El 20 de agosto de 1932 en Sumampa, Argentina, en medio del bosque achaparrado, debió haberse realizado una fastuosa y gran fiesta y ceremonia, pues se colocaba el último clavo de vía que dejaría unida la Patagonia de Argentina con el Norte del País. En medio de aquella algarabía, debieron haber sido convidados los embajadores y hasta los presidentes de Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay, pues el trazado ferroviario que quedaba conectado, enlazaría los flujos de carga de todos los corredores ferroviarios que acercaban o hasta cruzaban a los otros países, sea en forma de rieles o con la combinación con buques o complicadas carreteras.
Quizá hoy mismo debiera haberse reunido el Parlasur en Sumampa para el festejo de los 90 años y para motivar más y más acciones hacia la integración de la movilidad y de la logística de nuestros Países del Sur del Sur (el 84% del recorrido férreo está en servicio). Es tan pero tan extraña esta cultura que cree que no estamos conectados y que considera que hay que disponer de endeudamientos globales por centurias para lograr abrir los caminos, que mientras las “capitales de Nación” se disputan la cabecera de las “Rutas Panamericanas”, hace dos décadas que una misma calzada asfaltada une Ushuaia con Cusco y hasta el Oriente del Ecuador, y ni un mismo número le ha dado cada País. Creemos que falta mucho para concretar los propios flujos interiores, pero esos están allí, aunque las grandes burocracias capitales lo nieguen una y otra vez.
Aquí, en Argentina, podríamos decir que se le sigue “mojando la oreja a Artigas”, un Héroe rioplatense al que el unitarismo capitalino ¿argentino? tanto hostigó, que resultó en el último determinante para la separación en dos países.
“Hay tres puentes caídos” informó el burócrata para justificar que la conversión a “autovía” de la Ruta Nro 8 pasara por encima de varios kilómetros de la troncal central ferroviaria del país. ¿Es que, a ningún político, planificador, técnico, periodista, dirigente se le ocurre decirle a ese burócrata “pues repárelos en lugar de abandonarlo?”
Eurasia se asesina a sí misma a lo largo de siglos y milenios para lograr dominar recorridos que unan el comercio de extremo a extremo. Los que ocupamos el territorio desde México hacia el Sur, tan solo pagamos el lujo de los discursos de presidentes en el que nos aseguran que, luego de endeudar a cada habitante por tres o cuatro milenios más, recién ahí tendremos la infraestructura para la integración. Hay quienes como intelectuales y/o políticos, hablan sobre que la única política es la geopolítica, pero hay otros que, sin tanto café y biblioteca citadina, hacen de la geopolítica su acción en el día a día y su legado para los suyos y para la Humanidad.
Si es que estas líneas pudieran servir para algo, la Esperanza supone que alguien, desde un muy pequeño pueblo, periódico o mínima cámara empresaria u oficina gubernamental, o alguien de mismos sectores en las ¿alturas?, por fin pudiera despertar y decir y hacer algo. Claro, deberá dejar de lado el temer tocar callos ajenos y desconocidos.
El statu quo es una gran comodidad.
Por Jorge de Mendonça, especialista en Planificación y Política de Transporte