Hoy se cumplen 40 años de la recuperación transitoria, 74 días, de las Islas Malvinas, aquella locura de la dictadura encabezada por el general Leopoldo Galtieri.
El militar buscó perpetuar el poder autocrático, poniendo en riesgo la vida de miles de argentinos que llegaron al territorio insular para enfrentar a una fuerza profesional mucho más poderosa.
Se luchó en desigualdad, con valentía hasta el final. Perdieron su vida ese lapso 649 compatriotas y posteriormente 500 se suicidaron como consecuencia de las secuelas psicológicas que les produjo estar bajo fuego.
Es justo homenajear a todos los que defendieron nuestra bandera y protegieron a todos los argentinos, recordando que en esos años existía el servicio militar, que obligaba a los chicos de 18 años a ser instruidos en algunas de las tres fuerzas armadas.
Con este condicionamiento y en algunos casos apenas dos meses de adiestramiento, llegaron miles de adolescentes a las frías e inhóspitas islas. Podríamos decir que fueron al sacrificio, pero también que nadie podrá negar el heroísmo con que se desempeñaron, sorprendiendo a la tropa enemiga y al mundo.
Lo que sucedió en 1982 fue una clara demostración de cómo un gobierno dispuso del poder para oprimir a sus ciudadanos hasta el punto de exponerlos a las armas británicas.
Ese trágico episodio dejó al descubierto todas sus mentiras y abrió la puerta al retorno de la democracia. Cabe recordar que pocos días antes hubo una manifestación opositora en Plaza de Mayo que terminó con represión, un muerto y heridos.
El exitismo, cuando no, llevó a que ese 2 de abril, la misma plaza se llenara de gente que aclamó al dictador. La emoción, volvió a imponerse sobre la razón.
La lección que debe dejarnos esta dolorosa página de nuestra historia es que las guerras no resuelvan nada. Nunca son un buen camino. Cualquiera sea el resultado, la pérdida de vidas es algo injustificable y el odio, ese sentimiento que todos debemos desterrar de nuestros corazones, aumenta. No quedan dudas. Las guerras empeoran a la humanidad.
El mundo reconoce a la Argentina como un país donde conviven armoniosamente todas las razas, nacionalidades y credos religiosos.
A pesar de algunas dificultades naturales y otras maliciosamente creadas por quienes insisten en dividirnos. No renunciemos a esos principios que son nuestro mayor patrimonio y valor diferencial.
Unámonos en una sola voluntad: para la paz, todo.
Para la guerra, nada.