El domingo 29 de septiembre, pocos días después de conocerse las impactantes cifras de pobreza e indigencia en Argentina, se celebró el Día Internacional de la Concientización de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), consigna que a nivel global, aproximadamente el 13% de los alimentos producidos se pierden entre la cosecha y la venta minorista. A ello se suma que cerca del 19% de la producción total se desperdicia en los hogares, restaurantes y otros comercios.
Al respecto, Natalia Basso, especialista en Sistemas Agroalimentarios y Sostenibilidad, señaló a Ser Industria Radio que “en Argentina se desperdicia el 12,5% de la producción agroalimentaria”.
La experta, que trabaja en la prevención y reducción de pérdida y desperdicio de alimentos, indicó que en 2023, una de cada 11 personas pasó hambre. También advirtió que estos desechos generan entre el 8 al 10% del total de gases de efecto invernadero que se emiten a la atmósfera a nivel mundial.
¿Cuánto alimento se desperdicia a nivel global?
Las cifras son alarmantes. A nivel mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que alrededor del 30% de los alimentos que se producen no llegan a ser consumidos. Es decir, que a lo largo de la cadena de valor, desde la producción primaria hasta que llega a nuestras casas, se descartan por algún motivo. Este desperdicio se produce en el comercio minorista, los servicios de alimentación, la hotelería, la gastronomía y nuestras casas. Al no ser consumidos, se convierten en residuos y no cumplen el propósito para el que fueron producidos, distribuidos y comercializados.
¿Qué cantidad de personas pasan hambre en el mundo?
La FAO informó que en el 2023, una de cada 11 personas padeció hambre. Significa que no pudo cubrir sus necesidades de energía, kilocalorías, con la alimentación y que casi el 30% de las personas a nivel mundial sufrieron una inseguridad alimentaria moderada o grave. Esto quiere decir que no pudieron cubrir sus necesidades de proteínas, hidratos de carbono, grasas, vitaminas y minerales. También hay un impacto ambiental y económico, porque tirar alimentos significa emitir gases de efecto invernadero de manera totalmente innecesaria. Hay una estimación que habla de que este desperdicio de alimentos, contribuye con el 8 al 10% del total de gases de efecto invernadero que se emiten a la atmósfera a nivel mundial.
¿En Argentina también se desperdicia el 30%?
En nuestro país, la estimación es un poco menor a nivel porcentual. La secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca (SAGyP), hizo en 2015 un ejercicio de estimación y rondaría el 12,5%, alrededor de 16 millones de toneladas. Es un dato importante. El jueves pasado se presentó el primer estudio sobre el desperdicio de alimentos a nivel de los hogares en Argentina que hizo la Secretaría. Es interesante porque estimó que se estarían desperdiciando alrededor de 198 kilos por hogar anuales, 72 kilos por persona al año. Está cerca del promedio mundial, que es de 79 kilos. Esto nos dice que hay hogares que tiran productos alimenticios que podrían consumirse y que por alguna razón, malas prácticas en el hogar o falta de planificación, se desperdician. Obviamente que esto es inconsciente ya que todos sabemos que tirar alimentos no es una buena práctica ni adecuado porque aumenta la cantidad de residuos.
¿Es necesaria una legislación para revertirlo?
El desperdicio en los hogares, los servicios de alimentación y demás, creo que tiene que ver con legislaciones que tratan el tema de los residuos. Algunos estudios dicen que el residuo proveniente de los alimentos a nivel urbano en Argentina llega al 41% y todos sabemos que hoy, para los municipios, el residuo es un costo muy importante de disposición y gestión. Entonces, quizá la legislación que tiene que ver con los residuos, separar en origen y darle un tratamiento a cada una de esas partes, plásticos, cartones, vidrios y alimentos o residuo orgánico podría contribuir en este sentido. Pero la verdad es que más allá de la legislación hace falta mucha concientización. Por eso este día, si bien tiene que ver con el tema del hambre y el impacto social que genera tirar alimentos, tiene que reforzar el impacto ambiental y las pequeñas cosas que cada uno puede hacer desde su lugar para reducir esta problemática.
¿Cuáles son los lineamientos de la FAO?
A nivel mundial tenemos la meta 12.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Esta Agenda 2030 no es solamente para las políticas públicas y los estados, sino también para el sector privado. Tiene mucho que ver con la planificación, los modelos de negocios, los estándares que se utilizan en el sector privado, en el sector agroalimentario. Me refiero a la producción primaria de frutas, verduras, los mercados mayoristas… Las empresas industriales, los supermercados, incluso carnicerías, verdulerías, panaderías… Hay un montón de legislaciones y estos entes también deben adoptar esta Agenda 2030. Las empresas más grandes la están adoptando y trabajan para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos. El tema se volvió tan visible y las cifras son tan alarmantes, que hay estándares internacionales totalmente voluntarios que empiezan a incorporarlo. Los reportes de sostenibilidad que publican las empresas, tienen algún apartado relacionado con desperdicio de alimentos en los temas de sostenibilidad. También en las políticas de cada una de las empresas puede encontrarse un plan de reducción de pérdida y desperdicio de alimentos. Eso es muy bueno porque quiere decir que se están comprometiendo.
¿Cómo podemos contribuir desde nuestros hogares?
Así como se piensa en una empresa, una industria, un hotel o restaurante, en donde quizás hay que empezar por reducir en origen y prevenir, debemos hacer en el hogar. En una empresa se propone planificar muy bien las materias primas, hacer una recepción donde se verifique calidad, tener un diálogo permanente con los proveedores para ir mejorando esa etapa. A veces, si el producto está listo y se tiene que descartar o no está apto para comercialización, pero sí para consumo humano, una buena práctica puede ser donarlo. En los hogares, también se puede planificar el menú de la semana, tener medianamente pensadas las compras, que no queden productos en la alacena o en la heladera que se van venciendo o poniendo feos. En los hogares los productos que más se tiran son las frutas y verduras, porque compramos de más y no alcanzamos a consumirlas. Hay que planificar y aprovechar al máximo lo que compramos. Culturalmente hay partes de los alimentos que los argentinos no comemos y son totalmente aptos para consumo. Por ejemplo, una penca de acelga, una hoja de remolacha, incluso he escuchado gente que separa la yema de la clara del huevo y no consume una parte. Estas prácticas tienen que ver más con algo más cultural que comestible. Debemos repensarlas y buscar nuevas ideas para consumir todas las partes del alimento.
¿Esta tendencia se irá incrementando?
Algunos estudios dicen que en los países con niveles socioeconómicos más elevados se tiende más al desperdicio en los hogares y los servicios gastronómicos. En cambio, en aquellos con menores ingresos, infraestructuras y tecnologías en la parte de producción, es mucho menor en los hogares, pero mayor en las primeras etapas de la cadena productiva. precisamente por falta de tecnologías, capacitación de los operadores y demás. Sería imprudente decir cómo será en los próximos años. Es muy interesante que las compañías más grandes y PyMEs, empiecen a incorporar esto en sus políticas y estrategias de sostenibilidad. Acompaño empresas y hay que hacer un plan de trabajo, medir las pérdidas, los puntos críticos en la línea de producción y resolverlos. Cuando una empresa mide su pérdida y se da cuenta que en algunos puntos críticos está perdiendo plata, porque está dejando de vender productos por alguna ineficiencia en su sistema, despierta una proactividad muy interesante para reducirlas, comercializar más y mejorar su competitividad.
¿Pueden ser las escuelas un buen espacio para concientizar?
Sí, hay algunas iniciativas de concientización que las contemplan. Conozco que se han llevado campañas en Ciudad de Buenos Aires y municipios. Es muy bueno que desde chicos empiecen a ser conscientes de esto. Los jóvenes también empiezan a estar más conscientes de su alimentación y del tema ambiental. Eso puede conducir a que, a nivel de los hogares, en el futuro no se desperdicie tanto.
¿Tenés algunos tips para compartirnos en nuestra condición de consumidores?
Sí, insisto con la planificación porque es clave, ayuda a reducir las pérdidas. En las familias grandes se suele planificar, pero cuando el hogar es unipersonal o de dos personas no se planifica tanto. Se puede hacer una lista de compras y cuando no hay tiempo se puede sacar una foto de la despensa, de la heladera e ir con eso al supermercado para no comprar de más porque después el alimento se pudre. También es bueno tener un orden. Cuando uno compra los productos que va a congelar, por ejemplo, les puede poner una etiqueta, escribir de qué producto se trata, fecharlos y no dejar que se llene tanto el freezer. Eso también va a favorecer a que no nos olvidemos de consumirlos antes de que se deterioren. Y algo súper lindo, para los que nos gusta cocinar, es buscar recetas novedosas con partes de los alimentos que no estamos acostumbrados a consumir. Personalmente, hace años incorporé la preparación de tarta de hojas de remolacha y es lo mismo que comer tarta de acelga. Hay un montón de productos que no utilizamos y podemos aprovechar. También es importante incorporar a los chicos en la cocina, darles tareas, que participen, vean los alimentos en su estado fresco y los conozcan. Seguramente va a conducir a que tengan una mejor alimentación si les mostramos las frutas, las verduras, cómo se consumen. Va a servir, probablemente, a que le den mayor valor a esos productos que vienen de la naturaleza.
Es muy valiosa esta concientización cuando vemos mucha gente revolviendo basura y comiendo los desperdicios…
Sí, totalmente. Y con respecto a eso, quiero resaltar que en Argentina tenemos varias organizaciones, ONGs sobre todo, que se encargan del rescate y la donación de alimentos. Es bueno que las empresas sepan que hay organizaciones profesionalizadas que rescatan productos que perdieron valor comercial pero todavía son aptos para consumo humano y los redistribuyen en comedores comunitarios. Estos alimentos llegan a un montón de personas que no pueden comprar su comida todos los días. No es la mejor solución pero hacen un trabajo muy bueno que merece destacarse.