En un contexto donde la economía argentina enfrenta múltiples desafíos, el consumo de carne en el país ofrece un verdadero caso de estudio. A pesar de la pérdida del poder adquisitivo, los argentinos no sólo han mantenido sino que han incrementado su ingesta de carnes en el último trienio.
Según revela un reciente informa elaborado por Rosgan, el mercado ganadero de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), entre 2021 y 2023, esta variable pasó de 109 a 113 kilos anuales.
La teoría económica sugiere que frente a una disminución del poder de compra, los consumidores tenderían a reducir su consumo de bienes más costosos, optando por alternativas más económicas. Sin embargo, este no ha sido el caso para el consumo de carne en Argentina.
A pesar de que el índice general de salarios aumentó un 152,7% en 2023, frente a un incremento del 211,4% en el índice de precios al consumidor, indicando un deterioro en el poder de compra, los argentinos han demostrado una notable resiliencia en su consumo de carne.
Inelasticidad
La carne vacuna, que registró un aumento de precio del 307% en el último año (superando incluso a otras carnes como el pollo y el cerdo, que aumentaron un 240% y un 254% respectivamente) ha visto un incremento en su consumo.
Este fenómeno sugiere una inelasticidad en la demanda de carne vacuna. Implica que, a pesar de los aumentos de precios, los consumidores no reducen significativamente su consumo.
El análisis profundo de los datos revela que, ajustando por inflación, el gasto real en carne ha disminuido ligeramente en los últimos tres años. Esto sugiere que, a pesar de los incrementos nominales en los precios, la carne en términos reales es más accesible que hace tres años, Particularmente la carne vacuna, que se encuentra un 11% más barata en términos reales que en 2021.
Esta situación podría atribuirse a una sobreoferta de este producto durante el último año, provocada por una salida acelerada de ganado debido a la sequía, en un contexto de demanda debilitada tanto interna como externamente. Sin embargo, Rosgan advierte que el panorama podría cambiar a medida que disminuya la oferta de ganado, lo que pondrá a prueba la verdadera inelasticidad del consumo de carne vacuna frente a futuros aumentos de precios.