Su apellido lleva consigo una rica historia en el mundo de los libros. Jorge “Coqui” García Abdelnur es reconocido en La Plata por ser propietario de la librería La Normal, un verdadero emblema de la capital de bonaerense. Abrió sus puertas en 1892, diez años después de la fundación de la ciudad.
La Normal no solo es la librería más antigua de Argentina en manos de una misma familia, sino que también ha sido testigo de más de un siglo de cambios, resistencias y continuidades.
Además, Coqui es el presidente de la Federación Argentina de Librerías, Papelerías y Afines (FALPA), consolidando su compromiso con la industria que lo encuentra luchando para que no se derogue la ley 25.446 que protege al sector.
“Podría decir que nací entre los libros”, comentó en Ser Industria Radio. Desde niño, jugaba en la librería y fue allí donde, casi sin darse cuenta, comenzó a seguir los pasos de su padre.
Una de las anécdotas más significativas de su infancia ocurrió en 1984, cuando encontró unas cajas llenas de libros en el fondo de su casa. “Le pregunté a mi mamá si cuando salía del colegio, con mis primos, podíamos poner unas mesas en la vereda y venderlos. Ella me dijo que sí,” recordó.
Esa primera venta fue un verdadero éxito. “Sin saberlo, estábamos vendiendo libros que habían sido escondidos durante la dictadura porque estaban prohibidos. Rápidamente la gente los comrpró”.
Relató que durante los 70, “llegó a la librería un grupo de militares con un listado para requisar el negocio. Mi padre, nervioso pero aplomado, logró engañarlos al afirmar que no vendía esos libros, mientras se apoyaba contra la estantería que los contenía. Una vez que se fueron, los escondió en aquellas cajas encontré años después”.
“Soy cuarta generación, de libreros, después de Martín, Martín y Jorge, mi papá“, explicó orgulloso. “Don Martín, fue maestro de escuela en un pueblito español llamado Angiano y comenzó esta librería en 1892. Por un amigo, se enteró que estaban construyendo la ciudad y que un colegio necesitaba maestros de habla anglofrancesa. Vino y al poco tiempo, como otro amigo tenía una librería y papelería, abrió La Normal”. Desde entonces, el neocio permanece en la familia, resistiendo las crisis y los cambios en la industria.
“Es la más antigua de las librerías argentinas que siempre estuvieron abiertas y administradas por la misma familia. En el país hay otras con más años, pero fueron cambiando de dueños y estilos a lo largo del tiempo, algo que La Normal nunca ha experimentado”, afirmó
¿El librero es un comerciante diferente?
Vender libros es un comercio, pero defender el libro y la cultura es otra cosa, va mucho más allá. Por eso trato de defender a las librerías, chiquitas, medianas, que son gran parte de la cultura argentina. Esas, actualmente no dan ganancias, están en cero y hace mucho que no pasaba. Hablando con colegas, calculamos que otro bajón muy grande de ventas fue en el 2001. Le pregunté a mi papá, que en esos años estaba a cargo de los números, cómo superamos esa crisis. Me recordó que por muchos meses no tuvimos ganancias, pero pudimos cubrir los gastos.
¿Hoy es peor que en 2001?
Ya no, ahora la actividad comenzó a recuperarse, pero mayo fue terrible. Los ahorros que tenía, los tuve que meter en la librería, porque los gastos se dispararon de una manera impresionante. Inclusive muchas editoriales me comentaban que la Feria del Libro de Buenos Aires dio pérdidas del 30% en unidades. En la pandemia, la gente se volcó a la lectura y recreó el hábito. Después empezó otra vez la vorágine, los precios se dispararon, gran culpa la tiene el papel y el hábito se empezó a perder.
¿Te definís como un defensor de la cultura?
Es lo que intentamos. Hay veces que me dicen ¿qué haces si no estás en la librería? No me imagino fuera de la librería. Hace un tiempo hicimos talleres para promover la lectura en los chicos, incluso tengo un proyecto muy grande para volver a hacer algo así. Lo hicimos gratis, porque la idea es que los chicos sean amigos de la lectura.
¿Cómo afectaron los dispositivos electrónicos a los libros de papel?
En una época fue un gran cuco. Tanto los libreros como las editoriales teníamos mucho miedo por lo qué podía pasar con el tema del e-book y demás. Todavía, por lo menos a nosotros, no nos afectan tanto. Quizás, cuando crezcan las generaciones nuevas, que son casi completamente digitales, afecte. Igual no creo que sea en gran medida porque cada vez hay más infantiles. Cuando nos visitan los jardines de infantes, los niños enloquecen. Mucha gente sigue optando por el libro de papel. Todavía le veo mucho futuro.
El digital es más barato. ¿Bajará el precio del papel?
Va a tener que bajar. En Argentina tenemos un problema grave con el precio del papel porque hay un monopolio. Son dos empresas y es lo que estamos peleando desde algunas cámaras y editoriales. Por otro lado, el monopolio del ebook se lo quedaron las editoriales, los venden ellos directamente, nosotros no participamos.
¿Qué otro aporte hacen desde la librería?
Hacemos presentaciones de libros y talleres literarios que en su momento eran enfocados al público infantil, pero ahora también queremos hacerlos para adultos. Casi todas las librerías son espacios culturales. Además, estamos pensando un evento con músicos de jazz y libros que tengan que ver con ese género musical.
¿Tienen un buen margen de ganancia la venta de libros?
Tenemos un precio fijo que se respeta en todo el país. El margen es de un 30%. Por eso, está ley en Defensa de la Actividad Librera nos cuida. La normativa dice cuál es el precio y no se pueden hacer descuentos. De otro modo, empezaría una competencia terrible, que en su momento nos llevó al cierre de 200 librerías. Cuando las cadenas grandes empezaron a competir íbamos camino a un desastre.
¿Hay una amenaza?
Es un momento muy complicado. Esta ley es muy importante. A finales del año pasado, cuando estaba por salir la Ley de Bases original, tuvimos muchas reuniones porque se incluía la derogación de esta ley. En ese momento pudimos frenarlo y volvimos a la paz. Hablamos con políticos, con todo el mundo, para frenarla, porque pocos entendían lo que podía pasar. .
¿Otros países hicieron algo similar?
El ecosistema del libro en Inglaterra hasta el 2006, bajó el precio del libro, porque todos empiezan a competir, a matarse por vender. Las grandes cadenas que tienen mucho más poder, compran más barato, tienen más margen y ofrecen mayores descuentos. Así los chiquitos empiezan a desaparecer. Por lo tanto, al principio bajó el precio de los libros, pero después empezó a subir. Cuando el poderoso se come toda la competencia, las librerías pequeñas y medianas cierran. Se redujo un 70% el mundo del libro en Inglaterra, una reducción gigantesca. Una vez que se eliminó la competencia, subieron los precios y ahora están como en toda Europa. ¿Qué ganaron? Eliminaron gran cantidad de editoriales, editores, imprentas, librerías, por cinco años de precios bajos.
¿Cómo impactaría en las localidades chicas?
El efecto es inmediato, las librerías desaparecerían, porque también hay un costo logístico que en Argentina es carísimo. Es el problema principal que tiene el interior.
¿Esta ley tiene algún costo fiscal para el Estado?
No, fue armada por todo el sector, estuvimos de acuerdo. Ahora hasta las cadenas están peleando para que no la deroguen porque saben que va a venir una cadena gigantesca del norte y va a hacer un desastre, como está sucediendo en Brasil.
¿El gobierno les dio alguna respuesta?
Hace poco el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, volvió a hablar sobre la derogación de la ley. Ante eso, comenzamos a hacer reuniones entre cámaras y representantes de la actividad. Pude hablarle y me dijo que hay que bajar el precio del libro. En eso estamos de acuerdo, pero hay que bajar los costos de producción, ahí está el problema. Para fabricar un libro, la incidencia del papel históricamente era el 30%. Hoy es el 50%. Avancemos por ahí en vez de cerrar librerías y editoriales.
¿Ese un ejemplo de concentración?
Exactamente, es un monopolio y fijan los precios. Venden el papel más barato al exterior que a las imprentas y editoriales argentinas. Ahí está una alternativa para reducir los precios sin desmantelar un ecosistema que funciona y contribuye enormemente a la cultura. Es lo que traté de explicarle al ministro. Todas las cámaras estamos preparando un documento para ayudarle a entender el porqué de nuestra posición y lo que podría suceder. Tenemos los ejemplos de Grecia, Inglaterra e incluso por qué Francia sigue manteniendo la ley, en la cual se basa la nuestra.
¿Cuántas librerías podrían desaparecer?
Tenemos aproximadamente 1.200 librerías en Argentina. Algunas más pequeñas, como los centros culturales que aportan mucho, no están incluidas en ese número. Unas 800 participan activamente y están en contacto con la Federación o la Fundación El Libro. Estas librerías participan en las jornadas de la Feria del Libro, donde nos reunimos tres días antes del comienzo para jornadas profesionales. Muy pocos podrán sobrevivir sin la ley. Solo las librerías que tienen local propio, cuyos dueños son apasionados como nosotros que seguimos apostando por la librería. Las medianas y pequeñas desaparecerían. Hoy, las librerías que alquilan están muy complicadas, los costos de los servicios y demás se han disparado. También pueden quedar sin trabajo correctores, diseñadores, ilustradores, editores, imprentas, logística… Es impresionante el ecosistema que está en riesgo.
¿La derogación debe pasar por el Congreso?
Tienen la posibilidad de hacerlo por DNU, por eso nuestra desesperación por explicarles. Por suerte el Ministro está abierto a escucharnos. Hay una buena relación y queremos explicarle el por qué no conviene derogar la norma.
¿Hay tributos que podrían quitarse para bajar los precios?
El libro es libre de importación, por lo tanto competimos con todo el mundo. Uno puede importar un libro recibirlo en su casa. Pero, si liberamos la importación de insumos para las imprentas, tintas, papel, si bajamos los costos laborales, de electricidad, bajaría el precio. Hay que apuntar a bajar esos costos sin romper la cadena que puede seguir estando perfectamente. Recordemos que Buenos Aires tiene la mayor cantidad de librerías por habitantes de América. Arruinar eso sería un golpazo a la cultura.