La decisión de mantener un aislamiento obligatorio para aplanar la curva de contagios por coronavirus en la Argentina fue una estrategia adecuada y exitosa que permitió salvar miles de vidas.
Basta con ver lo que están viviendo otros países para tomar real dimensión de lo que hubiese ocurrido si los argentinos no asumíamos con responsabilidad la orden del Gobierno de mantenernos en nuestros hogares.
En las próximas semanas, sin embargo, comenzará una nueva etapa, a la que el Presidente calificó de “cuarentena administrada” , que nos pondrá ante el desafío de volver a encender los motores de la economía sin perder todo lo que logramos hasta ahora en términos de salubridad.
Para afrontar la nueva instancia –que podría extenderse hasta fin de año, según calculan los especialistas– es imprescindible que las autoridades del Estado, en conjunto con los representantes de la sociedad civil y el sector privado, planifiquemos con precisión las conductas que deberán seguir los ciudadanos en el nuevo contexto. Será imperioso el diseño de un protocolo claro para cada actividad, que nos indique cómo movernos en el día a día, y nos sugiera cómo reaccionar ante las diversas situaciones que puedan presentarse.
Las normas de conducta que se establezcan tendrán que ser estrictas y precisas para que tanto la actividad económica como la salud pública, puedan convivir en el tiempo. Pero no serán suficientes ni una buena reglamentación ni meticulosos protocolos, si no van acompañados de la conducta consciente de todos y de la necesidad de observar las medidas adoptadas.
Así como hemos acatado la obligación de permanecer en nuestros hogares durante las últimas semanas, las nuevas reglas de convivencia nos impondrán cambios en la vida diaria, en los horarios de trabajo y en la forma en la que nos relacionamos. Al no tener un horizonte definido para el final de la pandemia, debemos generar una conciencia colectiva que nos permita internalizar y cumplir las nuevas modalidades de interacción social y de trabajo.
Por ello, la paciencia será un factor fundamental para que podamos triunfar. Debemos entender que el escenario actual será nuestra nueva “normalidad” por un tiempo indefinido. Establecer protocolos y cumplirlos a conciencia es lo único que nos permitirá compatibilizar salud y economía, y romper con la falsa creencia de que necesitamos optar por una o por otra, pues resulta evidente que –en el largo plazo– ninguna puede salvarse o prosperar sola.
Será preciso comprender, en cualquier caso, que los nuevos códigos de comportamiento social en materia de seguridad, transporte o higiene, incluirán también disposiciones específicas para cada uno de los ámbitos en los que los seres humanos nos movemos, tales como bancos, fábricas, comercios, shoppings, escuelas, clubes. Todos ellos deberán ajustarse a la nueva realidad, y comprometerse decididamente a cumplir las instrucciones, sin excusas.
Es oportuno destacar que el gobierno tiene un rol fundamental, comenzando por la necesidad de multiplicar la cantidad de tests que se realizan a la población. Pero ni siquiera eso será suficiente si los ciudadanos de a pie, todos nosotros, no hacemos propias las recomendaciones y las cumplimos en forma permanente.
Hay casos de éxito como los de República Checa y Canadá, que lograron aplanar la curva de contagios y muertes, sin extender en el tiempo la cuarentena obligatoria. Si bien se trata de culturas diferentes a la nuestra, esto nos demuestra que se puede mantener a raya el virus mediante “cuarentenas administradas”, si todos cumplen las obligaciones que tienen a su cargo.
Si bien la curva de contagios parece haber sido controlada en Argentina, lo cual supone una ventaja inicial, no podemos ignorar que, en el plano económico, esa ventaja desaparece. Necesitamos reactivar el aparato productivo cuanto antes, y evitar que el impacto en la sociedad sea mayor.
Estamos ante un enorme (e inédito) desafío, y debemos encararlo con urgencia. La “cuarentena administrada” a la que nos convocó el Presidente es el camino adecuado para lograr que la salud y la economía vayan recuperándose juntas. La clave del éxito estará en nuestras propias manos. Si cada uno de nosotros se toma en serio la responsabilidad que le toca, tenemos buenas oportunidades de atravesar más fuertes la tormenta. Si nos distraemos, o cedemos a la tentación de relajar prematuramente nuestras conductas, corremos el riesgo de tirar por la borda todo el esfuerzo y los sacrificios que hemos venido haciendo desde que el virus tocó nuestra puerta.