En Brasil, el sector es parte de las soluciones de corto y mediano plazo en cuestiones sociales, educativas y productivas. Por qué está en la agenda. (*)
Las noticias sobre la cantidad de barcos a construir por Brasil al inicio de cada año siempre son impactantes. No son datos aislados ya que a ellos se le suman otros vinculados: construcción de 11 nuevos astilleros hasta el 2020; un Fondo de Marina Mercante (FMM) que destina 2,75 mil millones de euros para navieras y astilleros para la financiación de sus proyectos. El FMM financia hasta un 90% del valor de los proyectos, con excepción de las embarcaciones para el transporte de pasajeros las que en función de su relevante interés social pueden ser financiadas íntegramente. Esto genera una demanda laboral que creció de 2.300 puestos de trabajo en astilleros (2003) a más de 80.000 (2014); una industria naval brasilera que es la cuarta mayor del mundo en la categoría de buques en general y la tercera en número de petroleros (Petrobras); inversiones en el sector por R$149.500 millones; una tasa de crecimiento medio del 19,5% anual para la industria naval y del 6,1% para la industria navalpartista (2000-2010); y órdenes de construcción hasta el 2020 que incluyen más plataformas petroleras y de perforación, petroleros, graneleros y hasta submarinos.
Pero lo esencial aquí no son los números sino el origen y las consecuencias. Porque el origen no sólo es la demanda del sector petrolero (offshore) y gasero, y la consecuencia no sólo es el fortalecimiento del mercado.
En el 2008, el presidente Lula establecía un paradigma común para ambos países: “no es posible que un país que tiene casi el 95% de sus productos transportados vía marítima, no tenga muchos navíos de bandera propia”. Luego, la presidenta Rouseff sostenía que “si hoy Brasil tiene una de las menores tasas de desempleo del mundo es porque varias industrias fueron retomadas, incluida la naval”.
Con inclusión
La esencia de esta realidad se basa en la decisión política del Estado brasilero de también incluir efectivamente a la industria naval en su agenda, y en la práctica, tanto política como estratégica, expresada por medio de normas que incluyen aspectos de promoción e incentivos elementales para toda industria que se quiere desarrollar. A esto se suman actitudes concretas, porque sin aplicar estos elementos conjuntamente no hay posibilidad seria de concretar ningún modelo ni proyecto. Se generó así un involucramiento de todos los actores (trabajadores, técnicos, profesionales, empresas, inversores, etc.) del sector propiamente dicho y de la sociedad brasilera en general que pasó a ser parte activa de su propia industria naval. La industria naval se convirtió en parte de las soluciones de corto y mediano plazo de cuestiones sociales, educativas, y productivas que debe enfrentar un país tan rico en recursos y, a la vez, tan necesitado en alcanzar mejores niveles de distribución, equidad e inclusión social. Así, Brasil le ha ido dando una nítida y amplia visibilidad este rubro clave para la economía y el desarrollo de un país.
La comunidad de intereses de Brasil y Argentina nos encuentra también en la comunidad de ciertas problemáticas y soluciones. Por ello, juntos se deben reemplazar las falsas competitividades por visiones asociativas. Se debe profundizar la complementariedad progresiva, apoyar proyectos cooperativos tanto entre empresas del sector naval y de las navipartes como entre las universidades e instituciones de investigación científica y tecnológica (generación de energía; automación, software; medio ambiente; etc.); e incrementar mutuamente la capacidad de agregar valor con estrategias de reducción de costos. Asimismo hay que desarrollar proyectos de ingeniería y construcción naval conjunta o directamente desarrollar estas alternativas en nuestro país sin afectar a la poderosa industria naval brasilera.
Todos sabemos que a pesar del importante esfuerzo hecho por todo el sector naval brasilero existen aún puntos críticos que no han podido superarse o que no se los podrá resolver en el corto o mediano plazo. La complementación entre ambos sectores navales podría resolver estas dificultades además de beneficiar directamente a las comunidades educativas, académicas, laborales, sociales, tecnológicas, profesionales, empresarias e institucionales de Brasil y de Argentina. Juntos se lograrían mayores y mejores niveles de cumplimiento, efectividad y competitividad internacional porque, en definitiva, las batallas no son ni serán entre nosotros sino contra fuerzas financieras y especulativas donde la única industria naval que vale es la que cotiza en bolsa.
(*) Por Miguel Ángel Sánchez, Presidente de la Asociación Bonaerense de la Industria Naval y coordinador de la Mesa Nacional de Concertación de la Industria Naval Argentina.