El futuro presidente de la entidad financiera, recibirá un central sin reservas genuinas, sin credibilidad y lo peor, vulnerable a lo que los fondos de inversión extranjeros decidan.
Como un ejercicio normal de cara a la elección presidencial, la semana pasada los consultores del mercado, presentaron los balances de la economía. La intención, era resumir por un lado los activos y pasivos de la economía con los que el equipo económico de la próxima gestión se enfrentará. La autoridad monetaria se encuentra en una situación arriesgada: el próximo año, el director que asuma afrontará pasivos importantes.
Lo primero que sobresale a simple vista, es la deuda de letras Leliq de corto plazo. Su stock supera el billón de pesos y produce una carga de intereses mensuales cada vez más alta. El organismo desembolsa cada día $55 mil millones cada 30 días. Esta situación generó un punto de quiebre para el funcionamiento del sistema financiero, al término que los bancos ya recaudan más por las inversiones en Leliq que por préstamos a personas y empresas.
La situación de las reservas internacionales es el segundo pasivo que condiciona a la futura gestión. Desde hace cuatro años que no se embolsan divisas genuinas por la compra de dólares de la exportación o la llegada de nuevas inversiones productivas a la economía del país. Las reservas aumentaron por el incremento de la deuda con acreedores foráneos y el efecto es inevitable: las divisas tarde o temprano deberán devolverse dejando comprometida a la economía del gobierno actual. El 10 de abril las divisas del Central eran de 77 mil millones de dólares, menos de dos meses después no llegan a 65 mil. Siendo un ritmo de caída insostenible en los siguientes meses. Aunque las reservas netas son sólo de 25 mil.
La pérdida de credibilidad es el tercer pasivo del BCRA. Lejos de generar confianza. Se anunció que la inflación de 2018 iba a ser del 10% y terminó en 47%. La tasa de interés iba a bajar por la demanda de dinero y pasó todo lo contrario, tuvo picos del 74%. El dólar iba a mantenerse estable, sin intervención monetaria, cuando no se pudo controlar las corridas, se anunciaron bandas cambiarias y tuvo que pedir permiso al FMI, mediante negociaciones, para intervenir.
Por último, la desregulación de la balanza de pagos. Los inversores especulativos tienen las puertas para entrar y salir de la economía sin plazos mínimos. La dolarización de los activos de los fondos, no se encuentran delimitadas por criterios productivos ni está pautado por reglas de reinversión para el mercado interno. Este es el panorama que le espera a la próxima autoridad del BCRA, más allá de quién gane la elección presidencial.