Argentina, Chile y Bolivia, integran el denominado “triángulo del litio”, que constituye la mayor reserva de este mineral a nivel mundial. Mucho se habla acerca de él, pero a pesar de su importancia y las expectativas que despierta, en nuestro país sólo hay dos emprendimientos en marcha y alrededor de 30 proyectos de explotación.
Ser Industria Radio, dialogó con uno de los profesionales que mejor conoce del tema, el Ingeniero Químico y Máster en Estrategia de Negocios y Marketing, José de Castro, profesor de posgrado en Producción de Litio de la Universidad Austral, que desarrolla su tarea la ciudad de Salta.
Desde su graduación universitaria, de Castro está relacionado al litio. Su amplia trayectoria reúne la particularidad de haber trabajado en las dos empresas que se dedican a este mineral en Argentina, de modo que es una fuente altamente calificada.
¿Cuánto hace que estás en esta actividad?
En 1997, era un ingeniero químico recién recibido e ingresé al primer proyecto de producción de litio que hubo en Argentina, en ese momento era FMC, hoy es Livent, que está principalmente en la provincia de Catamarca. Después fui a trabajar a Chile, en otro tipo de minería. En 2009 retorné y me convertí en gerente General de Sales de Jujuy, el segundo grupo que existe en el país, que en 2014 inauguró la planta de producción de litio. Actualmente, existen dos plantas comerciales en Argentina, precisamente las que mencioné y hay alrededor de 30 proyectos.
¿El litio puede cambiar el rol de Argentina en el orden global y generar importantes ingresos?
Es importante comprender cómo funciona la minería. Muchas veces, en nuestra mentalidad agroindustrial, pensamos que es parecido o similar, pero tiene características bastante diferentes, requiere periodos de inversión y trabajo muy largos. En la industria minera, en general, cada 100 descubrimientos tres pueden llegar a ponerse en producción. Esto es para cualquier mineral, cobre, oro, níquel, etcétera. El litio tiene algo parecido y es necesario colocar por detrás mucho conocimiento.
¿Cuál es la expectativa real que podemos tener?
Como el litio, hay muchos otros minerales que cambiaron su relevancia. El vanadio, el cobre, tienen una importancia diferente en el nuevo paradigma de cambio climático y de la necesidad de la transición energética. El litio hace punta porque es un material fundamental que va direccionado principalmente a la acumulación de energía. No es un combustible, no va a ser el petróleo. Es un material constituyente de las baterías y creció con el auge de la electromovilidad en los últimos 10, 15 años. Eso lleva a que las opciones de su producción hayan cambiado conceptualmente. Hay que ponerlo en la perspectiva justa. Se necesita mucho trabajo. Hay 30 proyectos en el noroeste argentino. Está presente en las salmueras, en el líquido que embebe los salares de la Puna, principalmente, por formación geológica. Muchas veces se ven fotos donde hay gente paleando sal en un salar… Producir es bastante más complejo que eso y lleva grandes periodos de inversión, prueba y posteriormente la puesta en marcha. Por esa razón solamente dos proyectos están funcionando y muchos otros tratan de definir sus procesos industriales y su potencial de producción.
¿En qué medida cambia su importancia la capacidad de fabricar baterías?
Desde el punto de vista del costo, no es lo más importante. El litio es el ión que logra que la batería funcione, pero se necesitan muchos otros insumos. No es que uno agarre níquel, manganeso, cobalto y litio, los meta en un balde, los mezcle y sale un cátodo, no es tan simple. Toda la industria que se generó, el avance que existe en el día a día en darle a esos cátodos y a las baterías una capacidad cada vez mayor tiene mucho más de esfuerzo que el hecho propio de tener los materiales. El conocimiento intrínseco y la ventaja competitiva de las baterías pasa por la investigación y el desarrollo de cómo generar la batería, no por los productos que usamos para hacerla. Siempre doy como ejemplo, que uno puede producir aluminio, pero no necesariamente fabrica aviones, aunque los aviones tengan 80% de aluminio. Nosotros tenemos una ventaja competitiva de cómo se produce el litio, eso ya es una realidad. El tema de las baterías es complejo e importante por la demanda potencial que se está avizorando.
¿Relacionado directamente con las energías limpias?
Lo principal es que hay un auge cada vez mayor. En los dos últimos años principalmente en China, sobre todo después de la pandemia, hay una decisión tomada de avanzar hacia la electromovilidad. También en los países europeos, algo en Estados Unidos y esa demanda potencial a futuro hace que haya una presión sobre muchas cosas: la batería, el níquel, el cobalto, el manganeso, el cobre, porque se necesita para electrificar la potencia del suministro de energía eléctrica y el litio. Todos se convierten en elementos críticos, muchas veces mal llamado estratégicos, crípticos en el sentido de oferta y demanda de ese tipo de insumos. Esa es la importancia.
Y-TEC está construyendo en La Plata la primera fábrica de baterías de litio de Argentina. ¿Hay interés en desarrollar otras en el país?
Tengo contacto y trabajamos con la gente de Y-TEC. Es algo importante, pero, personalmente, creo que lo puede hacer Chile, Brasil, Mozambique… No es un tema de que uno tenga el litio y tiene que hacer baterías. Es importante por el contexto internacional y porque venimos hacia una transición energética que tiene en particular baterías o acumulación dentro del esquema. Solicitaría ambas cosas a priori, pero, vuelvo a repetir, que nuestra ventaja competitiva es que poseemos litio, conocimiento, hemos ido evolucionando en los últimos 20 años y formando profesionales que nos posicionan en la producción en algo relevante, no así en la producción de baterías. Muchas veces por este ánimo de decir que producimos batería de litio perdemos el foco en nuestra ventaja competitiva primaria, que es la deberíamos aprovechar, sentirnos orgullosos y crecer a partir de ahí. En la producción de baterías, tienen ventaja competitiva Panasonic, Samsung, otras empresas, lo que no quiere decir que no podemos fabricarlas nosotros, no es una cosa contraria a la otra. Lo puede hacer Y-TEC o cualquiera y está muy bien, pero hay una distancia entre formar ingenieros químicos, ingenieros en minas, geólogos, que producen litio y producir baterías. Tenemos la ventaja en la actividad primaria y podemos ir creciendo a partir de ahí.
Se dice que hoy al litio no se le agrega valor. ¿Es así?
Es la clásica discusión. Si uno cree que porque en el salar hay litio y cuando se produce el carbonato no se le agregó valor, habría que ver los 800 millones de dólares que se invierten en cada proyecto, los 10 años de trabajo que hay por atrás, los múltiples geólogos que tienen que trabajar, los múltiples ingenieros que tienen que generar cosas y después poner en marcha una planta. Si eso no es generación de valor… Hay una dicotomía mal planteada con respecto a los recursos naturales, como si eso fuese algo malo, cuando en definitiva es sumamente bueno. Eso no invalida lo que uno puede hacer a posteriori. El salto de valor es tener algo como recurso y darle un valor real, generar empleo, conocimiento, inversión. Evidentemente es valor y un gran salto porque el riesgo, desde el punto de vista geológico. Desde el punto de vista técnico, es mayor en el sentido de recursos en un lugar hasta que lo sacamos y lo ponemos en el mercado. Ese es un salto de valor sumamente grande, porque no es solo tecnológico.
¿Cuáles son las diferencias entre el litio argentino y el de Australia?
Las dos fuentes principales de producción de litio vienen de salmueras. No es la sal que está arriba la que tiene litio, sino que el litio está dentro del salar, embebido en la salmuera, es un líquido que tiene disuelto el litio, esa es la fuente del mineral, de producción. La otra es por minería convencional, que extrae un mineral que se llama espodumeno y lo produce a través de otros procesos industriales. En Australia se produce a partir del mineral que se llama espodumeno, que sigue la secuencia lógica que todos tenemos en la cabeza de cómo funciona la minería. Hay una mina que hace una extracción en cantera, pasa por un proceso de beneficio de minerales, hace toda una producción después del carbonato o hidróxido de litio. Esa es la producción australiana, que fue más exitosa en los últimos seis o siete años porque la nuestra es bastante más compleja desde el punto de vista técnico y hay que darle muchísimo trabajo de terreno, ingenieros, geólogos, etcétera.
¿Varía la calidad?
La fuente primaria varía muchísimo y justamente cada proceso para lograr el producto final es disímil, dependiendo de la fuente de la que se parte. Es totalmente diferente producir desde rocas que desde salmuera y dentro de la salmuera hay que hacer muchísimos ajustes. Pero el producto final que se entrega, es el que pide el cliente. Los requerimientos son muy altos. El producto final no es un commodity, no cotiza en el mercado de Chicago. Hay que ir a un cliente específico que da una cantidad de especificaciones que se tienen que cumplir. No es lo mismo lo que pide Sumitomo que suministra cátodos a Panasonic, que lo que pide una compañía china que le suministra cátodos a BYD, pero todo tiene una calidad sumamente alta y es el producto que hoy sale de los dos productores que hay en Argentina.
Entendemos que la perspectiva es favorable para Argentina. ¿Influye la conciencia global del cambio climático?
Absolutamente. Es muy importante que todos interpretemos nuestro nuevo paradigma ambiental, considerando entre los grandes temas el cambio climático y la transición energética. Es imposible que cambiemos nuestro modelo económico cultural, basado en los combustibles fósiles, si no hacemos otras cosas. Si queremos tener fotovoltaico, vamos a necesitar acumular energía y para eso necesitamos las baterías. Para hacer los paneles solares, necesitamos nuevos tipos de minerales… Hay una perspectiva de que la criticidad de algunos materiales cambia y las necesidades de las nuevas industrias son diferentes. Nosotros tenemos una ventaja en el litio en esa criticidad, pero los minerales críticos para la transición energética y el cambio climático son más de 30. Hay mucho trabajo y muchas cosas que como humanidad estamos haciendo. No quiere decir que lo logremos, pero se está intentando.