Deudas y certidumbres a 38 años del regreso a la democracia

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1 noviembre, 2021

El 30 de octubre en todos los medios y los ámbitos deportivos del país se recordó a Diego Maradona. Fue su primer cumpleaños sin contarlo entre nosotros. La mayoría de los argentinos somos futboleros y es inevitable el reconocimiento al capitán del equipo campeón en México 86.

Pero mucho más importante es valorar que el 30 de octubre de 1983 los argentinos volvimos a ser soberanos. Ese día, Raúl Alfonsín fue elegido Presidente de la Nación, tras siete años y siete meses de la más dura y cruenta dictadura militar sufrida por la sociedad argentina.  

El 51.75% de los ciudadanos apoyó al candidato de la Unión Cívica Radical, que durante su campaña recitaba el preámbulo de la Constitución Nacional con un tono vibrante que emocionaba y conmovía a quienes lo votaron y a quienes elegimos otras opciones en el cuarto oscuro.

Siempre me pareció acertado conmemorar el 24 de marzo, la puerta al capítulo más trágico de nuestra historia como Día de la Memoria. Aunque no entiendo por qué no se celebra el 30 de octubre, que marcó uno de los triunfos más trascendentes de nuestra sociedad, como fue la recuperación de la vida democrática.

Porque, además, fueron meses intensos donde primaron las coincidencias. Los militantes de todos los partidos, aun los más distantes ideológicamente, compartimos sueños, esperanzas, la responsabilidad de respetar la decisión de la mayoría. Éramos más quienes militábamos, que aquellos que no lo hacían. No había miedo de comprometerse con las ideas, sino todo lo contrario. 

La bandera nacional, nos cobijaba por igual y el proyecto de construir un país mejor, era tan fuerte que motivaba el optimismo en los 4 puntos cardinales de Argentina.  

La primera incertidumbre, la que nos mantenía alertas, era si podría sostenerse la democracia. En el inconsciente colectivo estaban los golpes militares contra Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi, Arturo Illia e Isabel Martínez…

Entre todos logramos resolver ese primer y gran desafío y ante el menor movimiento amenazantes, ratificamos la unidad y nos movilizamos. Tenemos que valorar esa mística, que somos parte de la consolidación de la democracia y aunque haya muchas deudas todavía.

Es probable que el hecho de votar cada dos años y vivir casi siempre en campaña, haya hecho que no le demos a cada acto electoral, el valor que merece. Gracias a Dios, hay muchos argentinos que nacieron y viven en democracia. Pero eso no debe relativizar la importancia de elegir libremente, participar, proponer, debatir, aunque inconscientemente, todos aflojamos las riendas del compromiso. 

En esta casi cuatro décadas, se ganaron derechos, a través de gobiernos de distintos signos partidarios. Pero en el mismo recorrido, también se devaluaron obligaciones.

Y eso llegó a los elegidos, que no representan en los distintos poderes, que demasiadas veces, con sus decisiones contradicen la voluntad de las mayorías. Así, atravesamos este tiempo donde la opinión pública se llenó de dudas y sospechas en torno al accionar de los gobernantes y la justicia.

Los jueces que no tienen las mismas obligaciones tributarias que el resto de los ciudadanos, liberan condenados y alimentan la inseguridad, fallan según sus conveniencias personales para que no se enojen los gobiernos de turno…

El Congreso no se aprueba la ficha limpia, pero un Senador Nacional se hizo tiempo para proponer que se declare al 30 de octubre como “Día del Fútbol”, en relación al nacimiento de Maradona…

Y la permanencia de jubilaciones y pensiones de privilegio, que escandalosamente, benefician a ex integrantes del Poder Ejecutivo, sin distinción partidaria. Todo esto, sólo en la última semana.

Todavía pretenden asustarnos agitando los temores a ideas desestabilizadores o golpes blandos, cuando está claro que la amplísima mayoría rechaza cualquier intento de totalitarismo.

Es evidente que tenemos una gran deuda interna. No se encuentran soluciones a problemas críticos como la falta de trabajo o las deficiencias en materia de educación, salud, seguridad, vivienda, la pobreza y el hambre.

Hace casi dos años el actual gobierno anunció con la presencia de mediáticas personalidades la creación de la Mesa contra el Hambre. Allí trabajarían Estela de Carlotto, Marcelo Tinelli, Narda Lepes, entre otros, conducidos por el entonces ministro Daniel Arroyo. Se difundió mucho, se hizo poco. El hambre creció y un año después, otras de sus responsables, Victoria Tolosa Paz, dijo que nunca hubo presupuesto para esa Mesa y que era sólo “una consigna”, sin ponerse colorada. 

Hoy integramos una sociedad que no fue capaz de construir propuestas superadoras y se encuentra arrasada por la sucesión de malas decisiones en el manejo de la economía y la pandemia.  

Quizás sea bueno mirar un siglo atrás para comprender y asimilar lo que hicieron nuestros abuelos y bisabuelos, que trabajaron para modificar la realidad, no midieron sus esfuerzos ni esperaron el auxilio del estado para construir un país que se ubicó entre los mejores del mundo. Muchos de ellos eran inmigrantes y amaron esta tierra igual o más que los propios argentinos.

No se puede volver a esos tiempos, pero sí debemos aprender del pasado. Sin ir tan lejos, recuperar la mística que nos llevó a enfrentar al gobierno militar y plantar la semilla de la vida republicana.

Si desplazamos a la dictadura, ¿cómo no podemos hacer el país que tanto soñamos, si volvemos a poner en valor las ideas en un marco de libertad y respeto?

Dentro de dos semanas las urnas esperan que volvamos a expresemos. A pesar del desánimo que no podemos negar, tenemos que ir a votar. 

Con la misma fe y las convicciones, que tuvimos hace 38 años.

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