Hace apenas unos pocos días, se difundieron de manera oficial las cifras de pobreza e indigencia, las mismas muestran de manera evidente el colapso social que atraviesa nuestro país.
Sin embargo, pareciera que existe entre nosotros el acostumbramiento a recibir tan lacerantes números, como una muestra más del agotador resumen de cada día en la que las cifras de infectados y muertos por Covid, engrosan estadísticas y se confunden o con otros números, cifras y anuncios igualmente desmoralizantes. Nos preocupa lo que “me pasa” sin importar lo que le sucede al prójimo.
Esa pobreza, nos debe interpelar a todos, sin exclusión, aunque claro está, los niveles de responsabilidad son muy distintos. En este sentido, resulta increíble ver como la clase política – divorciada hace tiempo de los temas que le importan a la sociedad – se incomoda frívolamente frente al tema y lo ataca solamente en un impúdico intercambio de responsabilidades sobre hechos pasados. Nadie a su tiempo asume su cuota de responsabilidad como si el problema siempre fuera de otro.
Es más, avergüenza ver como en lugar de trabajar toda la dirigencia política conjuntamente para dar solución a estos temas que aquejan a la sociedad, discuten frente a una próxima elección, sobre su inserción en las listas y trapichea, según su conveniencia política, su próximo destino electoral, indiferente ante la Nación que se sumerge en la pobreza y desesperanza. Paradojalmente con la mayor presión impositiva de la historia, tenemos el mayor porcentual de pobres de nuestra vida institucional.
No podemos tratar a la pobreza como un número, es una obligación moral, encontrar un proyecto común que se fije derrotarla, en un programa integral de mediano plazo, firmado por todos los partidos políticos y con el control de ejecución de la sociedad, esto es un imperativo y también una urgencia, lo demás es distracción, politiquería y ausencia de solidaridad con nuestro prójimo.
Desde la recuperación de la democracia, no hemos podido construir una economía que nos contenga a todos, que brinde oportunidades reales de desarrollo y que permita al trabajo ser el motor del desarrollo inclusivo.
Ninguna persona es un número perdido entre otros tantos números, son nuestros hermanos, en un país con capacidad para producir y alimentar a todos quienes lo habiten, solo se necesita un sinceramiento político y la grandeza moral de trabajar sin egoísmo por el bien común.
El Papa Francisco en su mensaje “Tiende tu Mano al Pobre” (IV Jornada Mundial de los Pobres), nos implora: “Es verdad que está siempre presente la maldad y la violencia, el abuso y la corrupción, pero la vida está entretejida de actos de respeto y generosidad que no sólo compensan el mal, sino que nos empujan a ir más allá y a estar llenos de esperanza”. “Tiende la mano al pobre” es, por lo tanto, una invitación a la responsabilidad y un compromiso directo de todos aquellos que se sienten parte del mismo destino.
Desde CRA instamos a trabajar en la búsqueda de ese destino común, sin pobreza.
Por Jorge Chemes, presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA).