Empresa familiar incorpora tecnología y produce hortalizas de calidad internacional 

Abastece gran parte del país y concretó exportaciones.

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5 febrero, 2024

Desde el cinturón hortícola del Gran La Plata, Olmo Verde produce anualmente 3.600.000 kilos de tomates, además de otros productos que llegan a las mesas de muchos argentinos. Pero la empresa también es reconocida como una de las plantineras más importantes del país.

La historia de este pujante emprendimiento familiar, la inició Julio Coltrinari, que con 18 años llegó de Italia en el siglo pasado. El destino quiso que en la localidad de Lisandro Olmos, comenzara trabajando como peón de quien posteriormente sería su suegro. 

Su empuje y tenacidad le pemitieron soñar con una gran huerta que, con el paso de los años continuaron su hijo Eduardo y su nieto Pablo, quien hizo un alto en la tarea para dialogar con Ser Industria.

Llegar a Olmo Verde es encontrarse con un gran establecimiento donde todo está prolijamente planificado. Las oficinas de atención a los clientes, los galpones de empaque, invernaderos inteligentes, laboratorios, plantineras, despiertan inmensidad de preguntas. Precisamente Pablo, socio- gerente de la empresa y presidente de la Asociación de Productores Hortícolas de La Plata, las fue respondiendo en detalle durante el recorrido por las áreas productivas.

¿Cómo nació Olmo Verde? 

Soy tercera generación de esta empresa familiar. Mi abuelo Julio llegó de Italia cuando tenía sólo 18 años. Él comenzó a desarrollar la  horticultura, la producción de tomates. Luego Eduardo, mi padre, ingresó al mercado para manejar la comercialización. Y posteriormente llegó el momento de sumarme. Con mi padre, implementamos la producción de  plantines y la venta de los insumos que requieren los productores. A la oferta de plantines hortícolas, agregamos fertilizantes, remedios y todo lo necesario para mantener las plantas y la producción. En forma paralela tenemos la producción hortícola. El 80% del trabajo se relaciona con los tomates, incluyendo la variedad de cherrys. Tenemos un nivel importante de tecnología y mecanización, especialmente en el área de  empaque y el tramo final hacia la venta. También producimos morrones, berenjenas, zapallitos, alcauciles, pepino… Son complementos. 

¿Tu abuelo comenzó en este mismo lugar? 

Sí, Julio creció de a poco. Cuando vino de Europa arrancó como peón de quien luego fue su suegro, el papá de mi abuela. Así se conocieron y luego de casarse, le compró la quinta. Eran 6 hectáreas, después adhirió otras 6, luego 14 y así fue creciendo en forma progresiva.

¿En qué etapa comenzaron a incorporar tecnología? 

A partir de los 90 empezó una revolución agrícola grande con la implementación de los invernaderos y el riego por goteo. Eso marcó un cambio significativo en la horticultura. Originariamente todo se hacía al aire libre, con el riego por surco. Pero, desde entonces, se fue adoptando tecnología israelí, se tomó mucho de ese país.  Después, se fue tecnificando con los riegos computarizados, autónomos y promediando los 2000, se sumó otro tipo de tecnología, yendo a una horticultura más integrada, más biológica

¿Qué elementos fueron aplicando?

Se arrancó con los fertilizantes solubles y el requerimiento de ingenieros y  técnicos agrónomos. Se hicieron los primeros planes de fertilización, manejo integrado de plagas… Lo último fue el desarrollo del empaque. Se empezó a trabajar en el packaging, cuidando la salida de la mercadería. Para ello hacemos una buena clasificación y selección de productos.

¿Qué función cumple el laboratorio?

Es un área que incorporamos aproximadamente en el 2005. En el concepto de brindar siempre lo mejor, vamos  sumando nuevas capacidades y tecnologías. Trabajamos en la elaboración de nuestro propio fumigante, el uso de agua electrolizada, de ozonos… Permanentemente buscamos mejorar los productos y bajar los costos de producción. 

¿Los injertos se enmarcan en ese concepto? 

Sí, porque se trabaja para que las plantas resistan más enfermedades. Hay que recordar que antiguamente, cada productor hacía sus propios plantines. En la actualidad, los compran y nosotros los hacemos con mucha dedicación y todo los cuidados. 

Más allá de la eficiencia y la salud de la planta, ¿mejora la calidad de los productos? 

Sí, por supuesto. Siempre estamos hablando de un producto con mejor trazabilidad,  más inocuo, más sano, más natural. Ahora, estamos buscando que el sabor vaya anexado también a una buena post cosecha.

En la zona es muy característico el “tomate platense”. ¿Qué lo identifica? 

El tomate platense tiene mucha agua, es muy blandito. Entonces, cuando uno lo lleva hasta la verdulería, casi la mayoría se pudre, no se puede vender. Por eso buscamos tomates más estructurales, más duros, de piel más gruesa y buen sabor. Cuando la fruta se saca de la planta, empieza su deterioro. Todo tiene su complejidad, porque uno cosecha y el producto llega al consumidor 4 o 5 días después. Es necesario que mantenga una firmeza, que no se arrugue, que no se marchite y que a la vista sea un producto activo para que el comprador lo elija. 

¿Cómo se relacionan el volumen de producción y la demanda? 

Actualmente, al tener un producto de mayor excelencia, siempre estamos faltos, la demanda supera a la producción. Ocurre, además, que por falta de mano de obra, el volumen no puede aumentarse. Estamos muy escasos de personal. Esta situación se repite en todas las economías regionales: la lana, los cítricos, la yerba, todo tipo de frutas… 

¿Cuál es el motivo? 

Hoy la gente no trabaja regularmente, son golondrinas… Sabemos que en un determinado periodo del año, la cosecha, va a necesitar mucha mano de obra y no podemos tenerla… Los planes sociales, financian a las personas y las alejan del trabajo.  En los primeros 10 días del mes, como se cobra la tarjeta, no hay trabajadores, pero en los últimos 10, 15 días del mes vienen a pedir que los tomemos.  Además, es muy difícil lograr que cumplan con la asistencia. Hasta hemos tenido la experiencia de un día con ausentismo total. Esa falta de continuidad no sirve, porque cuando la producción está, no espera. Eso impide crecer y producir más. 

¿Cuánto producen anualmente? 

El tomate, nos da alrededor de 3.600.000 kilos. Después, el morrón rinde mucho menos, berenjena menos, 140.000 kilos. No lo tenemos bien estipulado porque a veces hacemos más hectáreas de un producto u otro.

¿Cuál es el destino de la producción? 

Nuestro lugar de comercialización está en el Mercado Central. Después  abastecemos a otros puntos del país como Bahía Blanca y el sur, donde estamos trabajando con la cadena del supermercado La Anónima. Ellos cubren desde la provincia de Buenos Aires para abajo. Así llegamos a Bariloche y otras ciudades importantes, pero ya no depende de nosotros. A su vez tenemos clientes en Santa Fe, Rosario, Mar del Plata, Paraná y Córdoba. Depende de la demanda y la producción que tengamos. 

¿Hay alguna posibilidad de exportar? 

Hemos intentado con Brasil y Paraguay, pero a veces no nos está dando el tipo de cambio, entonces hay que sacar bien los números. Hay que trabajarlo, no es difícil. Vinieron brasileños y paraguayos a cargar y la mercadería llegó sin problemas.  Obviamente, se envía con otro tipo de maduración,  más verde, para que llegue en óptimas condiciones. 

En el empaque hacen una selección muy minuciosa y se descartan tomates. ¿Qué hacen con ellos? 

Si, la selección se hace por tamaño y color. Mucho descarte se entrega a los Bancos de Alimentos de La Plata y Buenos Aires, que hacen su propia diferenciación. Lo que está más apto va directo al consumo. En el caso de La Plata, una parte se procesa para hacer una salsa que se congela y se utiliza principalmente en época invernal. Ahora también comenzaron a hacer dulces.

¿Ustedes podrían industrializarlo?

No lo hemos hecho por dos razones. Una porque, como productores, para manejar una planta industrial no tenemos tiempo.  Necesitaríamos apoyo o una especie de cooperativa que se dedique a la planta. Además, tenemos producción desde noviembre y durante cinco meses no tendríamos nada para hacer. No sería lógico instalar una productora de alimentos que esté parada tanto tiempo. 

¿Buscaron socios?

Hasta ahora no pudimos encontrar una persona con la decisión de poner la planta. Nosotros entregaríamos nuestro excedente para conformar la sociedad. Ese sería el esquema ideal, porque podría hacerse puré de tomate y otros productos. Una posibilidad es hacerlo con la Universidad Nacional de La Plata.

Atravesamos una etapa de altísima inflación que pega fuerte en los bolsillos. ¿Cómo afecta al precio del tomate? 

El modo de establecer precio es el juego entre oferta y demanda. La inflación no nos toca. Por ejemplo, para hacer un número redondo, supongamos que el precio es $ 5.000. A lo mejor vos entraste al mercado, hay mucha oferta de tomate y tenés que venderlo a $2.000, $1.500 los 20 kilos, porque si no vendés, tenés que tirarlo. O se puede dar la situación inversa, como ha pasado estos últimos tiempos. Hay muy poco tomate y sube. Eso puede suceder con el morrón, la lechuga o cualquier verdura u hortaliza. 

¿No  se especula guardando mercadería?

No, eso a veces lo dicen los noticieros, pero los productores no guardan en cámara, es un producto perecedero. Con frío y humedad se pudre,  más de tres días no se puede bancar. Además, va perdiendo calidad. Por eso, en nuestro caso, la inflación no tiene nada que ver. A  veces sucede que el INDEC dice, que el Índice de Precios sube porque se dispararon el tomate, la papa y la lechuga,  pero cuando bajan, no dice nada. Eso es un mito.

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