La llegada de Javier Milei a la presidencia de Argentina ha generado tensiones inéditas en la relación con China, que enfrenta su peor momento en décadas. Según el director del Posgrado “Estudios en China Contemporánea” de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), Gustavo Girado, el desconcierto en Beijing por las declaraciones y acciones contradictorias del nuevo mandatario obstaculizan proyectos clave y ponen en riesgo los avances bilaterales logrados en comercio, inversión y cooperación cultural.
En dialogo con Ser Industria Radio, el autor de los libros “¿Cómo lo hicieron los chinos?” y “Un Mundo Made In China”, subrayó que la postura de Milei hacia el país que preside Xi Jinping, caracterizada por insultos y desaires, ha enfriado el diálogo formal. A pesar de algunos gestos recientes más pragmáticos, el líder libertario parece no dar señales de un cambio consistente, lo que profundiza la incertidumbre y frena posibles nuevos acuerdos, como los vinculados a la infraestructura y al financiamiento.
La influencia de Estados Unidos, particularmente a través de Donald Trump, podría ser un factor determinante en esta dinámica. Girado plantea que la estrecha relación entre Milei y el electo presidente estadounidense podría inclinar la política exterior argentina hacia una postura más hostil frente al país asiático, alineándose con los intereses estratégicos de Washington.
Sin embargo, advirtió que China sigue siendo un actor esencial para Argentina. La potencia oriental no solo provee financiamiento, sino también tecnología e infraestructura en un contexto donde otros actores internacionales no ofrecen alternativas viables. Este vínculo, crucial para el desarrollo argentino, requiere una política exterior coherente y menos ideologizada.
¿Cómo ves la relación actual entre Argentina y China ?
La relación está pasando por su peor momento de las últimas décadas, básicamente desde que tenemos una relación bilateral acordada, desde que Argentina reconoce a la República Popular China como la única China que hay, es decir aceptando las resoluciones de las Naciones Unidas. Desde entonces esta relación siempre ha crecido, ha seguido un sentido ascendente tanto en el terreno político, económico e incluso cultural. De no haber chinos en Argentina, pasamos a que conformen la cuarta comunidad, detrás de paraguayos, bolivianos y peruanos. Eso a pesar de que se trate de la geografía más distante en una línea recta en el mundo entre Argentina y China, pero que sean la cuarta comunidad sin tener un lazo cultural importante es significativo. Estamos hablando de aproximadamente 200.000 personas que nacieron en China continental.
¿Por qué es el peor momento?
Porque desde que Milei era candidato denostaba al presidente chino y a su régimen político. Hacía mucho énfasis en que el Estado no debía entrometerse en la relación comercial e inversiones bilaterales. Desde entonces, muchas de las acciones bilaterales padecieron “paños fríos”, especialmente desde el punto de vista chino, porque no saben a qué atenerse considerando que hay un presidente que los insulta vivamente y hace gala de un gesto muy reticente respecto a la profundización de los vínculos culturales, económicos y políticos. Podríamos pensar que esto ha tenido un ligero giro en virtud de las últimas declaraciones. Primero, en el programa de Susana Giménez, donde el Presidente dijo que los chinos solo le pedían que se callara la boca y que eso iba a redundar en beneficios para el país porque Argentina necesita dinero y él les va a ir a pedir “platita”. Y segundo, por la actitud de Milei con Xi Jinping en el G20 en Río de Janeiro, donde adopta una posición mucho más complaciente, pragmática, independientemente de sus declaraciones posteriores y de los canales inusuales e inhabituales para hacer comunicaciones formales por parte de Presidencia de la Nación. El Presidente parece seguir siendo la misma persona porque firma en la declaración conjunta, pero luego dice que no está de acuerdo con determinados puntos. Por eso, con China no tengo porqué pensar que puede ser distinto. Así que, sentados 15 personas de cada lado de la mesa, representantes del gobierno de Xi Jinping y representantes del gobierno de Argentina tuvieron una reunión de trabajo, la primera bilateral que se mueve en términos formales absolutos. Incluso las declaraciones oficiales de cada gobierno tienen un marco de formalidad muy alto. Pero no tengo ningún elemento para pensar que esa manifestación pública realmente implica un cambio de Milei respecto de China.
¿Cómo podría influir la relación de Milei con Trump en la política exterior argentina?
La verdad, esto no ha pasado antes. Difícil hacer “fantaciencia”, no tengo bola de cristal. Milei tiene muy buena relación con Donald Trump, lo que indican los medios y los analistas especializados. Podría pensar que tiene más apoyo político. Otros medios tratan a Milei como si fuera el representante de Trump en Sudamérica. Mentras el humo se está disipando, el panorama empieza a aclararse. Me da por pensar que, eventualmente, si existiese un claro apoyo financiero por parte de la administración Trump a Milei, quizás Milei siga teniendo algunos gestos bastante impropios con China.
¿Por qué?
Porque Estados Unidos tiene problemáticas muy intensas con China desde hace muchos años. Lo considera su enemigo estratégico, esas son palabras del Congreso norteamericano. Entonces, no tengo por qué pensar que Trump va a favorecer, estimular o promover un mayor acercamiento entre Argentina y China. La diferencia está en que desde China vienen el financiamiento, la tecnología y la infraestructura, no desde Estados Unidos. Entonces, frente a la necesidad de pagar las deudas que tiene Argentina, la única vía de financiamiento ante el cierre de los canales internacionales no es otra que China. No hay otro actor que esté en condiciones de colaborar con Argentina. Eso requiere que Argentina adopte otra política respecto a las inversiones ya iniciadas y los acuerdos firmados previamente, que hasta ahora hemos enfriado. Tenemos cuestiones muy importantes sobre las que somos sumamente ambiguos. Por ejemplo, compramos los repuestos para el Belgrano Cargas, involucramos a las empresas chinas y hace tres semanas, Argentina decidió unilateralmente informar que quiere privatizar. Lo mismo pasa con las represas patagónicas y una gran cantidad de proyectos que están firmados con distinto grado de avance. No tengo claro que eso vaya a progresar con Trump en la administración norteamericana.
¿Qué piensan los chinos de Milei?
No es una sociedad con la que se pueda hablar de estas cosas abierta y libremente en cualquier lado. Básicamente porque la ignorancia sobre Argentina en China es absoluta, de la misma forma que la ignorancia sobre China en Argentina. Tenemos que pensar que el 99% de los argentinos no tienen idea de China más allá de saber que es una economía grande y que “está lleno de chinos”. Con la población china pasa exactamente lo mismo: no tienen por qué distinguir entre Chile, Uruguay, Argentina, Paraguay y Bolivia. Para ellos, son países muy poco importantes de Sudamérica, que está muy lejos. Los vínculos importantes entre ambos existen principalmente porque somos productores de agroalimentos e insumos energéticos que China necesita para convertir su crecimiento en desarrollo. Hasta ahí todo bien. Pero no tenés por qué pensar que el barrendero, el cocinero o la mayor parte de la población educada en China tiene idea de Argentina. ¿Qué dice China oficialmente sobre Argentina? Puedo remitirme únicamente a lo que es oficial y hay un silencio muy importante. El desconcierto frente a las políticas de Milei es altísimo. Te recuerdo que, al asumir Argentina estaba invitada a formar parte de los BRICS. Trabajé durante 10 años para que Argentina estuviese dentro de los BRICS, y lo primero que hace, arbitrariamente y por razones ideológicas, es salir del mapa voluntariamente. Lo mismo ocurrió en la ONU, donde Argentina votó en disidencia frente a una posición que contaba con el consenso mundial. O con los intentos de aparecer en disidencia en el último documento del G20. La ausencia absoluta de una política exterior coherente es desconcertante. No tengo que recordarte las cosas que decía la ex canciller Diana Mondino, frente a semejante grado de ignorancia manifiesta. En lo personal, me da vergüenza ajena. Te quiero ver a vos estar frente a funcionarios chinos y que te pregunten: “¿Qué están tratando de hacer con nosotros?” Especialmente cuando uno trabaja para que esa relación bilateral sea más intensa y progrese. ¿Qué piensan los chinos de Milei? No me lo van a decir. Y no tengo ninguna señal de que piensen positivamente de él.
¿Qué perdió Argentina al no ingresar a los BRICS?
La oportunidad de sentarte con tus principales socios comerciales y de inversión en una mesa, sin ninguno de los hegemones que te vienen poniendo el pie en la cabeza desde la Segunda Guerra Mundial. Es así de simple: podés dialogar con los árabes, que tienen petróleo como vos pero necesitan alimentos que podés proveer. Podés estar con China y Brasil sin la presión del Fondo Monetario Internacional, sin el “revólver en tu cabeza”. Esta situación permite establecer un diálogo político, que creo que es lo más importante, con economías en vías de desarrollo. Países con problemáticas similares que pueden adoptar posiciones comunes en organismos multilaterales. Esto significa que ya no estarías solo, porque el sur global claramente, a partir de este tipo de encuentros, aumenta el ancho de sus espaldas. No olvidemos que el dólar norteamericano sigue siendo la moneda predominante en los intercambios internacionales, aunque cada vez menos. Este grupo de países tiene la intención de dejar de depender del dólar para sus transacciones. Para Argentina, que tiene problemas estructurales en su sector externo precisamente porque su sociedad ahorra en divisa norteamericana, esto debería ser motivo suficiente para prestar atención. Especialmente a aquellos países que están abandonando el uso del dólar para empezar a utilizar monedas nacionales, otros activos, o alternativas que no expresen las relaciones sociales de producción propias de los Estados Unidos. Motivos hay de sobra para participar en este espacio.
¿Esa incertidumbre obstaculiza nuevas inversiones en infraestructura?
Primero, las demandas vienen de tu lado. Alguna empresa china privada podría estar interesada en hacer negocios con Argentina, pero si el país no puede garantizar financiamiento ni permitir que los beneficios obtenidos por las empresas transnacionales sean remitidos a China porque no tiene dólares disponibles para ello, entonces Argentina no es un mercado viable. En esas condiciones, no tiene sentido que las empresas privadas chinas vean a Argentina como un destino atractivo. Desde el punto de vista estatal, tampoco es razonable pensar que las empresas chinas deseen participar o ampliar su presencia en el país, ya que Argentina no ofrece garantías de que los proyectos progresen. No hablo solo de grandes emprendimientos como la central atómica, sino también de casos como la represa hidroeléctrica, donde ya se han perdido fondos significativos. Es absurdo acercarse a Argentina en este contexto. El mercado interno se ha desplomado drásticamente, no sos un mercado interesante para las exportaciones ajenas, y no hay perspectiva de que la población mejore su nivel de ingresos al punto de convertirse en un socio atractivo para la venta de productos, el desarrollo de inversiones, o la instalación de empresas. Por más RIGI que pongas no tiene sentido que vengan empresas si no es para extraer y para mandar afuera su producción.
¿Ni siquiera con el litio?
Por supuesto, vienen por el litio. En Argentina, al ser un país federal, los recursos están en manos de las provincias. Esto significa que, en muchos casos, con algo tan simbólico como “pagar un café con leche”, ya logran quedarse con la mitad de la provincia. Estas no son mis palabras, son palabras de un gobernador. No intento minimizar la importancia de que las provincias administren y gestionen sus propios recursos, pero es evidente que este esquema anula la posibilidad de una política nacional coherente respecto a recursos estratégicos. Cada provincia actúa de manera independiente y hace lo que considera conveniente. Sobre esta división es que avanzan las empresas chinas, obviamente en términos de negocios. Aprovechan esta fragmentación, y no van a dejar de hacerlo. Pero no son solo las empresas chinas, también las estadounidenses, canadienses y australianas están actuando de la misma manera.
¿Cómo ves el futuro de la relación Argentina China?
Sinceramente, no lo sé. El gobierno también me da señales muy inconsistentes. Si me baso en antecedentes, no soy optimista. Pero si me paro en lo ocurrido en el G20, podría pensar que hay un cambio pragmático. Quizás el presidente Milei se está dando cuenta de que estar cerca de China no necesariamente va en contra de su interés de mantener una buena relación con Estados Unidos y con Donald Trump. Además, Argentina necesita tener muy buenas relaciones con ambas economías, que son las más grandes del mundo. Sin embargo, no puedo asegurar qué es lo que realmente piensa la Secretaría General de la Presidencia, qué opina Luis Caputo o cuál es la postura actual del propio presidente Milei. La realidad es que un día dice una cosa y al siguiente hace algo totalmente contrario. No tengo ningún elemento que me permita pensar que esto será diferente en el futuro. Probablemente, las cosas con China no progresen y todo lo que hemos visto hasta ahora no sea más que un show.
Llaman la atención algunos comentarios respecto a la reciente inauguración del puerto de Chancay en Perú. Sabemos que China es accionista mayoritario y algunos lo compararon con el caso de Sri Lanka, sugiriendo que esta podría ser una estrategia para asegurarse recursos y oportunidades en la región a través de la generación de deuda. ¿Qué opinás sobre este enfoque?
El problema de la trampa de la deuda me parece consistente y es un debate interesante. Sin embargo, me llama la atención que se esté discutiendo ahora y no desde que el FMI, el Banco Mundial o el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento te están otorgando préstamos. Estos organismos te imponen condicionalidades macroeconómicas estrictas: te obligan a mantener determinadas cifras en tus variables macro, como el déficit fiscal, el nivel de reservas o el giro de divisas, para seguir asistiendo financieramente. Es curioso porque, en contraste, los préstamos chinos vienen sin condicionalidades. Aun así, no se discuten de la misma manera las exigencias occidentales cuando nos prestan dinero. Es casi gracioso y, por momentos, hasta simpático. Sugiero no caer en el debate superficial de criticar los préstamos chinos solo porque vienen de un lugar inusual, como la República Popular China. China tiene excedentes de financiamiento y, como cualquier otra nación, hace negocios con eso. Ofrecen préstamos, y la decisión de tomarlos o no recae en el país receptor. Es similar al tema de la corrupción: hay dos partes involucradas. Alguien corrompe y alguien se deja corromper. En términos ideales, ambas partes deberían rendir cuentas. Aquí pasa lo mismo. China ofrece un préstamo, infraestructura y transferencia tecnológica. ¿El país receptor acepta o no? La cuestión es que, a diferencia de otras fuentes de financiamiento, China entrega infraestructura y no pone condiciones. Por ejemplo, algunas de las obras más grandes de América Latina han sido realizadas gracias a estos préstamos. Entonces, el dilema es claro: ¿tomamos el préstamo o no? En el caso de otros países, como Perú, Sri Lanka, Filipinas o Malasia, cada uno decide. Algunos han renegado de los proyectos. En ASEAN las opiniones están divididas. Pero lo que resulta llamativo es que solo se hable de “trampa de deuda” cuando se trata de China y no cuando ocurre con el FMI u otros organismos internacionales. Es sorprendente, por decir lo menos. Así que sí, la trampa de la deuda existe. Todo país que se endeuda queda comprometido con un acreedor. Pero que esto sea una trampa o no depende de la decisión de cada país.