Uno de los valores más apreciados en el campo, es el cumplimiento de la palabra empeñada, el apretón de manos que deja sellado comercialmente todo tipo de negocio. Quien la honra, pertenece al grupo de los confiables, de los serios, de quienes cumplen lo que dicen.
Después, están los que, comercialmente hablando, desaparecen. Llegan a una zona, realizan varias operaciones y de repente nadie más los ve. Solo quedan las consecuencias, los lamentos y las pérdidas.
Lo que resulta intolerable, es que quienes pertenecen o han pertenecido al segundo grupo, a los incumplidores, a los sin palabra, a los que se esconden o desaparecen o mudan de zona, se reciclen o intentan reciclarse en la función pública.
El campo detesta a estos oportunistas, que, tras un pasado oscuro, pretenden mimetizarse en un Gobierno nuevo. Resulta sencillo saber quién es quién, a la hora de elegir futuros funcionarios públicos. En el campo, decimos, “somos pocos y nos conocemos mucho“.
Hartos de corruptelas, chocolates y yates de lujo, esperamos con ansiedad, que quienes asuman responsabilidades de Gobierno, sean elegidos por la simbiosis de su preparación técnica y las conductas personales de su pasado. Sólo así, se podrá mantener la esperanza en un cambio surgido desde la política y que redunde en una nueva relación entre el Estado y los particulares.
Funcionarios probos, para una nueva Argentina productiva.
Por Carlos Castagnani, presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA).