El coronavirus golpeó y sigue golpeando nuestra vida cotidiana, la muy debilitada economía argentina y además posterga sin fecha muchas expectativas que todos teníamos, antes de que comenzara esta larga cuarentena.
Pero hoy debemos abrir los ojos, despojarnos del centralismo histórico y dañino, para celebrar que la mayor parte del país, de a poco, recupera la normalidad.
Suena lógico pensar que, cómo la enfermedad afecta a la cabeza, es decir el Área Metropolitana Buenos Aires, sus efectos se sienten en muchos rincones del territorio nacional que, de uno u otro modo, se hicieron dependientes de lo que sucede a orillas del Río de La Plata.
Porque allí los contagios aumentan y la actividad se paralizó, a pesar de los permisos a los runners y la apertura de algunos comercios que tienen que gastar lo que no generaron para cumplir con los protocolos de control sanitario. La región cuya capacidad industrial instalada cayó en mayo al 42%, superando a lo sucedido en la crisis de 2001, cuando bajó al 48%.
Y es el lugar donde el Estado destinó la mayor parte de los recursos para aguantar la tormenta viral. IFE, créditos para Pymes, subsidios para pagar salarios, postergación de vencimientos impositivos, suspensión de corte de servicios, suspensión del cierre de cuentas bancarias, extensión de plazos para presentar cheques, congelamiento de tarifas, alquileres, suspensión de desalojos y una sumatoria de medidas y costos que cuando esto pase deberemos saldar entre todos.
Sin dudas se avecinan tiempos durísimos, desde los económico, lo social y laboral, condicionados por los pesos y dólares que gobiernan las relaciones de la producción, el trabajo, el consumo y las crudas cuentas en rojo.
Aunque toda crisis abre puertas. Principalmente para aquellas provincias que retomaron sus actividades amparadas por medidas que marcan una nueva normalidad. Deben asumir la situación, sacar provecho, fortalecer sus economías regionales, crear mercados, consumir lo que ellos mismos producen, impulsar las producciones que les faltan. También buscar nuevos mecanismos de comercialización que sean más beneficiosos para los productores, los consumidores, establecidos sobre bases sustentables.
Cada región, ciudad y pueblo, debe potenciar y confiar en sus capacidades. Exigir y brindar confianza, abrir oportunidades a los que trabajan, tomando decisiones a mediano y largo plazo, perdurables y perfectibles.
Esta tarea debe ponerse en marcha ya, para dejar atrás las malas prácticas centralistas heredadas del colonialismo y establecer verdaderamente una República Federal justa. Entre todos tendremos que salir adelante, alguna vez y para siempre, sin infantiles ni perversas mezquindades.
La Argentina libre del coronavirus, tiene en sus manos la oportunidad de iniciar el saneamiento de un sistema económico de generación y distribución de recursos que arrastra desde hace décadas una grave enfermedad.
*Por Darío Ríos, director de serindustria.com.ar