Con muchas idas y vueltas, las políticas oficiales direccionadas a los biocombustibles, dejan latente la sensación de que Argentina puede producir mucho más. Actualmente, el corte que se hace a los combustibles fósiles es del 7,5%.
“Si pensamos que las compañías fueron pensadas para un corte de 10%, tienen un 25% de capacidad instalada ociosa. Por eso, debe aumentarse para que las PyMEs completen su capacidad de producción y entrega”, expresó Federico Martelli, director Ejecutivo de la Cámara de Empresas PyMEs Regionales Elaboradoras de Biocombustibles (CEPREB).
El dirigente visitó Ser Industria Radio y dejó sólidas definiciones en relación a esta prometedora industria. Además de hacer una minuciosa descripción técnica y social de la actividad, consideró que “la bioeconomía tiene un potencial enorme y dentro de ella las bioenergías y los biocombustibles”.
Sin embargo, advirtió que son necesarias políticas correctas. “Pasamos de un modelo que decía que para ayudar a la gente había que sacrificar a la macroeconomía, a otro que dice que para ordenar la macroeconomía hay que sacrificar a la gente. Se debe encontrar un punto medio en el cual puedan convivir orden macroeconómico y bienestar social”, sostuvo.
¿Qué define a los biocombustibles?
Son aquellos combustibles que se fabrican a partir del procesamiento de la biomasa, de distintos componentes vegetales. En Argentina tenemos dos tipos de biocombustibles. El biodiesel, que se mezcla con el diésel de origen de hidrocarburos y el bioetanol que se mezcla con nafta. Ambos se venden en todas las estaciones de servicio del país. El biodiesel se hace a partir del procesamiento del aceite de soja. Por su parte, el bioetanol se hace a partir de dos componentes: la caña de azúcar, principalmente en Tucumán, Salta y Jujuy y el que se hace a partir del procesamiento del maíz, donde son fuertes San Luis, Santa Fe y especialmente Córdoba.
¿Cuándo se involucra Argentina?
En 2006, la ley 26.093 creó un régimen por el cual todos los combustibles de origen fósil se mezclan en un determinado porcentaje con combustibles de origen vegetal. Esto significa que cuando cargás el tanque del auto en La Quiaca, Ushuaia, Córdoba, Buenos Aires o La Plata, cargás biocombustibles. Esto permitió que la producción sojera, de oleaginosas, fuera agregando escalones de procesamiento y valor. El poroto de soja genera dos productos: aceite y harina. Con aceite se hace el biodiesel y se puede seguir la cadena con subproductos como glicerina y otros de mayor valor agregado.
¿Qué implicancias tiene esta producción?
Muchas. Esta actividad permite industrializar pueblos y ciudades del interior bonaerense y de la Argentina. De las 28 plantas de biodiesel que tenemos para el mercado interno, 25 están en el interior del país. En algunas son motor de esos pueblos, donde generan hasta 2.000 puestos de trabajo directo y 8000 indirectos. Además son fundamentales para la radicación de profesionales jóvenes en el interior y contribuyen al arraigo. Argentina tiene que reconstruir o reordenar su matriz de geolocalización. No podemos seguir aumentando los grandes centros urbanos. Es muy importante que haya industrias en los pequeños pueblos y ciudades. Esta industria tiene convenios de químicos, petroleros, aceiteros, pero en todos los casos, paga buenos salarios que, mínimamente están cuatro veces por encima del salario mínimo vital y móvil. Además, contribuye al cuidado del medio ambiente porque los gases de efecto invernadero que emite el biocombustible son menores.
¿Pueden competir con el combustible fósil?
Toda la cadena de valor genera empleo, desarrollo regional y no compite contra el combustible de hidrocarburos. Argentina tiene que importar mucho diésel, entonces, reemplaza importaciones. Es una industria con muchísimas externalidades positivas y tiene dos formatos. Uno de PyMEs para abastecer el mercado local y otro de las grandes aceiteras, que son grandes fabricantes de biodiesel y pueden exportar principalmente a Europa y a Estados Unidos.
¿Esos mercados son permeables a nuestros productos?
En los 10 últimos años Europa y Estados Unidos, políticamente hablan del libre mercado pero después encontramos barreras para arancelarias, fitosanitarias, comerciales y de todo tipo para que no entren los productos más competitivos de nuestras economías. Por eso hoy exportamos mucho menos biodiesel del que podríamos.
Las “grandes empresas”, ¿son las del Gran Rosario?
Sí, son las grandes aceiteras que tienen la extrusión del poroto de soja y centralmente exportan harina. Tienen como uno de los subproductos el aceite que se puede exportar crudo. Comercializan muy poco para consumo interno y se orientan a la fabricación de biodiesel. Por su parte, las PyMEs compran el aceite a las grandes aceiteras, lo transforman en biodiesel y después lo venden a las petroleras que lo mezclan. Es una cadena que arranca en el puerto de Rosario, en distintas provincias se transforma en biodiesel y después va a las refinerías Luján de Cuyo, Avellaneda, Campana, Bahía Blanca o La Plata. Me pone muy contento contar esto porque a veces la gente desconoce la cantidad de procesos científicos, tecnológicos, de nanotecnología, tecnología y ciencia aplicada que hay en la cadena de valor. El software, la industria de base tecnológica, la logística… Todos los procesos que hay para pasar de un poroto de soja a una molécula de diesel. La cantidad de empleo que genera, nos hace sentir orgullosos porque Argentina tiene una capacidad en sus recursos humanos enorme, una gran productividad de su campo y son cosas que deben ponerse en valor porque no todo está mal. Hay un interior productivo muy pujante.
¿Cómo están las PyMEs en el aspecto tecnológico?
Tienen la última tecnología que les permite tener una productividad adecuada. Puede faltar un proceso de planificación, de política industrial, que permita trazar objetivos de diversificación productiva e ir a la al desarrollo y fabricación de nuevos bioinsumos. Por ejemplo, la glicerina es un producto que se exporta principalmente para cosméticos, industria farmacéutica y alimentaria. Hay muchos otros subproductos como monopropilenglicol, otros desarrollos de bioproductos y de bioinsumos en los que Argentina podría ser líder en los próximos años. Requiere inversión y para ello tiene que haber un orden macroeconómico que no tuvimos en los últimos 15 años. No sabemos cuál va a ser el valor del tipo de cambio, cuál va a ser el valor de la energía, si se podrá importar libremente, si se va podrá exportar libremente… Ni hablar de la tasa y el acceso al crédito. El orden macroeconómico, es una bandera del actual gobierno. Es una condición necesaria pero no suficiente. También hay que tener política Industrial, de ingresos, de infraestructura y educativa. Más allá de fabricar biodiésel con una ley que la respalda hasta el año 2030, las PyMEs podrían dar un salto evolutivo hacia el desarrollo de bioinsumos necesarios en la industria de la construcción, de los adhesivos, de los automóviles, la logística… Estamos en condiciones de avanzar pero se requiere un proceso de inversión, acceso al crédito y de condiciones mínimamente estables que permitan tomar decisiones a 20 años. No es muy difícil, veo un ecosistema de negocios predispuesto.
Ante el poco aliento a la industria de la administración nacional, ¿las provincias pueden ocuparse?
Las provincias han tenido en los últimos 20, 25 años, un proceso evolutivo enorme basado centralmente en tres aspectos. Primero, la solidez fiscal. Muchas tienen sus cuentas equilibradas y eso les ha permitido vivir sin los sobresaltos de los 80 y los 90. Segundo, se ha dado una política educativa para formar sus recursos humanos. En todas hay universidades, se forman ingenieros, científicos, técnicos… Eso es clave para el aparato productivo. El tercer elemento es que han definido un perfil productivo propio que les ha permitido crecer. Esos tres factores les dan cierto margen para ser un amortiguador frente a la crisis nacional.
La gestión nacional libra al azar temas que ocupaban a los gobiernos anteriores…
Sí. Estuve en un encuentro de energía, con directivos de las principales empresas y me sorprendió muchísimo escuchar empresas de primer nivel muy contentas con un discurso público a favor del orden macroeconómico. Pero la situación de Argentina no se resuelve solamente con estabilizar las cuestiones macro. Se necesitan obras de infraestructura, política industrial…. Si tenés el sistema eléctrico de transporte colapsado, necesitás hacer la línea de 500. No podés evacuar las nuevas inversiones en parques eólicos y solares, no vas a poder traer la energía de la Cepernic. Incluso el gasoducto Néstor Kirchner es un primer paso el gasoducto, pero hay que hacer la reversión del gasoducto Norte que finalmente lo está haciendo el estado. No están organizando las licitaciones y hay que terminar el gasoducto del nordeste, terminar las represas del sur, resolver que vas a hacer con ruta 3. Ya pasaron años desde que se firmaron los primeros convenios y eso no lo va a resolver el mercado. Se necesita un estado presente y promotor, que no obstaculice ni reemplace al mercado. Pero que, en estas grandes obras de infraestructura, sea el que dinamice y fije las reglas de juego.
¿Estas PyMEs tienen capacidad ociosa?
Fueron pensadas cuando el corte estaba en el 10%. En el 2021 se bajó al 5%, cuando venció la ley 26.093 y fue reemplazada por la 27.640. Un año después tuvimos la crisis de abastecimiento, no había diésel en toda la Argentina. Entonces el porcentaje subió para que las empresas produjeran un poco más. Hoy el corte está en el 7,5%. Si pensamos que estas compañías fueron pensadas para un corte de 10%, tienen un 25% de capacidad instalada ociosa. Por eso, desde la CEPREB creemos que el corte tiene que ir al 10% para que las PyMEs completen su capacidad de producción y entrega. Otros sectores plantean que hay que subir el corte, para que entren otros jugadores, que son las grandes aceiteras. Ahí hay un juego cruzado. Porque las aceiteras santafesinas, cuando Europa y Estados Unidos les cierran las puertas, se dan vuelta y quieren vender el mercado local. Desde las PyMEs contestamos no el mercado local, que es para nuestro sector. Ellos deben concentrarse en exportar porque para eso fueron pensadas sus plantas de 600,000 toneladas anuales, hiper productivas que se manejan con poca gente e ideadas para el mercado externo.
¿El biocombustible daña los motores de los autos?
Eso es un mito alimentado por los lobbies petroleros. Se ha comprobado que los motores no sufren ningún tipo de percance, deterioro ni desgaste mayor que el natural que sienten con el mismo diésel. Podría elevarse el corte a un 15, 20 o 30% y sin afectar a los motores.
¿El mercado local funciona con sistema de cupos?
Hay un sistema de cupos que asigna la secretaría de Energía. Le da a cada una de las PyMEs una cantidad de toneladas mensuales para que produzcan y además fija el precio. Hasta noviembre del año pasado esto era arbitrario, pero ahora se aprobó una Resolución, después de mucho trabajo de la CEPREB, junto a las autoridades regulatorias. Se construyó una fórmula polinómica donde se tienen en cuenta las distintas variables del costo del aceite de soja, del metanol, de mano de obra y el resto de costos. En base a eso, se fija un precio y una rentabilidad mínima para las empresas. Es un sistema hiperregulado que tiene algunos aspectos negativos. No hay competencia de precios. También tiene aspectos positivos. No puede haber abuso de posición dominante o tergiversaciones arbitrarias de mercado. El estado sabe que fabricar el biodiésel vale 10 entonces fija el precio en 10 y de esta manera se puede controlar el precio de uno de los insumos fundamentales en una economía, porque el combustible termina afectando a toda la cadena de valor. Hay un precio 100% transparente del biodiésel que hoy es de alrededor de un millón de pesos la tonelada.
¿Este sistema es positivo para el sector?
Si no hubiera un sistema de cupos, empezarías a tener competencia entre PyMEs para ver cuál se queda con el cupo de la otra. Eso podría tener un costado positivo, que sería saber quién está dispuesto a invertir en tecnología para competir con la otra y podría elevar la productividad. Así podrían bajar los costos y beneficiar a los usuarios. Ese es un proceso para el cual las PyMEs deberían prepararse. Pero no fueron pensadas para competir entre sí, sino quizás se hubieran radicado más cerca del puerto de Rosario para no pagar tanto flete. La ley 27640 vence en diciembre del año 2030. Quizás después las PyMEs tengan que competir entre sí o incluso contra las grandes aceiteras y será un proceso para el cual tendrán que prepararse. Mientras tanto, consideramos que es positivo este sistema que le asegura a todas que pueden trabajar pensando en una nueva ley.
¿Qué puntos deben modificarse?
Centralmente subir el corte. Argentina tiene que empalmar con los porcentajes del MERCOSUR, ir al 20% que tiene Brasil en un sistema escalonado desde acá al 2026 o 2027, sin ningún problema. Después, hay que hacer una ley de Bioeconomía que vaya más allá de biocombustibles, para que la Argentina se transforme en líder de desarrollo de bioinsumos y productos derivados de la industrialización de la biomasa. Hay una revolución vinculada a la bioeconomía y tiene que confluir en el desarrollo de nuevas bioenergías. Hay que pensar en el biogás y varias cuestiones a trabajar en los próximos años para este sector.
¿Qué países son importantes en esta materia?
Estados Unidos, Europa, producen su propio biocombustible. En el sudeste asiático también. Hay países con leyes importantes, no solo relacionadas a este tema, sino también bioplásticos. Naturalmente, viene una nueva biolegalidad, determinando el porcentaje de componentes de origen biológico, en el combustible, los plásticos, los polímeros y los adhesivos.
¿La ley Bases puede ser útil?
En su formato actual no toca ningún tema vinculado a los biocombustibles. La que se había discutido en enero, planteaba un cambio muy profundo en el régimen que pretendía que las PyMEs compitan con las grandes aceiteras Por ende, las condenaba a la quiebra. Después , logramos un acuerdo de la mayoría de los bloques para no tratar el tema o para votar en contra. En esta nueva versión no hay nada que nos afecte como sector. El RIGI, con las modificaciones, tiene algunos elementos positivos, pero no creo conveniente para la Argentina que no haya condiciones de igualdad de competencia con las empresas no adheridas al RIGI, sobre todo en el tema impuesto a las Ganancias. Creo que no pedían que la alícuota bajara 25%. Por suerte se modificó el tema de compre nacional que me parece fundamental para el desarrollo de la cadena de valor. Y después, está el tema de importar sin arancel. Hay que tener mucho cuidado con la importación de equipamiento que se fabrica en el país. pero que quien lo fabrica en el país tienen que importar los insumos pagando los aranceles de importación. Hay que tener mucho cuidado porque se puede generar un sistema de competencia desleal. Me parece que el problema de la Argentina no está dado por los temas que trata esta ley. Al gobierno vamos a darle la derecha. Están convencidos que a partir de esta ley todo cambia.
La idea es avanzar con desregulaciones…
La industria argentina no funciona mal por esas cuestiones. Se necesitan resolver otras que no sé si se van a solucionar a partir de la ley Bases.
¿Hay mano de obra calificada para esta industria?
Si. Estoy recorriendo el país, visitando las empresas y hablo mucho con trabajadores, técnicos y profesionales. Ahí veo el vínculo con el entramado universitario y científico tecnológico que se ha desarrollado en el interior. Estuve en Nogoyá, corazón productivo de Entre Ríos y encontré a una de las responsables técnicas de la producción. Fue a estudiar ingeniería a Santa Fe y volvió a trabajar a su propia ciudad, donde está radicada la planta de biodiesel. Si no fuera así, hubiera tenido que emigrar a Rosario, Santa Fe u otra ciudad más grande para trabajar. Hoy tenés muchas escuelas técnicas, terciarias, universidades en el interior. Son los que abastecen a estas plantas en Junín, Bahía Blanca… Estuve en Ramallo y San Nicolás, que tienen un parque industrial compartido, un corredor productivo de la ruta 9 muy potente. Hay un esfuerzo de los municipios, las universidades y las propias empresas que invierten en formar a sus recursos humanos. Se da una simbiosis muy interesante entre el sistema educativo y el productivo. Creo que es lo que vuelve tan productiva a la zona centro argentina.
¿Ves un horizonte de crecimiento?
Si se toman las decisiones correctas en toda la la bioeconomía, creo que junto a la minería, la energía y la industria base tecnológica, son los cuatro vectores que más potencial de crecimiento tiene la Argentina en los próximos 20 años. La bioeconomía tiene un potencial enorme y dentro de ella las bioenergías y los biocombustibles. Para que esto suceda hay que tomar decisiones políticas correctas. Lamentablemente, pasamos de un modelo que decía que para ayudar a la gente había que sacrificar a la macroeconomía a otro que dice que para ordenar la macroeconomía hay que sacrificar a la gente. No puede ser que pasemos de una locura a otra sin encontrar un punto medio en el cual puedan convivir orden macroeconómico y bienestar social. Argentina, necesita un estado presente muy fuerte en materia regulatoria y un modelo capitalista con reglas de mercado. No es incompatible capitalismo con reglas de mercado y estado presente que brinde servicios de calidad y regule bien. Tiene que darse este debate. No podemos pasar de un modelo “estado céntrico” a otro que quiere prescindir del Estado. No tiene ningún sentido a los efectos del desarrollo nacional. Será el negocio de algunos vivos o extravíos ideológicos que no le hacen bien al país.