Menos fuego y más artificio

En política siempre se trata de medir el momento exacto en el cual cabe una acción | Por Carlos Fara.

22 noviembre, 2024

¿Qué gobernador, intendente, institución sin fines de lucro o cámara empresarial se animará ahora a invitar a Victoria Villarruel a un evento, aunque solo sea por razones de protocolo y mucho menos si está presente el Presidente? Probablemente ya no se podrá sumar a desfiles militares, ni subirse a tanques. ¿La única expectativa de la vicepresidenta de ahora en adelante es que se la mire con atención por si se produce una crisis institucional o si hay que desempatar en el Senado? Porque a partir de ahora cualquier gesto político autónomo o declaración altisonante -como “pobre jamoncito”-, pasará al archivo del anecdotario, a sabiendas de que Milei ha decidido tronar el escarmiento.

En más de una oportunidad analizamos dicha relación y la calificamos como de “no vuelta atrás”, dado que el sistema de liderazgo libertario es absolutamente verticalista y despiadado. Por lo tanto, la vice no tiene mucho más espacio que el acotado que le otorga la Constitución, y podría presentar candidatos en varias provincias el año que viene, quizá complicándole la vida a LLA. Quizá debió merituar que ella llegó gracias a Milei, no porque aportase un gran valor agregado por sí misma y que su imagen positiva iba de la mano de un oficialismo que está cumpliendo su primer año con algunos éxitos palpables. En política siempre se trata de medir el momento exacto en el cual cabe una acción, para no desencajar con el curso de la historia. Perón hablaba de “los apresurados” y “los retardatarios”. Villarruel quizá imaginó otro devenir de los acontecimientos a esta altura.

La oposición no está desorientada frente al fenómeno Milei porque es tonta, sino porque sigue sin saber encontrarle el punto exacto de cómo pararse frente mandatario libertario. Como dijimos la semana pasada, en la puja Cristina la lleva más fácil que Macri, por ejemplo, pero ambos proyectaban otra foto a esta altura del mandato lo cual les habría dado oportunidades que no se produjeron. ¿Acaso la actual vice creyó que tenía la fórmula certera de diferenciación que por ahora no encontraron otros viejos lobos de mar? Si hasta la CGT decidió no subirse a la idea de un paro general, pidiendo establecer un diálogo.

En un marco donde toda la política, los periodistas, los empresarios, los sindicalistas y los consultores ven que hay un gobierno al cual le están saliendo todas bien, era esperable que el Presidente -más agrandado que medialuna en café con leche- se empezara a dar todos los gustos con su habitual estilo poco contemplativo. Si no se tiene paciencia estratégica jugando frente al “mejor gobierno de la historia argentina”…

Este Presidente -que dice haberle ya sacado varios cuerpos al gobierno de Menem- vuelve a confirmar que sigue haciendo una curva de aprendizaje, en este caso en el ámbito internacional. Más allá de lo anecdótico, Macrón, el tío francés (como el de la vieja publicidad de Termidor) le aclaró algunos tantos. Así, Milei cayó en la cuenta que el G20 es un club selecto donde se deben respetar ciertas reglas para seguir perteneciendo, muy diferente de la “popular” asamblea de la ONU. Pues abandonó el intento de convertir dicha élite en un G19 + 1 y persistir en su rol de enfant terrible (para serlo hay que tener poder internacional, salvo que quiera presumir de ser Kim Jong-un). Así pudo coronar una semana internacional espléndida, arrancando con un discurso en inglés en Mar-a-Lago (Santiago Cafiero puede darle alguna clase), siguiendo con Macron, el club en Río, y la admirada por propios y extraños Meloni. El broche de oro fue con Xi Jinping, quien solo quiere hacer negocios y que no lo molesten.

Mientras a Milei le va bomba y Macri tiene ruidos con el primo Jorge por cómo llevar la relación con el gobierno nacional, Cristina inauguró su rol de presidenta del vilipendiado PJ -hasta cantó la marcha- para decirle a la tropa que ella es intransigente con la gestión libertaria y la casta empresarial -mediática – judicial. Como sucede a menudo en la política, ciertos “gestos halcones” son el indicador del inicio de una negociación. Porque para repartir, hay a rolete: los cargos de la AGN, casi 150 jueces, el procurador nacional y 2 cargos en la Corte Suprema. El PJ de Cris tiene la llave en el Senado para definir todo eso con el gobierno. ¿Se animará el león a nombrar a los dos aspirantes a cortesanos en comisión, como hizo Macri, a riesgo que Rosatti no les quiera tomar juramento?

¿Por qué no se pudo tratar el proyecto de “ficha limpia”? ¿Porque el gobierno la está usando como una bandera frente a la opinión pública, pero en el fondo no la quiere complicar a Cristina si desease ser candidata el año que viene, aunque una parte importante de la biblioteca dice que no se le puede aplicar? ¿Por la misma razón le quita las pensiones a la ex presidenta, a sabiendas de que eso se judicializa y ella las recuperará? ¿Por qué lanza ahora, sobre el filo del fin del período de sesiones ordinarias, la reforma electoral para bajar las PASO, con lo que no está de acuerdo ni el macrismo? Da la impresión que hay muchos fuegos artificiales pensando en el control de la agenda pública y dar satisfacción simbólica a una mayoría social harta de los privilegios de la política.

Otro gran interrogante es la intransigencia respecto al trámite del presupuesto, que se dilata eternamente. Los gobernadores dialoguistas quieren comprometerlo al gobierno con una ley hecha y derecha, que lo encorsete en sus promesas. Pero da toda la impresión que no es lo que quiere el Presidente, salvo su proyecto propio. Si no hubiese ley -por segundo año consecutivo- el Javo y Toto tendrían las manos libres para hacer lo que quisiesen con la recaudación extra fruto de la inflación (cada vez menor). De modo que asignarían fondos a su antojo, al mejor estilo de Néstor y Cristina (fórmula ideal en un año electoral).

La semana quedó cruzada por la expresión del “brazo armado”, luego relativizada. Como en muchos de los temas que comentamos en esta columna, son menos fuego y más artificio.

Por Carlos Fara. Consultor Político.

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