Juan Domingo Milei

Hay una matemática del poder que a veces el oficialismo no comprende. |Por Carlos Fara.

10 agosto, 2024

¿Los sucesos que involucran a Alberto -más allá de las respectivas derivas judiciales- afectan políticamente al kirchnerismo? Obviamente no lo ayuda a construir una imagen positiva o renovada. Sin embargo, la afectación eventual debe ser analizada en función de 3 factores:

1) la importancia del personaje (Alberto complica más que Alperovich o Espinoza);
2) la reacción de su fuerza política (en este caso la tendencia está más orientada hacia la condena) y
3) si el delito en cuestión es del orden privado o público.

Recuérdese siempre esto: no todas las crisis afectan de manera permanente; algunas solo lo hacen de forma transitoria ya que, una vez pasada la novedad, el impacto en la opinión pública muchas veces se diluye. Las que realmente dejan huellas duraderas son aquellas que afectan a los principales clivajes de una sociedad, como clásicamente ocurre con las crisis económicas.

Desde este punto de vista, si mañana se hiciese una encuesta sobre la imagen de Alberto, sin duda bajaría a los mismos infiernos. Pero ¿eso afectaría de manera negativa también a Cristina? Es posible, pero solo mientras dure la novedad. Luego los valores tenderán a volver al registro previo a la crisis, tarde o temprano. Cada lector o lectora tendrán su propia opinión ética sobre lo que se denuncia, pero la cuestión difícilmente modificará algo del tablero político, sobre todo porque el protagonista de las noticias es “un muerto político”. Muy diferente sería la situación si eso le ocurriese a Mauricio Macri, una figura que está remando para retomar un rol protagónico de sí mismo y de su partido.

¿Todo este descalabro lo favorece a Milei? Desde ya que lo ayuda en la diferenciación sobre un pasado inmediato que se percibe muy negativo y reafirma la decisión de muchos votantes que optaron por el libertario ante el “pasta o pollo”. Al final, la opinión pública se construye comparativamente: ¿estamos mejor con Javo? ¿Comparado con qué? La contrafigura del Alberto en desgracia fortalece la idea que era necesario un cambio mayúsculo en muchos aspectos, no solo en el económico.

Las cosas más importantes del escenario pasan por los mercados internacionales, la economía local, el Congreso y la justicia. A Japón le estalló una burbuja, a China ya le había explotado y en EE.UU. se reclama que baje la tasa de interés porque el dinamismo tocó techo. Obviamente Argentina entra en el sube y baja con riesgos y oportunidades.

El contagio oriental no es bueno para un país que exporta mucho hacia allá, pero si la Fed baja la tasa, el valor de los commodities se potencia, aunque no hay mucho efecto por un rato largo. La cuestión central durante mucho tiempo será si Toto tiene o no los dólares para ir pagando. Los mercados dudan pese al convencimiento del ministro. Obtener un Repo se ve complicado, el oro que se fue no es garantía suficiente y los agoreros de siempre empiezan a preguntarse si se debería pensar en un nuevo default.

Otro ámbito muy activo es el judicial. Primer acto, el calabrés dice que no apoya a Lijo (o sea, el ex presidente llegó a la conclusión que el juez federal no se las va a hacer fácil en la causa Correos; “Cris, empújalo vos, si querés”). Segundo acto, el hermano de Mauricio lo acusa de lavado, lo patrocina un abogado K y la causa cae un juzgado que subroga… ¿adiviná? Sí! Lijo! Tercer acto, la Cámara Federal Electoral dice que no le consta que Calcaterra haya hecho aportes de campaña al FdT, argumento utilizado por el empresario para zafar en la causa Cuadernos (traducción: 1) “de acá –gesto soez- vamos a avalar el imaginativo atajo jurídico de Casación”; y 2) “entonces, si todos los de los Cuadernos hacían aportes de campaña, nosotros que los debíamos controlar, ¿no nos dimos cuenta? ¿O fuimos cómplices?”, acompañado de un segundo gesto soez).

Con la advertencia de Mauricio de no apoyar al juez que lija, la pone a la Pato en una situación incómoda, asociada al mismo deseo que Cristina. La jefa –que no gana para disgustos entre Maduro y Alberto- seguro que debe estar pensando “ah, pero ¿yo tengo que juntar los votos y poner la cara por algo que se le ocurrió a Milei? (va otro gesto soez)”. Si esto es así, quizá la lija se haya desgastado antes de tiempo.

Siguiendo con el ex Emir de Cumelén -que tuvo que dejar ese dorado destino para volver a arremangarse- cabe una reflexión sobre por qué difícilmente el Presidente le solicite a su ¿aliado? cuadros del PRO para gestionar:

1) tener una quinta columna adentro del gobierno no le gusta, ni le interesa;
2) que nadie piense que entonces Mauricio controla algo de la gestión a control remoto; y
3) la más importante: ¿para qué quiere Milei a funcionarios con experiencia si él cree que, si arregla la macro, el resto vendrá por añadidura? Es una gestión repleta de áreas que no funcionan, no solo porque no tienen presupuesto, sino porque desde la cúpula creen que son irrelevantes, y quizá, innecesarias. Nombran a interventores para regularizar organismos, pero sin recursos, por ejemplo.

Los “perros de la calle” se pasan facturas todo el tiempo. Frente al informe crítico de la fundación macrista y el acto de la semana pasada, el gobierno se la devolvió no cumpliendo con el primo el acuerdo por los recursos porteños y quiere quitarse de encima los subsidios a las líneas de colectivo que no dependan del ámbito federal. A su vez, un acuerdo de los dialoguistas PRO, radicalismo y pichettismo le está por birlar un asiento en la Auditoría General a los libertarios. Por último, entre otras cosas, Pichetto hizo caer una sesión en Diputados porque no le cumplieron un acuerdo. Hay una matemática del poder que a veces el oficialismo no comprende.

Mauricio Claver Carone, ex presidente del BID, fue echado del cargo por una denuncia sobre una relación impropia para las reglas del organismo. Se rumorea que Guillermo Francos fue el hábil operador de la misma. Ahora, ese asesor de Trump, dijo que el gobierno de Milei aplica “políticas peronistas”. Parece que es complicada la relación con los que se llaman Mauricio…

Por Carlos Fara. Consultor Político.

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