Durante 2022 atravesamos tiempos plagados de dificultades, con tres ministros de Economía, Martín Guzmán, Silvina Batakis y Sergio Massa, una enorme cantidad de medidas que marcaron idas y vueltas, constantes movimientos en el manejo del dólar y las tasas de interés. A ello se sumaron la falta de reservas en el Banco Central con las consecuentes y graves limitaciones para importar insumos básicos, que aún persisten y generan incertidumbre.
Todos estos factores hicieron imprescindible acelerar la dinámica e intensidad de nuestra tarea, porque el empresario PyME tiene que estar más atento que nunca a los cambios para poder responder y seguir adelante con su empresa.
Acostumbrados a la falta de previsibilidad, los argentinos incorporamos a nuestro día a día la experiencia de gerenciar pase lo que pase, pero nuestra misión, como analistas, es la de tener una mirada fría para observar desde otro lugar, adelantarnos y trazar un panorama que permita tomar decisiones acertadas.
A partir de ello, el intercambio desde la sinceridad y la humildad, entre líderes de empresas y consultores, genera una sinergia que deriva en buenos resultados. Más allá de las crisis, se mejoran situaciones en distintas áreas de la compañía, aunque lo que suceda afuera no acompañe.
El año que estamos a punto de iniciar presenta para las PyMEs la misma situación de base que el 2022. El piso ya lo tenemos. ¿Es todo lo malo que nos podía pasar? ¿Podemos estar peor? La verdad es que el piso puede perforarse. Fundamentalmente, porque hay un gran desbalance entre las oportunidades dadas al sector y las responsabilidades que se le exigen.
No hay ningún indicio que diga que eso vaya a cambiar. Al contrario, van a pedirle más cosas a las PyMEs, habrá más trabas al que quiera emprender y no va recibir más de lo que se le está dando hoy. Quizás le quiten algunas cosas.
Todo en el marco de una tremenda presión tributaria, conformada por 167 impuestos y tasas. Sin dudas, es una barbaridad, semejante a tener siete elefantes encima, cada mañana que nos despertamos. La mochila carga también con el prohibitivo costo laboral. Todos sabemos que un empleado que gana 100, nos cuesta, de mínima, 160.
Lo malo es que nos acostumbramos a ese 60% de costo laboral. Cuando vemos lo que sucede en la región, no sólo en los países limítrofes, sino en el Caribe y Latinoamérica, vemos que el promedio es 21%. ¿Por qué nosotros 60?
Por eso es que, cuando salimos de Argentina, nos damos cuenta que vivimos mal, fuera de la normalidad. No puede ser que, con tantas cosas que no funcionen, vayamos a dormir tranquilos todas las noches. Terminamos aceptando “la mancha de humedad en la pared” y hasta le pusimos un recuadro.
No menos preocupantes son la inflación, la imposibilidad de acceso al crédito por el altísimo nivel de las tasas, las devaluaciones, el dólar que podría trepar a $600 a fin de 2023 y las frecuentes recesiones.
No obstante, es evidente que Argentina sigue siendo tierra de oportunidades, pero no tenemos políticas para desarrollarlas. Cuando asesoramos a un empresario PyME siempre le aconsejamos pensar el peor escenario. No solo sirve trabajar desde la emoción y el optimismo, porque lo más probable es que esa actitud lo lleve al abismo.
Tenemos que manejarnos sobre esa realidad en un mundo que, después de la pandemia, cambió sus formas de comprar, vender, pagar y comunicarse, entre otras cosas. Ya no se vive como antes y las PyMEs tienen que adaptarse.
Para afrontar con éxito el 2023, el empresario debe trabajar sobre distintos escenarios, planificar diariamente, analizar opciones, asumir el rol de director financiero, alterar la agenda, buscar variantes para que el negocio funcione.
Vendrán momentos complicados pero superables, que van a requerir la toma de decisiones múltiples, porque con resoluciones aisladas no alcanzará para salir de una crisis u optimizar el negocio. Ante un contexto imprevisible, lo mejor es tomar distancia y sostener las riendas para encarar los contratiempos que se presentan con recursos eficaces y no asfixiarse en el corto plazo.