Argentina se ha convertido en un laboratorio de ideas de económicas que tarde o temprano terminarán afectando la vida cotidiana de los argentinos y que se reflejará en un escenario de mayor inflación y devaluación del peso.
Por el lado del gobierno se avanza en la búsqueda de inundar la plaza de billetes en manos de los votantes, de distintas extracciones sociales y en forma indistinta si están bajo la órbita del Estado o del sector privado.
La eliminación del impuesto a las Ganancias para los asalariados, la devolución de impuestos para los sectores más afectados por la crisis como jubilados, monotributistas y beneficiarios a planes sociales, no hacen más que mostrar una conducta permisiva con el dinero del Estado, que más tarde que temprano se refleja en menores ingresos tributarios y una brecha más grande con los gastos. Ergo, mayor déficit fiscal.
El déficit fiscal,que es la diferencia entre los ingresos y egresos, está llamado a ser mucho más grande y financiado con emisión monetaria. En el mes de agosto el pago de intereses de las leliq y pases ascendió a $ 1,6 billones y en 12 meses totalizan $ 9,6 billones. La emisión del Banco Central para comprar bonos que financien al tesoro sumó en el mes de agosto $ 908.000 millones y en 12 meses suma $ 2,8 billones.
En 12 meses, por distintas razones, hubo una emisión de $ 12,4 billones, que medido a un tipo de cambio de $ 350 representan US$ 35.428 millones. Esto representa el 8,2% del PBI. Un verdadero disparate.
Este despilfarro a cuenta de un ajuste futuro, es el manotazo del oficialismo para ganar las elecciones. Sus consecuencias se verán en el primer trimestre del año 2024. Todo lo que se expande deberá contraerse y sin que medie una mayor inversión, la recesión será muy importante.
La contracara del gobierno
La oposición es otro laboratorio de ideas. El principal candidato con posibilidades de ganar las elecciones dice que llevará adelante la dolarización de la economía, eliminación del Banco Central, y un plan motosierra que no pagará el pueblo. Solo afectará a la casta política. Interesante, pero difícil de imaginar.
La Argentina no tiene dólares para llevar adelante una dolarización, pero el equipo de Javier Milei asegura que conseguirá el dinero para capitalizar al Banco Central y reducir el pasivo de las leliq en manos del ente rector. Después de esto vamos a la competencia de monedas, en el mientras tanto reducimos el déficit fiscal de la tesorería en 5%, pero sin afectar a la población. Casi como adelgazar y comer en exceso al mismo tiempo, pero sin hacer ejercicios.
Este interesante plan es apoyado por la sociedad y hoy es el que más adhesiones recibe. Ojalá no los defraude.
La candidata de Juntos por el Cambio comenzó diciendo que se eliminaría el cepo de un día para el otro, sin embargo, ahora tiene un equipo de economistas que plantea el bi-monetarismo, y va por el paso a paso. Luce más creíble, pero aburrido para la mayoría de los votantes que buscan la solución mágica o bien la inyección de dinero para resolver problemas puntuales sin importar el mediano plazo.
Hacia dónde vamos
El combo de un dólar planchado, suba de tasas de interés activas e intervención del Estado para controlar los dólares alternativos, nos colocan en un escenario económico altamente recesivo y sin posibilidades de crecer en el corto plazo.
Las empresas no tienen como cubrirse ante un desenlace de alta inflación y devaluación del peso pasadas las elecciones presidenciales. Los bonos que ajustan por dólar mayorista tienen tasas de interés negativas, los bonos duales tienen tasas de interés negativas, los bonos que ajustan por inflación tienen tasas de interés negativas, los bonos soberanos en dólares pueden ser re perfilados, y las obligaciones negociables bajo ley extranjera tienen una tasa de retorno en muchos casos similares al bono de tesorería americano.
En este escenario, el público se termina volcando por el tradicional dólar billete y se lleva a Washington a la caja de seguridad.
Conclusiones
Los actores económicos no desean seguir acumulando stocks, las empresas están sobre compradas en mercadería, esto generó una actividad económica superior a la normal y lo que podemos ver en los meses futuros una gran recesión.
Lo que más se escucha en la calle es no tomar decisiones hasta saber quién gana la elección y finalmente qué prueba de laboratorio se terminará aplicando. En este contexto las ventas caen y la necesidad de financiar los gastos de estructura apremian.
Creemos que el ganador de la elección presidencial estará en segunda vuelta. El dólar futuro octubre está en $ 400 y su tasa implícita es del 111,0% anual; el dólar futuro noviembre en $ 481,3 y su tasa implícita es del 177,9% anual; el dólar futuro diciembre está en $ 620 y su tasa implícita es de 265,7% anual y el dólar futuro enero está en $ 712 y su tasa implícita es de 271,6% anual.
Desde el mes de enero en adelante las tasas implícitas del dólar futuro descienden, con lo cual el mercado nos dice que la elección presidencial se definirá en segunda vuelta y que el ajuste del tipo de cambio será muy importante entre noviembre y enero ya que pasaría de $ 481,3 a $ 712 en apenas 60 días, con un aumento esperado del 62,3% en un corto período de tiempo.
Si el próximo presidente genera una alta devaluación del peso en 60 días, la recesión que se avecina será muy importante. Esta pérdida en el poder adquisitivo de la moneda nos traerá un verano muy difícil de sobrellevar. Toda devaluación conlleva un pase a precios, la inflación será de dos dígitos en el verano 2024 y de tres dígitos durante todo el año 2024.
El mercado se cubrió en mercadería, pero las empresas comienzan a mirar con preocupación que tienen muchos meses de stock y que tal vez el dólar billete sea mejor opción. Ya no hay dudas que en el verano veremos al dólar billete por encima de los $ 1.200, hoy a $ 680 el dólar MEP tiene un precio que es una ganga.