En un mundo atravesado por la crisis climática, el concepto de Triple Impacto gana cada vez más espacio en las estrategias empresariales. La búsqueda de un equilibrio entre crecimiento económico, impacto social y cuidado del medio ambiente, es una necesidad urgente más que una tendencia. En este contexto, AMIPLAST, empresa radicada en Ensenada, provincia de Buenos Aires, se posiciona como un actor clave del reciclaje industrial.
La arquitecta Eugenia Roig, es Directora Ejecutiva de la compañía que fue certificada como Empresa B en 2024 y emplea a 80 familias de forma directa. Desde el aire de Ser Industria Radio, la compartió su mirada sobre el rol que deben asumir los distintos actores del ecosistema productivo y la sociedad para impulsar el uso del material reciclado.
“Siempre repito que, lo que para muchos es basura, para nosotros es recurso industrial. Pero aún falta mucho conocimiento sobre la cadena de valor del reciclaje que integran el recolector urbano, las cooperativas, la logística, la clasificación, el procesamiento… pasos necesarios para que ese residuo se convierte en materia prima para otra industria”, afirmó.
Roig subraya que hoy, sin una legislación adecuada, las empresas recicladoras enfrentan una realidad insostenible. A pesar de ofrecer pellets reciclados con una huella de carbono ocho veces menor que el plástico virgen y contar con certificaciones del INTI, CAIRPLA y trazabilidad completa, sus productos compiten en el mercado únicamente por precio.

“En Argentina, el pellet reciclado se vende por oferta y demanda. No hay incentivos. Si es más barato, lo compran. Si no, no. El reciclado no tiene hoy valor en sí mismo. Es más: en muchos casos, el virgen está tan barato que nos saca del mercado”, explicó.
Esta situación afecta la sostenibilidad del propio sistema. “Queremos ser sustentables, pero sin recicladoras no hay reciclaje. Hay colegas que ya cerraron o se reconvirtieron. Y sin nosotros, los residuos plásticos terminan en los ríos, en basurales o en el océano”, advirtió.
El desafío del cambio cultural
Desde su experiencia, Roig considera que la clave está en la conciencia social: “Como consumidores, tenemos poder, podemos exigir. Cuando compramos una silla, una bolsa o un producto plástico, deberíamos preguntar: ¿tiene plástico reciclado? ¿cuánto? Según los estándares de la Unión Europea, un producto con al menos un 30% de contenido reciclado ya califica como tal”, precisó.

El desafío, explica, también está en el volumen necesario para reciclar eficientemente: “Necesitamos al menos 8 toneladas de material homogéneo. Muchas veces lo que nos ofrecen como ‘muchísimo plástico’ termina siendo 60 kilos. Por eso promovemos convenios de circularidad con empresas, comercios y municipios. Les damos capacitación y trazabilidad, y trabajamos juntos”.
AMIPLAST tiene acuerdos con grandes compañías como YPF, Vacalín, Nestlé, Sanicentro y Molinos Campodónico, y también colabora activamente con universidades y escuelas de la región Capital de la provincia de Buenos Aires. “Con YPF, por ejemplo, reciclamos su scrap y lo transformamos en bobinas que luego se envían a una cooperativa que confecciona productos. Es un caso claro de triple impacto”, agregó.
Urge una política pública
Roig también se refirió a los proyectos de ley sobre Responsabilidad Extendida del Productor, que obligarían a las empresas a hacerse cargo del destino de los materiales que colocan en el mercado. “Hay muchos proyectos, pero no se aprueban. Mientras tanto, seguimos trabajando con el compromiso que heredamos de los fundadores de nuestra empresa: apostar por una economía circular real”, dijo.
En sus más de 20 años de historia, AMIPLAST evitó que 110.000 toneladas de plásticos llegaran a los ríos o vertederos. “Y eso se puede perder en días si seguimos sin apoyo”, alertó.
“El plástico no tiene patas ni brazos. No va solo a matar a las ballenas. El problema no es el plástico, somos nosotros. Hay que dejar de hablar de ‘desplastificar’ el planeta y empezar a hablar de uso responsable y reciclaje. No podemos seguir esperando. Cada compra, cada acción, cuenta”. concluyó Roig.