La economía argentina convivió mucho tiempo con propuestas económicas populistas. Esto nos llevó sistemáticamente a un estado en donde las empresas tuvieron que convivir con déficit fiscal, emisión monetaria e inflación, un cóctel que nos aseguraba una devaluación del signo monetario.
Por si esto fuera poco, las autoridades ejercían influencia significativa sobre el Banco Central que proponía tasas de interés negativas frente a la inflación, teníamos precios cuidados y cerrada la economía y se complementaba con tarifas subsidiadas. Claramente, esto no atraía inversiones, potenciaba el desempleo, el trabajo en negro y la pobreza. Ah… me olvidaba, los salarios eran muy bajos dada la escasa inversión.
En el escenario actual, el gobierno pretende poner orden al régimen económico preexistente. Es la antítesis del populismo. Propone superávit fiscal, no emitir y bajar los niveles de inflación. La expectativa de poder lograr estos resultados hizo que el dólar lejos de subir baje, y los argentinos demanden el peso, lo que le dio más valor a nuestra moneda. En los primores tres meses del año la inflación fue del 71% y el dólar MEP subió el 6,4%. El que apostó al dólar perdió.
El Banco Central está en camino de sanearse pero, para lograrlo, el gobierno colocó bonos en dólares en el mercado, incrementando el pasivo del Banco. La deuda remunerada en pesos sigue creciendo, pero no debemos descartar que el mayor orden hizo que las reservas sean menos negativas y el patrimonio neto del ente rector está en camino de mostrar patrimonio neto positivo.
Todavía falta que corra mucha agua bajo el puente para que el Central pueda levantar todos los cepos y que en Argentina los exportadores cobren en dólares. Y los importadores puedan traer mercadería sin pedirle dólares al Banco Central y estén capturados por altos impuestos como retenciones, impuesto país y otros. La tasa de interés de política monetaria es fijada por el Banco Central y es negativa contra la inflación. Esto no parece elegante en un gobierno libertario, pero se entienden las restricciones.
Las tarifas públicas están dejando de ser altamente subsidiadas, están en un proceso de recomposición de precios, que igualen los precios locales con los internacionales.
Este contexto, donde los precios en pesos son altos, los salarios son bajos y los precios en dólares lucen elevados por la baja del tipo de cambio, hace que los analistas económicos lancen conjeturas que tienen directa relación con el tipo de cambio. Por ejemplo, Argentina está cara en dólares, el tipo de cambio está retrasado o hay que devaluar para acomodar las rentabilidades.
Argentina está mostrando un cambio estructural en materia económica, lanzado por el Estado, pero que luce insuficiente si miramos el comportamiento de los agentes económicos, que siguen pensando como si nos gobernara un gobierno populista.
En el escenario actual, el ajuste gubernamental también tendrá que realizar correcciones para bajar el costo argentino. Esto se deberá producir vía baja de impuestos por parte del Estado y un aumento de la inversión por parte del sector privado. Las empresas deberán hacer el esfuerzo de ir a escala para incrementar las unidades producidas, bajar los costos unitarios y tratar de ganar espacio en un mercado altamente competitivo.
El gobierno, más tarde que temprano deberá tomar el camino de la baja de tributos. Ajustar la economía vía devaluaciones competitivas no fue una solución en el pasado, no lo será en el presente y mucho menos en el futuro.
Si alguien cree que estoy equivocado, que mire la cotización del Real y el Peso Mexicano en los últimos años. Lejos de tener monedas que se devalúan, se han revaluado y las empresas tuvieron que apostar por una mayor competitividad, inversión e innovación. En ambos países la tasa de interés es positiva contra la inflación y las empresas para ser rentables deben ir a una gran escala. Esto es lo que viene para Argentina.
Conclusión
La devaluación no es bajo ningún punto de vista la solución a los problemas de la economía argentina. La solución pasa por bajar la presión tributaria, pero antes hay que reducir el gasto público.
Los argentinos en el pasado compraban dólares como un acto de repudio a la pésima administración del Estado por parte de la clase política. Si actualmente la clase política tiene superávit fiscal, eso no hay que repudiarlo comprando dólares, hay que apoyarlo con inversiones. Ni pesos, ni dólares, una economía en marcha.
Derramar litros de tinta diciendo que Argentina está más cara que el mundo no nos llevará a ninguna parte. Debemos explicar que las devaluaciones reiteradas nos hicieron muy pobres y que, si deseamos salir de este problema, administrar mejor el Estado, bajar impuestos y reducir gastos es la mejor opción.
Ser eficientes es una tarea titánica. Un cambio en el plan económico hace que aparezcan nuevos ganadores y perdedores. Reinventarse, reconstruirse e interpretar el nuevo mercado es esencial para permanecer en el mundo de los negocios. El capitalismo necesita de ganadores y perdedores, si no fuera así no sería capitalismo.
El que se siga quejando que los precios son caros, a futuro los pagará más caros. El 56% de la población voto una propuesta de dolarización que es un estadio superior a la convertibilidad. La mayoría de los hombres de negocios vivieron la convertibilidad y sabían que los obligaría a más escala y eficiencia. Los que no conocieron la convertibilidad tuvieron la oportunidad de estudiarla ya que hay infinita cantidad de libros que grafican la vida de los años 90.
Hoy tenemos presidente por 4 años. Cambió la música y hay que cambiar el paso. El dólar dejo de ser una moneda objeto de deseo, vamos a una inflación en dólares que apunta a un 40% o más para el año 2024. Cuanto más guardes los dólares más vas a perder, el blanqueo es una posibilidad para aquellos que tengan dinero no declarado. El que lo tenga declarado y no se active, ya está perdiendo poder de compra.
Los bonos soberanos llegaron a valer U$S 18, hoy valen más de US$ 50. A despabilarse, porque cocodrilo que duerme es cartera.