En marzo de 1991, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay firmaron en Asunción un acuerdo que daba inicio a un ambicioso proyecto regional: el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Inspirado en la experiencia de la Unión Europea, su objetivo era consolidar una unión aduanera, impulsar el comercio intrarregional, facilitar la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos, y, a largo plazo, convertirse en un mercado común.
Durante los primeros años, el bloque logró avances significativos en el comercio intrazona y en la cooperación política. Sin embargo, el camino hacia una integración profunda y funcional no prosperó.
Hoy, en un escenario global atravesado por la incertidumbre, tensiones geopolíticas, reconfiguración de cadenas de valor, transición energética y competencia entre potencias, el MERCOSUR busca reencontrar su rumbo. Mientras algunos gobiernos reclaman una mayor flexibilización para firmar acuerdos por fuera del bloque, otros apuestan por fortalecer su institucionalidad.
Para Ana Basco, economista y directora de Insight LAC, “el MERCOSUR ha sido un pilar clave para la integración comercial y productiva en el Cono Sur, con un impacto concreto en la creación de cadenas de valor regionales y la consolidación de flujos de comercio intrazona, particularmente en bienes de complejidad media y alta”. Sin embargo, advirtió a serindustria.com.ar que “su capacidad para proyectar esos logros a mercados extrarregionales ha sido más limitada, con un comercio extrazona altamente dependiente de productos primarios y de menor valor agregado”.
Desde la mirada de Delia Flores, empresaria logística, “a 30 años de la creación del MERCOSUR ha habido un impacto importante en el comercio, en la industria y en la integración de toda la región. Ayuda muchísimo que los productos ingresen al bloque con el arancel 0%, sin impuestos de importación. Pero además hubo acuerdos, como por ejemplo de la industria autopartista, que permitió que sea uno de los principales rubros exportadores de nuestro país”.
Por su parte, Lautaro Ramírez, abogado y director del Observatorio de Relaciones Económicas Internacionales (OREI), destacó “la interrelación que tiene el comercio intraindustrial entre Argentina y Brasil. Es fundamental, se ordena por las normas del MERCOSUR, tratados de Asunción y otros protocolos que le dan cuerpo al entramado jurídico del bloque”.
Una agenda ampliada que aún busca consolidarse
“Los estados miembros han desarrollado una agenda de integración ampliada que abarca temas como la ciudadanía articulada, la cooperación judicial, la integración fronteriza y la coordinación en salud. Esta dimensión ha sido fundamental para generar cohesión entre los países, aunque las dificultades para construir una visión común y producir resultados sustantivos han alimentado discursos críticos sobre su efectividad”, agregó Basco.
En esa sintonía Flores señaló que “se ha trabajado muchísimo en aspectos sanitarios, en armonizar trámites, requerimientos para alimentos, para productos animales, inclusive en aspectos migratorios, pero falta mucho. Por ejemplo, en migraciones. Es necesario que los vecinos puedan cruzar libremente las fronteras, como ocurre en la Unión Europea, es el escenario óptimo. El MERCOSUR fue creado en ese sentido, como un mercado común. Solo que quedó en el camino”.

Basco sostiene que el MERCOSUR “presenta en su propia estructura dos desafíos principales: la aplicación de un Arancel Externo Común (AEC) elevado y la imposibilidad de negociar acuerdos comerciales bilaterales libremente”. Además, advierte que “el AEC no es uniforme y su aplicación varía entre los países. En términos generales, el MERCOSUR mantiene un nivel de protección arancelaria superior al de otros bloques comerciales de América Latina y al de la OCDE”.
Ramírez recordó que que “la unión aduanera se relanzó varias veces del 2010 en adelante, pero sigue enfrentando algunos desafíos”. Y resaltó que el bloque también es clave para “la promoción de las reglas del comercio y el liberalismo comercial en los países”, además de instrumentos como “la cláusula democrática y otros instrumentos de derechos humanos que permitieron que el MERCOSUR siga protegiendo el Estado de Derecho”.
Hacia una inserción internacional más eficaz
“El segundo gran desafío del MERCOSUR es su limitada inserción internacional. A diferencia de otros países y bloques de la región, cuenta con pocos acuerdos comerciales”, advirtió Basco. “La falta de acuerdos comerciales no solo implica desventajas en términos arancelarios, sino que también limita el acceso a mercados con regulaciones armonizadas y estándares comunes, lo que restringe la competitividad de las exportaciones del bloque”.
En esa línea, Ramírez indicó que “últimamente lo que se está viendo a nivel global es el acercamiento de cadenas globales de valor. Entonces se buscan socios estratégicos más cercanos. Empiezan a tomar cuerpo, por ejemplo, instrumentos antiguos como la ALADI”.

En un contexto en el que cada país busca protagonismo propio, Basco planteó que “una transición hacia un espacio regional con autonomía de los países para negociar acuerdos comerciales de manera individual, puede ser una vía para mejorar la competitividad externa. Sin embargo, esta estrategia no debe implicar una pérdida de integración en áreas clave donde la cooperación regional otorga ventajas estratégicas”.
Y sumó que “una flexibilización debe permitir la construcción de nuevas capacidades de negociación y puede darse de distintas maneras e intensidades, aunque nunca romper el bloque, dado que sería muy costoso en términos burocráticos, además de indeseable”.
Sectores estratégicos, sinergias y un enfoque híbrido
Basco propone que el MERCOSUR avance en sectores estratégicos como energía, logística e infraestructura. “La integración energética permite aprovechar complementariedades en la matriz productiva de los países miembros, reducir costos de producción, fortalecer la resiliencia frente a shocks externos y mejorar la competitividad en cadenas de valor industriales y tecnológicas”.

También planteó que “la integración física es otra área fundamental para promover el comercio intra y extra MERCOSUR, y promover la salida al Pacífico, con una mirada puesta en las oportunidades que brindan algunas de las nuevas tecnologías como puede ser el blockchain para incrementar la transparencia y la reducción de tiempos en la cadena logística”.
Para Flores, en un escenario de “permanentes cambios políticos, económicos y de mucha ideología aplicada en nuestros países, es fundamental el trabajo de las cancillerías, de las diplomacias de todos los países que integran el bloque, para que a través del diálogo siempre se vaya encontrando el camino del beneficio común”.
Basco concluyó que “el MERCOSUR también debe intentar mantener un punto de equilibrio entre Estados Unidos y China, mantener buena relación para aprovechar lo mejor de cada uno. Y continuar negociando con la Unión Europea. El desafío central es avanzar un sistema más integrado también al nivel de los europeos, para compras públicas, educación, trabajo, políticas fiscales, endeudamiento, que contribuyan a armonizar las políticas macro”.