La gestión de Diana Mondino en Cancillería lejos estuvo de ser extraordinaria. Seguramente será más recordada por haber dicho que costaba saber si los chinos que estaban en la base de investigación en Argentina eran militares o científicos, porque “los chinos son todos iguales”. También, por firmar un acuerdo con Inglaterra que fue considerado extremadamente beneficioso para los ingleses, permitiendo retomar los vuelos desde las Islas Malvinas con escala en San Pablo, Brasil, y solo una escala en el continente argentino al mes.
Más allá de estos traspiés, el presidente argentino Javier Milei no la destituyó por la votación en favor de condenar el embargo económico de Estados Unidos contra Cuba, postura histórica de la diplomacia argentina orientada a defender la soberanía en Malvinas y mantener el reclamo en Naciones Unidas.
El tema de Cuba fue, sin embargo, la excusa perfecta para que Milei decidiera finalizar la gestión de Mondino, quien en estos diez meses en el cargo no logró adaptarse a la agenda del mandatario, que busca subordinar toda la diplomacia a su visión libertaria, rompiendo con postulados tradicionales de la política exterior argentina.
Desde el entorno de Mondino, aseguran que fue traicionada. Según indican, ella habría consultado al Ejecutivo antes de votar, dada la delicadeza del tema para Milei. Los dos únicos países que votaron en contra fueron Estados Unidos e Israel, con los cuales Milei afirmó que su gobierno se alineará a sus posturas sin reservas.
La remoción
La purga en Cancillería tuvo como encargados a, por lo menos, dos personas: Úrsula Basset, abogada que aún no tiene un nombramiento oficial, pero que interviene en diversas decisiones de la Cancillería y responde a Santiago Caputo y Karina Milei. El otro fue el joven retrógrado Nahuel Sotelo, quien ocupa la Secretaría de Culto. A pesar de no formar parte de la estructura formal, ambos han movido piezas clave en la Cancillería, facilitando la salida de Mondino.
Mondino estuvo más preocupada por agradarles que por gestionar las tareas tradicionales de la Cancillería, como mantener la relación bilateral con Brasil, el principal socio comercial de Argentina. Milei, sin embargo, no se ha reunido ni una sola vez con el presidente brasileño, Lula Da Silva, a quien acusa de comunista, aunque sí buscó el acercamiento con China para renovar el swap del Banco Central.
El liderazgo en el Palacio San Martín pasará ahora a manos de Gerardo Werthein, quien ejercía como embajador en Estados Unidos y pertenece a una de las familias más poderosas de Argentina, marcando un nuevo capítulo en la política exterior del país.
El debilitamiento de Mondino comenzó con la renuncia de dos vicecancilleres de línea tradicional. Primero, Ricardo Lagorio, embajador argentino ante Naciones Unidas designado por el propio gobierno, y considerado un conservador, fue forzado a apartarse. Poco después, Leopoldo Sahores, quien se desempeñaba como Secretario de Relaciones Exteriores, también dejó su puesto.
Milei repite que nunca apoyará a las dictaduras, pero paradójicamente, en temas como derechos de la mujer, minorías y cambio climático, sus posturas han coincidido con gobiernos de tendencia autoritaria. La idea de que su alineación está siempre del lado de la libertad parece cada día más relativa.