamos un camino tortuoso. Por errores propios y la crisis global. Es el momento menos propicio para desacreditar públicamente a quien tiene la responsabilidad de conducirnos por mandato popular. Más allá de quienes lo hayan votado o no, atacar o ningunear a Alberto Fernández no es el mejor plan.
La clase política también tiene que “reinventarse”. ¿Todavía no aprendieron que si al gobierno le va mal a la mayoría nos irá peor? ¿O directamente no les importan la vida y el destino de la mayoría a la que le deben sus injustificados privilegios?
Cuando la ropa sucia no se lava en casa, sino a través de los medios, es porque imperan malas intenciones. A pesar del distanciamiento social, existen muchos ámbitos para discutir y debatir. De hecho, hace una semana se celebró un encuentro para entronizar al presidente del Partido Justicialista. Si los propios aliados, unidos más por el espanto que por el amor, no pueden unificar criterios, es una fantasía creer que se alcancen consensos con el resto de la sociedad.
Y seguirá siendo una ilusión pensar en un destino mejor para todos los argentinos.