El presente no puede ser peor, vivimos el desasosiego de una actualidad abrumadora, sin conducción, con un Presidente cuya tarea se desconoce y sus resultados se sufren. Un ministro de Economía que actúa como candidato presidencial prometiendo un futuro distinto al presente al que nos condujo; el día a día del deterioro constante, con la actividad económica paralizada.
Nadie sabe qué hacer, como seguir, hacia dónde vamos. El deterioro social se percibe en la calle y se vive tristemente viendo crecer la pobreza, la indigencia, la violencia y la inseguridad.
Al mismo tiempo, la irresponsabilidad política, que juega a tirarse escenarios de catástrofe y prometiendo futuro. Con un simplismo que asusta, se elude hablar de los temas reales, se minimiza la realidad y se pretende hacer creer que después del 22 de octubre todo será diferente, como si la cronología de un día para otro, pudiera borrar los años de pésima administración.
El proceso inflacionario resulta insostenible para toda actividad económica y para la vida cotidiana y de allí el escenario de buscar refugio en monedas de valor confiable.
Merecemos una campaña electoral que muestre una salida seria, posible, con los instrumentos económicos que habrán de ser utilizados; una sociedad madura exige un Gobierno maduro.
No se trata de ganar una elección, se trata de conducir un país y a su sociedad de manera ordenada. Y sobre todo, en este marco de proceso electoral, sostener una transición hasta el cambio de autoridades, que no agrave el presente, ni se sirva del Estado para utilizarlo de herramienta electoral, ni tampoco financiación electoral.
Es tiempo de dirigentes con visión de Estado y no de simples candidatos a cargos, sin programas ni ideas modernas y realizables. El presente lo merece y no habrá futuro sin toma de conciencia de por qué estamos como estamos.