“Mi vinculación con la Economía Circular surgió de manera casual, porque recién después de investigar me di cuenta que lo que estaba empezando a hacer tenía nombre y apellido”, afirma Maribel Verstraete, creadora y directora de Moksha.
Licenciada en Administración de Empresas, madre y marplatense, hace pocos años decidió abandonar la relación de dependencia para convertirse en emprendedora.
En 2018, su pasión por las carteras la llevó a trabajar en su diseño y producción. Eso dio origen a su primera marca, “LMV bags”. Pero Maribel también reconoce su aprecio por la ropa. “Advertí que tenía una gran cantidad que no usaba y pensé hacer algo entre las dos cosas”. Recuerda que así nació el proyecto Moksha.
Puede afirmarse que su cambio laboral fue un acierto, porque su iniciativa le permitió ganar el Concurso Naves Federal Provincia de Buenos Aires en 2022. Además, se sumó a la Cámara de Triple Impacto de Argentina y la Cámara de Comercio Verde Latinoamericana.
¿Cómo pasaste de empleada a emprendedora?
Siempre tuve la llamita creativa y creo que eso no me dejó progresar como empleada. Igualmente, la relación de dependencia me fue útil. Pero fue una decisión muy buena emprender, estoy muy contenta con lo que hago.
¿Y cómo surgió Moksha?
En realidad, me gustan mucho las carteras y la ropa. Primero hice carteras para mi primera marca, LMV. Eso fue en 2018. También me gusta mucho la ropa y me di cuenta que tenía una cantidad importante que no usaba. Así se me ocurrió hacer algo entre esas dos cosas y nació Moksha, con prendas en desuso y descartes de LMV. Sin haberlo planeado, estaba ingresando mi propia marca en la Economía Circular.
¿Qué pudiste rescatar de tu primera experiencia?
De esa etapa obtengo retazos de cuero biodegradable, eco cuero, PU… Entre eso y la ropa que tengo, hago nuevas carteras, mochilas, riñoneras… También los clientes traen sus prendas y confecciono lo que necesitan. Ese fue el inicio: prendas personalizadas, partiendo de alguna que ya no usan, mas el aporte de los retazos que permiten combinar colores. De esta forma se prolonga la vida de la prenda y se conserva la historia que trae.
¿Cómo surgió el nombre del proyecto?
Escuchaba a una monja budista, filosofía a la que me fui acercando, hablar de “ser productivos con lo que nos rodea”. Investigando descubrí que la humanidad ya produjo bienes para dos Planetas y medio. Entonces ¿por qué seguir produciendo y desgastando al medio ambiente? Creo que podemos ser creativos con lo que ya está creado… Enfocándome en tu pregunta, Moksha significa la liberación del alma después que cumplimos con el karma. Me sonó a que es un poco lo hacemos con la prenda, ya que después de vestir a alguien o estar colgada en un perchero, se libera al darle una nueva función. Es prolongarle la vida con otro fin.
El cuidado del Planeta
¿A qué conclusiones llegaste?
Entre otras, a que somos la única especia en la Tierra que genera descarte y residuos. Productos que no vuelven a la tierra y no se biodegradan. Hay que encontrar un equilibrio. Aunque no sea suficiente, hacer algo es mejor que nada. Cada uno debe hacer su parte, aportar su gotita de agua para apagar el incendio.
¿Y en relación al proyecto?
Entendí que el segundo paso sería incluir a las marcas de indumentaria, pensando en la cantidad de ropa que se tira en el desierto de Atacama. Ahí se descartan prendas de segunda mano e incluso sin uso, que no se vendieron. Descubrí que no hay una alternativa que les resultara tentadora, ni la donación ni la reventa. Propuse convertirlas en un nuevo objeto, para que puedan volver a la venta. Por ahora estoy con una marca de Mar del Plata, haciendo carteras con prendas en esa condición.
Impacta tu descripción de Atacama…
En esa parte de Chile hay toneladas de ropa y zapatos. Hay que enseñar, transmitir e instalar una conciencia de consumo y de producción, porque si año tras año sobra tanta ropa, hay que producir menos. De esa forma se reducirían muchos costos de transporte, almacenamiento e insumos, acciones que dañan al ecosistema.
Creo que esta situación es bastante desconocida…
Sí, pero termina impactándonos a todos, porque somos habitantes de la misma casa. Hay una conciencia que va creciendo y una generación que viene con otra mirada del consumo. Además, cuando se vuelcan por lo material buscan productos amigables con el medio ambiente. Saben que las energías son finitas y que el Planeta atraviesa una situación tremenda. Debemos asumir que la mitad del mercado está enfocado en lo económico y piensa que lo ecológico es caro.
Pero, ¿lo ecológico es realmente más costoso o es un prejuicio?
La realidad es que lo barato sale caro. Se puede consumir un producto de bajo costo, pero poco tiempo después es descartado y reemplazado por otro. Eso genera un perjuicio ambiental enorme. Hay marcas que producen sin parar e incentivan el consumo de ropa barata con modelo nuevos todas las semanas. Ello deriva en consecuencias sociales, ambientales y económicas. Además, arrastran al resto de las marcas que las toman como parámetro.
El desarrollo de Moksha
¿Qué opinás de las ferias americanas?
Cumplen una buena función, porque aquel que compra una prenda la va a usar. También valoro las donaciones a hogares de niños, siempre que se trate de los talles apropiados, porque muchas veces en las bolsas se pone ropa de adultos. Hay que evitar que las prendas terminen en un basural, es lo que debemos transmitir.
¿Cómo manejás la producción?
En estos momentos me encargo de la parte comercial y del diseño de Moksha. Trabajo con talleres tercerizados. Allí llevo a coser las prendas. Este año, la idea es iniciar mi centro de capacitación y organizar mi propio taller para atender la demanda. Es importante capacitar, especialmente para unificar criterios y dar respuesta a todas las personas que se interesen.
Todos descartamos prendas. ¿Las reciben para su reciclado?
La pregunta es oportuna. No tomo donaciones ni compro ropa usada, eso me convertiría en un CEAMSE textil. Tampoco reciclo por las dudas de que alguien venga a comprar algo que tengo acá. La idea es que cada producto tenga un destino, para uso propio de quien la trae o para ser regalada. Las marcas, pueden venderlas en sus locales u online. A las empresas les ofrecemos la opción de tomar sus uniformes y reciclarlos para que los reutilicen o donen. Recibir donaciones sería repetir la historia en vez de mejorarla. Tampoco recibo retazos, hay otra gente que los convierte en relleno o hace mantas.
¿Qué respuestas obtenés de las empresas?
Estamos hablando con dos, hay interés y avanzamos, pero todavía no hay nada cerrado. Este proyecto tiene poco más de un año y va progresando más rápido de lo pensado.
¿Hay interés del estado?
Hay acompañamiento desde el área de Producción de la municipalidad de General Pueyrredón. El proyecto es local, pero tiene una visión nacional e internacional. Puede generar una cantidad de empleo importante. Implica trabajos no sólo de confección y diseño, también hay que desarmar prendas, acopiar, clasificar, ordenar… Esta propuesta no tiene bandera política y puede ser muy productiva para la ciudad. Lo estamos validando y haciendo crecer de manera orgánica, irá escalando.
¿Pensaste extenderlo a otras ciudades?
El punto de partida es Mar del Plata, porque estamos en una zona textil. Además, desde esta ciudad podemos dar respuesta tanto al norte como al sur de la provincia de Buenos Aires. A la hora de responder a marcas nacionales, tendremos que crecer para atender otros volúmenes.