De a ratos parece que el gobierno transitara la senda del pragmatismo, pero no queda claro si es un pragmático no sintomático. Quizá en el circuito hay un falso contacto que le impide serlo de manera continua, o si es un radical ideológico que a veces es pragmático. Quizá es un pragmático, pero de reacción lenta.
Los avances en la negociación de la nueva Ley Ómnibus, el llamado al diálogo con la CGT, la conversación con los gobernadores del ex JxC, las visitas de la canciller a Vietnam y a China, la tardía importación de repelentes, la negociación con UPCN y ATE para reincorporar algunos contratados, el desistimiento de trasladar la embajada en Israel a Jerusalén o la recriminación a las prepagas, indica que los reflejos existen, aunque lejos de lo aceitados que deberían estar.
Puede ser que esté mucho más cerca ahora de obtener su primer éxito legislativo, pero de todos modos las cosas no fluyen como deberían a cuatro meses de haber asumido. Más allá de las narices fruncidas del espectro opositor no K, está claro que tampoco con el PRO la cosa va de maravillas. Desde la nueva presidencia partidaria de Macri, las negociaciones no son sencillas.
Sigue marcando que esa relación es un proceso muy a fuego lento, donde el Sultán de Cumelén teme echar a las brasas el capital político que le queda. Vale decir que para la mayoría de la opinión pública Milei y el PRO ya están de novios, participan de su gobierno y son lo más similar ideológicamente. Que Patricia esté distanciada de su ex jefe y que haya decidido ser Ministra por su propio parecer, no es algo que los ciudadanos perciban. Un serio problema de posicionamiento para los amarillos. Más aún cuando el armado territorial de LLA empezó a mostrar los dientes justo en la casa matriz del PRO (aunque la mayoría de los porteños desaprueban la actual gestión presidencial).
Una razón por la cual el gobierno reseteó su estrategia en el Congreso la acaba de dar el presidente de la Corte Suprema. Dijo lo esperable: que la política primero tiene que resolver sus conflictos antes de recurrir a la justicia. “Jamoncito” imaginó (¿mal asesorado?) que el tribunal superior le iba a dar la razón con el DNU.
En esta misma columna dijimos en diciembre, a pocos días de asumir, que los cortesanos no se iban a querer meter con semejante tema para que no se los visualice como un actor político, más aún cuando la mayoría está en desacuerdo con los excesos de atribuciones del mentado decreto (igual que el propuesto García Mansilla, alias “Rufus”). El líder libertario se enojó con la cúpula del tercer poder, pero quizá les debería haber agradecido que no se pronunciaran. En conclusión: mejor sortear los accidentes geográficos del Parlamento que encallar en la justicia.
El Presidente se siente cómodo con su modo de hacer el cambio, aunque el cambio a veces no sea tanto. Más allá del juez Lijo, el affaire de los seguros se llevó a otros tres funcionarios (ya van como 20 desde que asumió, uno cada 12 días) que quedaron de la era Alberto.
Otra área en dónde “si hay conflicto, que no se note” es el aeronáutico. Casi no hay nada nuevo, los gremios del sector están en paz, los pocos entredichos se solucionan en pocas horas. El último subsecretario nombrado es alguien transversal: estuvo en el área en todas las gestiones de todos los colores. ¿Por qué será? ¿Acaso no había déficit, mala administración, La Cámpora, ñoquis, etc.? “Make (Corporación) America Great Again”. Pragmatismo discrecional.
Mientras la inflación desacelera, se reduce el riesgo país, el Central acumula dólares, los financieros se caen, las calificadoras se ponen optimistas y los negocios bursátiles florecen, sigue flotando la pregunta sobre si la economía ya tocó el piso o no. Algunos datos son incómodos para el oficialismo: la tasa de inflación en EE.UU. se recalentó, lo cual evitará una baja pronta de la tasa de interés; la cosecha de maíz perdería 1200 millones de dólares por una plaga; se cae la recaudación por la recesión y en marzo ya no habría superávit fiscal; los productores agropecuarios estiman liquidar lo menos posible y preservarse frente al interrogante de una eventual devaluación (Cavallo dixit). ¿Hay nubarrones en la relación con el campo?
La CGT va al paro general el 9 de mayo de todos modos, aunque esté negociando con el gobierno una modernización laboral y camioneros haya aceptado entrar en razones respecto a la paritaria. Podrían hacer el paro el día 2 y así quedaba un semi finde largo. Pero no: hay un mes de por medio para que, si las conversaciones toman algún rumbo, la medida de fuerza pueda ser levantada.
Esta semana se produjeron dos conflictos internos en el oficialismo. El más resonante fue la desbancada al jefe de los diputados libertarios. El otro fue la expulsión del propio bloque de tres legisladores del PARLASUR (menos sonoro, pero no menos importante, ya que se cobró como víctima a la mano derecha del ex jefe de campaña presidencial).
Nada cambia en la política por estos entreveros. Lo que indica son dos cosas: 1) el poder indiscutible de Karina (que no cae muy bien en la opinión pública, tampoco entre los que aprueban; digo, por quienes la imaginan como candidata en 2025); y 2) las fallas de origen de una matriz no política que dificulta los procesos de agregación y contención. Cuando se tiene poca tropa, desperdiciarla en peleas y ajustes jacobinos no parece lo más recomendable.
Las declaraciones espontáneas –de las cuales este proyecto político tiene una colección interminable, como las del hijo del prócer Benegas Lynch- hablan sobre los conceptos inconscientes que se poseen. En estos últimos días el diputado Espert dijo en el canal de noticias más visto, en prime time, que “si no hay Pacto de Mayo se perjudica la gente, no el gobierno”. Se podría suponer que quiso decir lo primero, no lo segundo. Pero lo dijo. ¿Eso significa que el gobierno puede marchar tranquilamente, aun cuando a los ciudadanos sean perjudicados? Curiosas sinceridades ¿o sincericidios?