El reclamo de todo el sector industrial naval nacional, incluidos los sindicatos más aguerridos, coincidieron sorpresivamente con el más extremo “relato” del gobierno libertario en una alineación absoluta con los Estados Unidos de Norteamérica. Y lo demostraron al avanzar juntos en una ordenada manifestación, con dos columnas: en una de ellas estaban los obreros y profesionales de los astilleros argentinos y en la otra un grupo de hiperlibertarios desencajados formado por funcionarios nacionales políticos y twiteros fanáticos. Ambas columnas marchaban decididos con un rumbo común: la embajada norteamericana en Palermo; y al llegar se dispusieron a esperar ansiosos la aparición en el balcón del embajador que se hacía esperar como buen rock star.
Mientras esperamos la salida del embajador aprovecho para explicarles por qué dice arriba que se trata de un “relato” libertario (y no de una posición real) al mejor estilo kirchnerista, del que están aprendiendo demasiado rápido, demasiadas co$as.
Azorados, los argentinos observamos la profunda adoración e incondicional disposición libertaria hacia la más obscena de las relaciones carnales con EE.UU., inimaginables aún durante los días más oscuros del menemismo. Pero mientras se rinde tan ridícula pleitesía al dios del Norte, los libertarios llevan a país en el rumbo opuesto a lo que indica su “imán” norteamericano. Desde el Norte se ríen a carcajadas de la política argenta de “economía de mercado” que el gobierno nacional entrega como ofrenda y muestra de sumisión.
Los yankies miran sin entender esa incomprensible política que llaman “de estupidez de mercado” y mientras tanto, levantan las más altas barreras de protección contra las importaciones. En el Sur, los súbitos libertarios, aplican a rajatabla una política exactamente contraria: máxima liberación al ingreso de importaciones. Los del Norte protegen el trabajo –abundante y bien pago- de los suyos y los del Sur destruyen el propio, tan escaso como mal pago. Y ambos lo hacen “a lo bestia”, sin analizar, sin entender, sin diferenciar. En eso son iguales. Pero al menos los del norte recapacitan rápido y ajustan a tiempo, mientras que los del sur, cegados por el fanatismo, siguen aceleradamente hacia el abismo. En eso son distintos.
Esta “coincidencia discordante” es tal que, en la primera semana de Abril 2025 ocurrió lo siguiente:
- El agigantado líder del Norte firmó una orden ejecutiva llamada “Make Shipbuilding Great Again” (MSGA).
- El enano del Sur avanzó en la fase final de la destrucción de la Industria Naval Argentina a través de la Desregulación Naval.
El MSGA es un programa integral multimillonario para aumentar la competitividad y el volumen de producción de barcos en los ya ultra protegidos astilleros americanos. Recordemos que hace cien años está vigente el Jones Act que con orgullo declama que “todos los barcos que circulen por EE.UU. deben ser construidos y tripulados por estadounidenses”. Más protección no se podía pedir. Sin embargo el MSGA redobla la apuesta llevando el apoyo a la industria naval americana a niveles impensados.
Mientras tanto, en Ciudad Libertaria -leído esto con tono de serie de Batman- se avanza en la Desregulación Naval haciendo aún más difícil -casi imposible- el posible desarrollo futuro de la industria naval argentina. Para eso el enano del Sur emite su ordencita ejecutiva que anula el Registro de Astilleros, Talleres y Estudios de Ingeniería Naval, como si de esa forma, mágicamente lograra hacer desaparecer a miles de molestos profesionales y obreros navales.
Pero además, el enano avanza sobre la reciente Ley de Promoción de la Industria Naval cancelando el único artículo que podía llegar a tener algún impacto positivo en el desarrollo. Este artículo básicamente decía una obviedad: que los organismos del Estado (PNA, ARA, INIDEP, etc.) deben intentar construir sus barcos en el país. Pero, a partir de esta Desregulación Naval, ni lo obvio será posible.
A decir verdad, con esa ley o sin ella los corruptos funcionarios civiles y militares, hace más de 4 décadas, se las arreglan para importar esos barcos y hacerlo siempre en forma fraudulenta con grandes sobreprecios para incluir abultadas comisiones. Esto se suma a la realidad de que, en más de cuarenta años, no hubo ni una sola medida industrial naval con impacto mínimamente significativo en comparación a la catarata de importaciones de barcos nuevos y usados promovidas por todos los gobiernos en 4 décadas, sin excepción.
Pero volvamos a la postal de unidad en Palermo:
En la primera columna de la manifestación, los libertarios extasiados frente a la embajada americana presentan orgullosos una nueva muestra de su compromiso de llevar al límite su estupidez de mercado; la entrega del día de hoy es la industria naval argentina.
En la segunda columna, los obreros y profesionales navales argentinos, asqueados de los corruptos e inútiles políticos y funcionarios civiles y militares piden a los gritos que, como parte de las relaciones carnales les toque, al menos, una caricia, un pellizcón o un besito del MSGA.
Finalmente, con un cambio de música y tras un redoble de tambores hace su aparición en el balcón sobre la avenida del Libertador el esperado embajador. Mientras saluda al público, un gran espectáculo de fuegos artificiales estalla en el cielo de una tarde que ya es noche.
El público fascinado, se une en un coro a un solo grito: Yankies come Home!