La economía brasileña creció el 2,4% el año pasado. En febrero, de nuevo, se batió el record en la generación de empleo en Brasil. Los salarios siguen subiendo por encima de la inflación. La inflación está controlada, por debajo del 6% anual.
Pero dos institutos – Ibope y Datafolha – publican encuestas más o menos iguales: el apoyo al gobierno habría caído entre un 6 y un 7%, según su interpretación, por “pesimismo económico”. ¡En una de ellas se llega al espantoso resultado de que la política de generación de empleo tendría el rechazo del 54% de la población, cuando se está prácticamente con pleno empleo en Brasil!
Otros elementos permiten entender estas paradojas. En la primera encuesta – Ibope es un instituto contratado permanentemente por TV Globo, juró en el 2010 que Lula no lograría elegir a su sucesor y José Serra sería el próximo presidente de Brasil – a la vez que se publica esa caída de apoyo al gobierno, se difunden los resultados de la encuesta para la elección presidencial y Dilma Rousseff sigue con el mismo resultado anterior – 43% -, derrotando a los dos candidatos de la oposición – Aecio Neves y Eduardo Campos – que, sumados, llegan al 22%. Es decir, Dilma vencería en primera vuelta, con lo cual se deduce que el descontento que buscan evidenciar con su gobierno no favorece a ningún candidato opositor, con la gente prefiriendo un nuevo gobierno del PT.
Como parte de su tradicionales manipulaciones, el instituto divulgó primero el resultado de la encuesta presidencial y, una semana después, aquella sobre el apoyo al gobierno, para dar la impresión que la primera habría sido superada por el movimiento de pérdida de apoyo del gobierno, cuando son partes de la misma encuesta, hecha los mismos días.
El otro instituto – Dadatolha – pertenece a uno de los periódicos opositores, una de cuyas directoras afirmó, en la campana presidencia del 2010, que, dada la debilidad de la oposición, la media asumía el rol de partido de la oposición. Y lo siguen haciendo.
Lo cierto es que, después de fracasar en el intento de desprestigiar al gobierno con otras campañas, la mídia se concentra en el “terrorismo económico”, buscado generar en sectores de la población el sentimiento de insatisfacción, de inseguridad económica. El país crecería menos de lo que podría, ello se debería no a la tendencia especulativa de los grandes capitales, sino a la falta de “garantías” de parte del gobierno por sus supuestas tendencias “estatizantes”.
Es esa campaña la que, según los institutos de encuestas, justificaría la pérdida de apoyos de parte del gobierno, aunque los candidatos opositores se mantienen en los mismos niveles y Dilma ganaría igual en la primera vuelta. El gobierno paga un precio por no haber avanzado nada en el debate sobre la falta de democracia en la formación de la opinión pública, con una mídia fuertemente monopolizada en manos de algunas pocas familias. Sigue aumentando las tasas de interés, como respuesta a las presiones de que habría riesgo inflacionario, especialmente en un año electoral, cuando lo que el país necesita son incentivos a las inversiones productivas y no a las especulativas.
Todo indica que Dilma Rousseff será reelegida este año, con buenas posibilidades de que lo haga en primera vuelta. Cuenta con un voto duro de los sectores más pobres: más del 70% en el nordeste de Brasil, más del 55% entre los de menor poder adquisitivo. Cuenta con la fuerza movilizadora de Lula, cuenta con candidaturas impopulares en la oposición.
Pero en el caso que no supere el cerco mediático impuesto por los monopolios de la oposición, no podrá imponer los niveles de crecimiento económico que el país necesita, para dar seguimiento al extraordinario proceso de democratización social inaugurado al comienzo de los gobiernos del PT, en 2003.