Para la elaboración de normativas sobre emisiones a la atmósfera, descargas de líquidos y residuos sólidos, lo esencial es la protección de la salud pública y el cuidado del bienestar general de la población.
Normalmente, este último término comprende primariamente al conjunto humano formado por los trabajadores de las instalaciones industriales y quienes habitan en sus proximidades. No obstante, las corrientes de aire transportan los contaminantes de un lugar a otro, e incluso más allá de las fronteras nacionales; los vertidos a las aguas de los ríos, lagos y mares viajan de igual forma y van de unos países a otros; y los residuos se trasladan dentro del país en que se han producido o a otros lugares del mundo.
Los astilleros llevan a cabo una gran variedad de actividades y procesos, durante la construcción o reparación de buques y embarcaciones de todo tipo. Muchas de estas tareas generan contaminantes atmosféricos o de las aguas, de los que se sabe o se sospecha que causan enfermedades y trastornos fisiológicos y metabólicos, como cáncer, silicosis o saturnismo (envenenamiento con plomo), por ejemplo. Estas sustancias también actúan de manera indirecta, como agentes mutagénicos (que influyen en la bioquímica de la reproducción de las generaciones futuras) o teratogénicos (que afectan al desarrollo del feto).
La contaminación del aire y el agua puede inducir a su vez efectos secundarios en los seres humanos. Cuando los contaminantes de la atmósfera caen arrastrados por las lluvias, afectan a la calidad de los cuerpos de agua hacia donde drenan, así como a los cultivos que riegan, y por lo tanto, también a la salud pública. Las descargas vertidas directamente en el agua por medio de conductos o cauces emisarios, degradan su calidad hasta el extremo de que consumirla o hasta bañarse en ella, implica peligros para la salud. La degradación de la tierra, el agua y el aire también afecta en una u otra forma a la vida acuática, y en última instancia, a los seres humanos.
Calidad del aire
Prácticamente todas las actividades relacionadas con la construcción, reparación y mantenimiento de buques y embarcaciones, causan en alguna etapa del proceso emisiones a la atmósfera. Entre los contaminantes atmosféricos regulados en numerosos países se incluyen los óxidos de azufre (SOx) y de nitrógeno (NOx), monóxido de carbono (CO), material particulado (humo, hollín, polvo, etc.), plomo y los compuestos orgánicos volátiles (COV). Las operaciones inherentes a las construcciones y reparaciones navales que generan contaminantes del tipo de los “óxidos”, incluyen los quemadores de calderas y otras fuentes de calor para tratamiento de metales, producción de electricidad y hornos.
Los humos de combustión y el polvo formado al trabajar la madera, y al lijar, esmerilar y pulir o limpiar con chorros de arena, contienen partículas en suspensión cuya difusión a la atmósfera se debe impedir mediante dispositivos específicos. En ocasiones hay que fundir lingotes de plomo para lastrar ciertas construcciones, e inclusive moldearlo con determinadas formas de diseño hidrodinámico, emitiendo vapores venenosos, y también se forma polvo de plomo al eliminar la pintura vieja de los buques para su renovación o inspección general.
Los compuestos orgánicos volátiles (COV) son sustancias químicas peligrosas, con propiedades nocivas para la salud confirmadas o sospechadas. Se forman en muchas actividades desarrolladas en los astilleros, como fundición y galvanoplastia, que emiten vapores de cromo, estaño y otros componentes metálicos. Los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) son cancerígenos comprobados, y si bien algunos COV’s como los alcoholes y las naftas, utilizados como disolventes de pinturas, diluyentes y limpiadores, y numerosas colas y adhesivos, no son HAP’s, otros disolventes, utilizados principalmente en pinturas, como xileno, tolueno, benceno y diversos compuestos clorados, como tricloroetileno, cloruro de metilo y tricloroetano, sí son HAP’s.
Calidad del agua
Dado que generalmente los buques y embarcaciones se construyen y reparan cerca del agua, los astilleros han de cumplir con las normativas establecidas por los organismos gubernamentales en materia de vertidos de aguas residuales. Por ejemplo en Norteamérica, la mayoría de los establecimientos aplican un programa denominado “Prácticas Óptimas de Gestión” (BMP), considerado como una importante compilación de técnicas de control para ayudar a esas instalaciones a cumplir con los requisitos establecidos en materia de vertidos.
Otra tecnología de control utilizada en astilleros con muelles de carena (diques secos), es el sistema de ’presa y compuerta’. Las presas son una especie de cajas que se encargan de retener los sólidos e impedir que lleguen a los sumideros y las aguas adyacentes. El sistema de compuertas evita la entrada en los sumideros de los residuos oleosos y las partículas flotantes.
Muchos astilleros han incorporado últimamente el control de las aguas de tormenta. Cada instalación debe contar con un plan de prevención de la contaminación por precipitaciones tormentosas, que mediante la aplicación de diferentes tecnologías de control, impida que el agua de lluvia arrastre los contaminantes hacia el espejo de agua próximo al emplazamiento del astillero. Muchas instalaciones destinadas a la construcción de buques y embarcaciones vierten parte de sus aguas residuales a la red de alcantarillado, así que deben cumplir con los requisitos locales en materia de vertidos a la red pública de alcantarillas. Algunos astilleros están construyendo sus propias plantas de tratamiento previo de líquidos residuales, diseñadas para cumplir con las normativas locales sobre calidad de las aguas.
Para ese fin, hay dos tipos básicos de plantas de tratamiento previo: en uno, la finalidad primordial es retirar los metales tóxicos, precipitándolos en forma de sales, mientras que el objetivo del otro es extraer los productos derivados del petróleo, principalmente por diferencia de densidad y floculación.
Gestión de residuos
Las diferentes etapas del proceso de la construcción naval producen distintos tipos de residuos característicos, que se eliminan de acuerdo con las normativas en vigor. Los trabajos de corte y conformación de aceros producen una gran cantidad de virutas metálicas; las operaciones de limpieza y recubrimiento de las planchas de acero generan polvos de abrasión, restos de pinturas y disolventes.
Los restos metálicos no entrañan por sí mismos peligro alguno para el ambiente y las personas, y normalmente se reciclan. En cambio los residuos de pinturas y disolventes son inflamables y tóxicos, y los restos de abrasión pueden resultar peligrosos, según la composición y características de los recubrimientos eliminados.
A medida que toman cuerpo los módulos de acero, se añaden conducciones. La preparación de éstas para su instalación en los módulos produce desechos, entre ellos aguas sucias contaminadas con los productos ácidos y cáusticos utilizados en la limpieza de los conductos. Estos líquidos residuales deben ser tratados de una manera especial para neutralizar sus propiedades corrosivas o alcalinas, la suciedad, los aceites contaminantes y sedimentos que contienen.
Mientras se fabrican las distintas partes de una construcción naval, se preparan los componentes eléctricos y de ventilación, la maquinaria principal y auxiliar, y las tuberías para distintos fluidos, todo ello destinado a la fase de equipamiento del buque. En estas operaciones se generan residuos como los lubricantes y refrigerantes empleados para cortar metales, los desengrasantes y los líquidos de galvanoplastia, desechos que no pueden ser vertidos y deben pasar por distintos tratamientos de neutralización, recuperación, reciclado, disposición final o eliminación, según el caso.
Los líquidos residuales procedentes de los procesos de recubrimiento electrolítico son tóxicos y ácidos, pudiendo contener compuestos de cianuro, cromo, níquel, cobre, cinc, estaño u otros, por lo que requieren tratamientos especiales. Los buques que ingresan a dique de carena deben siempre vaciar todos los residuos acumulados durante la travesía, así como los dobles fondos, antes de salir a seco. Los líquidos de sentina deben ser tratados para eliminar de ellos los hidrocarburos, y las aguas negras de los tanques sanitarios deben entregarse a tierra para someterlas a un tratamiento biológico. Incluso los desperdicios orgánicos y basuras deben ser objeto de tratamientos especiales, para cumplir con las normativas vigentes y evitar así la introducción de enfermedades, plagas vegetales y animales, u otros agentes patogénicos exóticos.
Como se puede ver someramente, una instalación tan particular como lo es un astillero, ya sea de construcción, reparación e incluso hasta de desguace de buques, comprende una amplísima variedad de procesos, algunos de los cuales a veces son tercerizados, pero la mayoría se ejecutan in situ debido a que implican trabajar sobre las propias estructuras de los buques, que no pueden ser trasladadas. Todas estas operaciones generan desechos de diversos tipos, en mayor o menor grado y con algún nivel de peligrosidad, los cuales deben estar bien identificados y sometidos a un plan detallado de protección preventiva, para poder ser recolectados adecuadamente, impedir que contaminen el ambiente y finalmente someterlos al tratamiento respectivo, ya sea para su reciclado, neutralización, disposición final o eliminación.