En el año 1837 el escritor Hans Christian Andersen escribió el famoso cuento “El Traje Nuevo del Emperador”, donde relataba que un rey muy preocupado por su vestuario y apariencia, fue engañado por dos embaucadores que lograron hacerle creer que le habían confeccionado un traje muy costoso que sólo los estúpidos no podían ver.
Así fue como engañaron a dos emisarios del Rey que, al ver la nada misma, dijeron que la tela era maravillosa convenciendo al Rey de la belleza del traje. Un día el Rey confiado salió a la calle con el supuesto traje y caminó entre el pueblo sin que nadie le dijera nada; hasta que un niño le gritó: “Majestad, usted está desnudo”.
Y así como aquel viejo cuento, en este 2020 un virus dejó al desnudo una cantidad enorme de postulados, creencias, ideologías, dogmas y preconceptos de nuestra sociedad moderna e, incluso, a nosotros mismos.
China, la máxima representación del Comunismo ocultó de manera irresponsable y criminal que un virus estaba en circulación por las calles de Wuhan. El que se expandió en días por el mundo dejando ciento de miles de muertes. No sólo ocultó el virus, si no que el Gobierno silenció al doctor Li Wenliang quien había alertado sobre la aparición de este nuevo enemigo.
Estados Unidos, una de las mayores potencias del mundo, símbolo de Capitalismo extremo, sucumbió a la peste y vimos como cientos de cadáveres eran apilados en camiones frigoríficos en las calles de Nueva York. Una potencia preparada para ganar guerras y fabricar toneladas de armamentos no pudo contar con un sistema sanitario preparado y en pocos días, se saturaron sus hospitales y se quedaron sin respiradores, algo tan básico.
Ambos extremos ideológicos negaron el virus y pusieron en riesgo la vida de miles de sus ciudadanos. ¿Dónde están los valores éticos de ambas ideologías extremas? ¿Quién es el ejemplo a seguir? Se caen las caretas ideológicas.
En Europa, creyeron que estaban exentos de ser afectados por el virus, cierta soberbia de pertenecer al primer mundo, a la elite del Planeta; y por ello pagaron un altísimo precio en vidas. En Brasil la arrogancia todopoderosa de un derechista a ultranza está llevando a la muerte a más de 40 mil brasileños.
A nivel local, en nuestro país también quedaron al descubierto la política, los dirigentes, los ciudadanos, los vendedores de humo, todos. No se salvó nadie y no saben a quién echarle la culpa por la pobreza estructural sin precedentes y un sistema sanitario deficiente que supieron conseguir.
Se cayó el velo que cubría “la realidad” que nos venden los políticos por años; y nos dimos cuenta que médicos y enfermeros, exponiendo sus vidas, cobran cinco veces menos que un diputado o senador, mientras éstos encerrados en sus casas están casi sin sesionar. Señores, “se les terminó el chamuyo” como se dice vulgarmente. Ya no aparecen más por los canales de televisión dando sus clases magistrales de “lo que hay que hacer” y cómo manejar el país. ¿Dónde están ahora? Apenas intentaron dos sesiones virtuales para justificar sus sueldos.
Pero … ¡Si ustedes tenían soluciones a todos los problemas en la campaña!
Hasta hace muy poco, una izquierda anquilosada centraba el problema de la Argentina de manera monotemática en aprobar la Ley del Aborto, como si viviéramos en países nórdicos. Los mismos que lavaron la cabeza a nuestros hijos para que odien a las fuerzas de seguridad 40 años después del Golpe Militar! Hoy vemos por la televisión a estos “guapos de barricada” y defensoras violentas del “feminismo” yendo con la cabeza gacha y el tupper en la mano a buscar comida que casualmente les preparan señores con uniforme verde oliva. ¿Qué ironía no?
¿Y dónde están los que levantaban pobres con frío en la calle y los llevaban a River? ¿Y los que se sentaban a la Mesa del Hambre? Escondidos en la cordillera. ¡Cuántos chantas ha dejado al desnudo esta Pandemia!
Y la lista sigue. Los sindicalistas que durante años se cansaron de cortar avenidas, calles y autopistas en nombre de los derechos de los trabajos y el hambre del Pueblo; hoy se los ve mansamente aceptar descuentos de salarios, suspensiones y no les importa nada si el personal de salud cuenta con las mínimas condiciones de seguridad para no contagiarse del Covid. Mientras tanto ellos pasan la cuarentena abrigaditos en sus mansiones.
Trabajadores de la salud, policías, personal de limpieza y todos aquellos que hoy están dando la batalla cobran sueldos de miseria, mientras la clase política sigue dirigiendo desde el estrado sin bajarse un solo de peso de sus salarios y a la par otorga bonos al personal del Congreso por un día de sesión ¿Increíble no? ¿Y la solidaridad que nos piden?
El virus nos pegó de una manera u otra a todos. Aquellos viajes programados y proyectos se cayeron como un piano. Nos damos cuenta de lo verdaderamente importante. De aquellas cosas simples pero verdaderas y valiosas. Saber que tenemos un vecino al que podemos ayudar. Estamos frente a una tremenda incertidumbre y el valor a la vida adquiere una significación muy especial. Lamentablemente la reflexión no entró en la conciencia de la clase dirigente y política, siguen en sus internas, en sus “miserables” peleas de poder tirándose muertos de una a otra región sólo para hacer campaña y seguir currando.
Por último, puedo concluir que viendo esta realidad como una película repetida cientos de veces intuyo que está llegando a un triste final. Las miserias de una casta política, sindical, judicial y de medios, está a la vista de todos como nunca antes. Entonces me acordé de aquel Rey del cuento de Andersen, y llegué a la conclusión que por más ropa elegante que nos pongamos … todos quedamos al desnudo.
*Por Carlos Cabral, escritor, Ingeniero y Máster en Administración de Empresas