Tres minutos de horror y una noche de pesadilla: así vivieron muchos chilenos el terremoto de 8,3 grados que sacudió el centro-norte del país y la posterior vigilia por el tsunami y las decenas de réplicas.
En Illapel, una pequeña localidad en el norte de Chile, cercana al epicentro del sismo que dejaba hasta ahora diez víctimas y un desaparecido, la luz del día reveló las marcas de la tragedia.
Entre los escombros de un muro caído, Ana Cortes, de 35 años, rememoró lo que fue la noche: “Fue el momento más espantoso, el horror más grande que se puede vivir (…) se movía todo y no terminaba nunca”, relata a la AFP.
Algunas casas construidas de materiales livianos en el suelo, la destrucción de estanterías en comercios y el caos del cementerio local con decenas de cruces, jarrones y tumbas hechas añicos constituían el panorama que mostraba Illapel pocas horas después del sismo.
“Vivimos una noche de pesadilla, el movimiento fue mucho y fue largo, demasiado largo y siguió con las réplicas, fue terrible”, comentó María Ramírez, mientras barría la puerta de su casa ubicada frente al cementerio.
“No podía mantenerme firme, pero por suerte logramos salir vivos”, agrega.
Una odisea
Llegar a Illapel se constituyó en toda una odisea para los turistas que el sismo pilló en la ruta en víspera de un fin de semana largo, o para quienes fueron hasta allí para reunirse con familiares tras el sismo. Igual para los equipos de prensa que se trasladaron inmediatamente al lugar.
Recorrer los 230 km que separan a Illapel de Santiago llevó unas diez horas sobre la ruta cinco, que une a la capital con el norte del país.
En un trayecto que demora habitualmente menos de la mitad, el viaje se volvió eterno luego de que la policía cortara la ruta en varias partes donde el camino se acerca peligrosamente al mar mientras la alerta de tsunami estaba vigente.
“Lo peor fue estar en la ruta cuando pasó todo. El temblor fue tan fuerte que me costó controlar el auto, pero lo peor era saber que mi hija estaba en mi casa sola”, comentó con voz angustiada Freddy Gómez, vecino de Illapel, que logró llegar a su ciudad en la noche.
Con a luz del día y lejos del caos de la noche, la ciudad comenzaba a levantar los escombros y a pensar ya en el próximo terremoto, “porque así es nuestro Chile, aunque nunca vamos a acostumbrarnos”, dijo Gómez.
Fuente: Infobae