Pasión por el whisky y tenacidad por el emparedamiento están a punto de alumbrar el primer single malt de elaboración nacional, en una partida limitada de botellas numeradas que ya esperan clientes en Estados Unidos, Rusia y Francia.
La Alazana es una destilería artesanal emplazada en las inmediaciones del lago Puelo, provincia de Chubut, paralelo 42 de la Patagonia argentina. Ahí, con el escenario majestuoso de los Andes cuyas aguas de deshielo suministran el insumo fundamental para la elaboración del noble producto, los responsables del emprendimiento, Néstor Cerendelli y Pablo Tognetti, cuentan los días para brindar con el resultado de su proyecto.
“En principio, vamos a salir al mercado con una partida limitada de tres años de añejamiento, pero tenemos el objetivo puesto en una obra a diez años”, precisa Cerendelli, un comerciante local que resignó tiempo y ganancias en pos de cumplir el sueño del whisky propio, con su socio doctor en Física.
Como tantos residentes de la región con inquietudes en el rubro, ambos habían experimentado con el destilado de licores de fruta fina, pero el proyecto de elaborar un single malt con ingredientes locales era elevar la apuesta a otro nivel.
“Hicimos una inversión importante, pero imposible de cuantificar –reseña Cerendelli–. Porque implicó años de investigación, estudio y viajes para asesorarnos con quienes más saben de whisky: los escoceses”.
Monitoreado por la Scotish Whisky Association, con sede en Edimburgo, el producto de La Alazana cumple con todos los requisitos para su registro como single malt de calidad premium.
“Les impactó la calidad del agua casi hasta la envidia y mostraron en todo momento un respeto muy grande, porque estamos elaborando el mismo productos que para ellos es un emblema nacional”, reseña Cerendelli, quien reside en una chacra del paraje Las Golondrinas, donde ademas desarrolla un emprendimiento de equinoterapia.
En la interna, los argentos no tardaron en descubrir que la asociación no ve con buenos ojos la adquisición de marcas nacionales por los grandes jugadores del mercado mundial de bebidas y este tipo de emprendimientos serios y artesanales generan una corriente especial de empatía.
Sentimiento que se reprodujo en cada etapa de la elaboración con los proveedores nacionales.
“El 80% del single malt tiene un paso por barricas de roble importado de EE.UU. que contuvo bourbon y el restante 20% fue añejado en barricas que contuvieron jerez y fueron provistas por la empresa familiar Hagmann, de San Juan, que no nos pidieron un peso”, subraya el emprendedor.
Institucionalmente, La Alazana está reconocida como miembro del Scotish Club y forma parte de una asociación de destilerías artesanales.
Su producto es resultado de la fermentación de malta de una sola destilería, de ahí su denominación, y está destinado a competir en un segmento premium para entendidos, capaces de pagar una diferencia considerable con un whisky importado aún de primera marca.
“Nuestra apuesta fue generar algo de calidad, después, las ventas llegan solas”, descarta Cerendelli, citando el interés ya demostrado por clientes de Estados Unidos, Francia y Rusia para el año que viene.
“Las dos primeras botellas ya están en Buenos Aires, fueron una donación al Museo del Whisky que se inaugurará próximamente en Belgrano y expondrá todas las marcas del mundo”, reseña.
Pero la presentación oficial se concretará en noviembre próximo, respetando las más puras tradiciones patagónicas.
“Queremos hacerla acá, en La Alazana, con cordero de la zona y sirviendo el single malt para amigos e invitados. Será muy especial y bien nuestro”, anticipa.
Cómo es el proceso
– Los ingredientes que se utilizan para elaborar el whisky son: malta de cebada, agua y levadura malta.
– La malta llega a la destilería en forma de grano entero y pasa por un molino, para permitir el acceso al agua durante la maceración.
– Se vierte la malta molida mezclándose con agua caliente y se deja reposar. El calor, la humedad y las enzimas de los granos crean el medio propicio para que los almidones de la malta se conviertan en azúcares fermentables, y puedan trabajar las levaduras.
– En la destilación, aumenta la concentración de alcohol.
– El producto obtenido es un aguardiente incoloro, que es puesto a envejecer en barricas de roble, al menos por dos años, según exige la legislación argentina.